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| viernes marzo 14, 2025

Un posible nuevo papel para Israel: defender a las minorías no islamistas del Medio Oriente

Yisrael Medad* para The Jerusalem Post.


Tras presenciar la persecución y el sufrimiento de las comunidades cristianas de la región, Israel está dispuesto a posicionarse como defensor de las minorías que sufren por el extremismo islamista

Los viejos conceptos e ideas pueden cambiar.

Un nuevo libro, El Halcón Hebreo de Roman Vater, tiene como personaje principal a Adya Horon, nacido como Adolphe Gourevitch, quien se convirtió en uno de los primeros admiradores de Zeev Jabotinsky. Fue su pensamiento seminal el que, junto con otros, dio origen a la idea “canaanita”. Horon intentaba crear una nación hebrea en las décadas de 1940 y 1950, y posteriormente Uri Avnery y Natan Yellin-Mor buscaban crear una expansión semítica para reemplazar a un Medio Oriente árabe.

Si bien su idea de una construcción política que reemplazara al sionismo finalmente fracasó, sus ramificaciones en la lengua, la literatura, la cultura y el arte de Israel fueron significativas. El canaanismo, tal como lo presenta Vater, era una ideología antisionista que promovía un movimiento nacionalista basado en la supuesta existencia de una nación hebrea no judía autóctona en el territorio del Mandato de Palestina preestatal, y posteriormente en el Israel estatal. El sionismo era judío, y su canaanismo hebreo prejudaico. Por ello, las fronteras geopolíticas de Horon se extendían mucho más allá del «Gran Israel».

La patria de Horon era una imaginaria «Tierra de Kedem». Ese extenso territorio lo condujo por un camino de interesantes posibilidades de influencia política para toda la región del Medio Oriente que, quizá solo ahora, se estén convirtiendo en parte de la nueva visión de Netanyahu.

Horon antagonizaba el panarabismo. Su enfoque se centraba en los Pueblos del Mar, los fenicios, y por ello identificaba el nacionalismo libanés como un concepto preárabe. Eran navegantes, al igual que los antiguos hebreos. Su Tierra de Kedem era el Levante semítico.

Esta sobre-intelectualización apunta a un hecho simple: los árabes son, en realidad, una minoría en el Medio Oriente y, además, son los verdaderos “ocupantes” y “colonialistas” de la región. Surgieron del sur de Arabia en el siglo VII, conquistaron tierras que no les pertenecían, y reemplazaron las religiones y culturas locales con su propia lengua y fe. Trataron a judíos, cristianos, coptos, asirios y otras minorías —y continúan haciéndolo— con crueldad e intolerancia. El arabismo islámico era imperialista. Fue un instrumento de subyugación.

Aprendiendo de lo sucedido en Siria

El 1º de marzo, al enterarse de los sucesos en la aldea drusa de Jaramana a las afueras de Damasco, el primer ministro Benjamín Netanyahu, junto con el ministro de Defensa Israel Katz, declaró: “No permitiremos que el régimen islamista extremista de Siria dañe a los drusos. Si el régimen los perjudica, sufrirá consecuencias de nuestra parte”.

Independientemente de que todos los drusos acojan o no la intención implícita de una intervención israelí, el mensaje subyacente es que Israel está reinterpretando el pensamiento de Horon. Ese mensaje, ante la realidad actual tanto de Siria como del Líbano, refleja el pensamiento de Horon. Tras presenciar la persecución y sufrimiento de las comunidades cristianas, e incluso el genocidio que los árabes están practicando contra los sudaneses no musulmanes, Israel está dispuesto a posicionarse como defensor de las minorías que sufren por el extremismo islamista.

Busqué una lista de grupos socioétnicos minoritarios no árabes en el Medio Oriente, y paré de contar después de 25. Entre ellos se incluyen turcos, persas, kurdos y azerbaiyanos, así como asirios, arameos, circasianos, drusos, mandeos, maronitas, samaritanos y yazidíes.

¿Quién puede olvidar los sucesos de 2014, y el asedio del Monte Sinjar por las fuerzas de ISIS? Los yazidíes sufrieron masacres y esclavitud. ISIS consideraba a esa comunidad como hereje, y su ideología extremista insistía en la aniquilación de quienes no interpretaran el Islam como ellos. Más de 5000 yazidíes fueron asesinados, 7000 mujeres y niños fueron secuestrados, muchos fueron vendidos como esclavos y sufrieron abusos. Unos 400.000 yazidíes huyeron al Kurdistán iraquí.

Hay historias similares sobre muchas otras minorías. Desde 1995, el grupo International Christian Concern ha estado haciendo campaña contra el Islam fundamentalista, al que considera intolerante hacia otras religiones. Los cristianos sufren enormemente en Egipto, Pakistán, Arabia Saudita, Irán e Iraq. Además, se ha producido un éxodo histórico de cristianos desde esos países.

La última vez que Israel intentó ejercer su influencia diplomática, económica y militar para alterar el equilibrio de poder en el Islam autoritario fue con Menajem Beguin, quien se inspiró, en cierto modo, en las maniobras diplomáticas de Zeev Jabotinsky a mediados y finales de la década de 1930.

El movimiento sionista, por supuesto, carecía de verdadero poder soberano o de una auténtica capacidad militar antes de 1948. Ante el creciente antisemitismo europeo, por un lado, y por otro la rendición del Mandato Británico ante las exigencias de la campaña terrorista del Mufti, Jabotinsky ideó su «política de alianzas». Buscó apoyo para la inmigración judía fuera de las limitaciones del Mandato, así como entrenamiento militar clandestino y armas para la juventud judía del movimiento Betar y el naciente Irgún. Se acercó principalmente a países poco favorables a los judíos, como Polonia, y logró reunirse con el rey Carol II de Rumania.

Una nueva política contemporánea de alianzas podría construirse sobre la base de la relativa fuerza de Israel, así como de sus cálidas relaciones diplomáticas con Estados Unidos. Podría ser un desarrollo adicional de los Acuerdos de Abraham que, en parte, realinearía a los Estados musulmanes sunitas contra el «eje del mal» del régimen chiíta iraní. Esta política podría construirse desde la base, conectando con quienes buscan equidad y libertad en la región, un Medio Oriente liberado de la dominación árabe.

La nueva visión estratégica de Israel debería tomar la iniciativa para crear estabilidad regional, generando al mismo tiempo una base de recursos humanos de las minorías no islamistas. Una agenda abarcaría cuestiones económicas, sanitarias y de seguridad, además de la democracia. Esto también obtendría el apoyo de los amigos cristianos de Israel en Europa Central y Oriental, así como en África y Sudamérica.

Esta sería una alianza para la civilización. Una alianza de valores morales y libertad. Una alianza para garantizar la paz, la seguridad y la prosperidad, y para defender esos principios. Israel, el Estado judío, podría liderarla según el espíritu de Isaías 60:3: “A tu luz andarán las naciones, y los reyes al resplandor de tu amanecer”.

*Investigador, analista y comentarista sobre temas políticos, culturales y de medios.
Fuente: The Jerusalem Post.
Traducción Sami Rozenbaum / Nuevo Mundo Israelita.

 
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