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| viernes marzo 21, 2025

La Guerra está Reconfigurando el Orden Mundial


El conflicto en Gaza ha dejado de ser un enfrentamiento puntual para convertirse en el epicentro de una reconfiguración geopolítica de alcance global. La estrategia de Israel, ahora con un respaldo más sólido de la administración Trump, ha dejado claro que la lucha contra Hamás no es solo una cuestión de seguridad nacional, sino una batalla decisiva contra el terrorismo islamista y su infraestructura transnacional. El enemigo no es únicamente un grupo armado en la Franja de Gaza, sino un eje de poder encabezado por Irán y sus satélites extremistas en la región, cuyo objetivo es socavar la estabilidad del único Estado judío en el mundo y propagar su agenda de violencia y fanatismo.

Desde su fundación en 1948, Israel ha enfrentado agresiones incesantes por parte de sus vecinos árabes, quienes en múltiples ocasiones han intentado destruirlo a través de guerras y campañas de terrorismo. Mientras que Israel ha demostrado una y otra vez su compromiso con la paz, por ejemplo, en los acuerdos de Camp David de 1978 con Egipto, Oslo en 1993 con la OLP y el tratado de paz con Jordania en 1994, sus enemigos han respondido con violencia y ataques indiscriminados contra su población civil. La historia confirma que cada retirada israelí de territorios disputados ha sido respondida con más terrorismo, como ocurrió con la retirada unilateral de Gaza en 2005, que permitió la toma de poder de Hamás y la conversión de la Franja en un bastión de guerra contra Israel.

Actualmente, la intervención estadounidense contra los hutíes en Yemen no es un hecho aislado, sino una respuesta coordinada para contener la expansión de la influencia iraní y su estrategia de desestabilización regional. A diferencia de conflictos anteriores donde la respuesta de Washington fue ambigua, la nueva administración ha trazado una línea clara: cualquier ataque por parte de los hutíes será interpretado como una agresión directa de Teherán. Este cambio de enfoque ha colocado al régimen teocrático y opresivo de los ayatolás en una encrucijada peligrosa, con sanciones devastadoras, un sistema financiero colapsado y una población que empieza a cuestionar la viabilidad de un gobierno que ha convertido a Irán en un Estado paria.

En Siria, la guerra se ha convertido en un polvorín donde múltiples facciones terroristas luchan por mantener o expandir su influencia. Israel ha redoblado sus operaciones preventivas, asegurándose de que milicias proiraníes no conviertan su territorio en un frente secundario. Cada ataque quirúrgico sobre posiciones estratégicas de estos grupos es un mensaje directo a Irán: Israel no permitirá que la guerra se extienda sin consecuencias. Respecto de Líbano, las respuestas de Hezbollah han sido limitadas, una prueba más del debilitamiento del eje chiita, que enfrenta presiones simultáneas en múltiples frentes debido a su propia corrupción y dependencia de un régimen iraní que se tambalea.

Sin perjuicio de lo previo, el impacto del conflicto no se restringe a Medio Oriente. Irán ha sido un actor clave en la guerra de Ucrania, proporcionando drones y tecnología a Rusia, mientras que en América Latina, su red de influencia sigue operando a través de regímenes dictatoriales como Venezuela y Cuba, además de grupos criminales con capacidad desestabilizadora. La reclasificación del Tren de Aragua como una amenaza extranjera por parte de Trump sugiere que la lucha contra el terrorismo y el crimen organizado se está ampliando más allá de Medio Oriente. Si este enfoque se mantiene, no es descartable una acción más directa contra el régimen narcoterrorista de Maduro, lo que golpearía un pilar fundamental del entramado iraní en el hemisferio occidental.

El costo económico del conflicto es otro factor determinante. Aunque la industria armamentista ha visto incrementadas sus ganancias, la guerra no es un modelo viable de desarrollo sostenible. Israel, Rusia y otros actores involucrados están experimentando un desgaste financiero significativo. No obstante, para Israel, la inacción sería infinitamente más costosa. La seguridad del país depende de la erradicación total de Hamás y la disuasión efectiva de otros enemigos potenciales. Netanyahu ha sido tajante: la guerra continuará hasta que todos los objetivos sean alcanzados, y la eliminación de Hamás no es negociable. No se trata solo de una guerra, sino de la supervivencia de Israel frente a un enemigo cuya ideología islamista radical no admite la existencia de un Estado judío.

El dilema de Gaza es una de las cuestiones más complejas a resolver. Egipto y Jordania han presentado propuestas que buscan equilibrar la estabilidad regional con sus propios intereses estratégicos, pero la única solución realista a largo plazo es la expulsión total de los palestinos de Gaza y Cisjordania. Aunque esta medida es considerada drástica por ciertos sectores de la comunidad internacional, la realidad es que la cultura de odio, promovida por décadas en estos territorios, hace inviable cualquier forma de coexistencia pacífica con Israel. A lo largo de la historia, ninguna nación ha tolerado la presencia de un enclave terrorista en su territorio sin tomar medidas definitivas para erradicarlo. La comunidad internacional puede expresar su descontento, pero sin el respaldo de Estados Unidos, sus objeciones carecen de impacto real.

El conflicto en Gaza es mucho más que una guerra entre Israel y Hamás. Se trata de un enfrentamiento crucial dentro del colapso del orden internacional establecido tras la Segunda Guerra Mundial. Con Estados Unidos redefiniendo su rol y Europa en crisis, el futuro de Medio Oriente dependerá de la capacidad de Israel para consolidar su seguridad y de la disposición de sus enemigos a reconocer una nueva realidad estratégica. La historia ha demostrado que la obstinación y la agresión contra Israel solo han llevado a la autodestrucción de sus adversarios. Si Hamás, Hezbollah e Irán insisten en este camino, estarán firmando su sentencia de desaparición definitiva. Israel no puede darse el lujo de la complacencia ni de treguas ficticias con quienes hacen del terror y la violencia su razón de existir. La supervivencia de Israel es una cuestión de principios, y cada acción militar es una reafirmación del derecho inalienable del pueblo judío a vivir en su tierra ancestral sin la amenaza del exterminio.

 
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