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| martes marzo 11, 2025

Amalek, paradigma del mal

Beatriz W. de Rittigstein para Porisrael.org


  Imagen digital de “La guerra con Amalek” Creador: Escuela Inglesa (Siglo XIX) Derechos de autor: © Mira y aprende

Amalek es un personaje malévolo que aparece en la Biblia judía para referirse a los enemigos del antiguo Israel; alude a los descendientes del nieto de Esaú, el hermano mayor del patriarca Jacob, a quien le vendió su progenitura.  De esta manera se señala a individuos o naciones que, a lo largo de la historia, han intentado destruir al pueblo judío.

La Biblia nos transmite la obligación de recordar lo que nos hizo Amalek. Los Amalekitas fueron una antigua nación levantina establecida en lo que hoy se conoce como el desierto del Neguev (del actual Israel); si bien la nación Amalekita ya no existe, hace milenios que desapareció, el recuerdo de un enemigo tortuoso, cruel, sigue vivo en todas las modalidades de antisemitismo con que se agrede al pueblo judío.

En el libro del Éxodo, se cuenta que, con una arremetida injustificada, los Amalekitas atacaron a los israelitas en un momento azaroso, mientras recorrían el desierto tras escapar milagrosamente de la esclavitud en Egipto. Aunque Israel derrotó a los Amalekitas, persiste la creencia que en cada generación puede aparecer un descendiente de Amalek, con la pretensión de aniquilar a los judíos.

La Biblia expone que Amalek embistió contra los más vulnerables, los rezagados y los asaltó por la retaguardia, cuando estaban cansados. Y esa es la legendaria expresión que los judíos rememoran de la aparición de quienes consideran peligrosos en distintas épocas, es decir, Amalek es el prototipo del enemigo devastador del pueblo judío.

Durante su prolongada diáspora, el pueblo judío padeció masacres, expulsiones, discriminaciones y humillaciones, de tal modo que aprendió a subsistir, huyendo del destino que los Amalekitas de turno tenían preparado. Justamente, en estos días celebramos la festividad judía de Purim que conmemora la salvación del exterminio que hace unos 2.500 años, Aman, el primer ministro del rey Asuero de Persia, les había reservado. El maligno Aman es considerado un descendiente de Amalek.

Luego de más de mil años en la península Ibérica, en 1492, los reyes católicos emitieron el edicto de expulsión y a través de la Inquisición se vigiló el cumplimiento de la prohibición del judaísmo en sus dominios. La cúspide de estos siglos de crímenes en los que determinadas tiranías intentaron aniquilar a indefensas comunidades ocurrió con el nazismo que perpetró la matanza sistematizada, el Holocausto.

Bajo el yugo comunista los judíos fueron obligados a deslindarse del ancestral vínculo con la tierra de sus antepasados. Y a partir de la revolución islámica en 1979, la comunidad judía de Irán es rehén, forzada a rechazar sus lazos patrimoniales con Israel.

No hay duda que, desde el nefasto 7 de octubre de 2023, el pueblo judío enfrenta a vívidas representaciones de Amalek que aspiran abatir al Estado de Israel y acabar con el pueblo judío. En primer lugar, está la teocracia iraní que no oculta su anhelo de extirpar al Estado judío, y en numerosas oportunidades, sus autoridades lo han asentado públicamente, sin ningún pudor. Como ejemplo tenemos que en la reciente reunión de ministros de Asuntos Exteriores de los países miembros de la Organización de Cooperación Islámica (OCI) en Yeda, Arabia Saudita, el canciller iraní, Seyed Abás Araqchi, desestimó la “solución de dos Estados” y con absoluto cinismo abogó por un “Estado democrático” palestino en todo el territorio israelí. Para ello, desde hace unas décadas, el régimen de los ayatolás estableció los llamados proxys: Hezbollah, Hamas y los houtíes.

La leyenda de Amalek perdura en la cultura y en la memoria colectiva judía y cada cierto tiempo, adquiere una forma y figura concreta, animada por el mal absoluto, ya sea Amán, el inquisidor español Torquemada, Hitler, Aj Amin al Husseini, Jamenei, Nasralah, Sinwar y ataca cuando menos se espera, con una violencia brutal; en el presente a través del terrorismo que, indudablemente, tiene que ser erradicado por el bienestar de la Humanidad.

 
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