Destruccion de un edificio por un misil en Beer Sheva Captura de pantalla
Tregua…alto al fuego…y retorno a la rutina. Un recomienzo que deja un saldo de muertos, heridos y destrucción en Israel. La cúpula de hierro fue eficiente pero la bandada de misiles y cohetes de Irán fue un vómito que salpicó y dañó más de lo posible. Fue la respuesta a una invasión preventiva a una destrucción atómica. Fue la vacuna al virus que amenazó desde 1979 al derrocar al Sha de Persia borrar a Israel de mapa, objetivo de la Revolución Islámica.
La televisión ese medio que nos ubica en tiempo y espacio a la escena de los acontecimientos despierta miedo y horror ante el sufrimiento humano . Pero a la vez nos acostumbra a ver los estragos que deja la caída de misiles, esos monstruos que dejan en ruinas todo lo que encuentra a su paso.
La devastación material que nos presenta las cámaras que filman en una Europa en vilo desde hace tres años el sufrimiento de Ucrania con sus hogares, escuelas, hospitales en ruina y seres huyendo y muriendo nos acostumbró al espanto. Algo parecido a la Europa devastada después de la Segunda Guerra Mundial entre el poderoso ejército nazi y las tropas aliadas. Una Europa que tuvo que levantar piedra por piedra para reconstruirse entre el duelo y la supervivencia. Una Europa sobre la que se camina sobre los pavimentos que fueron trincheras y cadáveres. Una Europa de luto que reconstruyó sus tierras arrasadas en lugares habitables. Algo así también acaba de pasar en Israel, ejemplo de Medio Oriente de modernismo y progreso sobre una tierra tan castigada y renacida por la fortaleza judía.
Las imágenes de Israel de los estragos que dejaron en las construcciones los misiles iraníes con sus montañas de restos de edificios en cascada convertidos en escombros de hormigón y retorcidos hierros atacados por ojivas asesinas es un cuadro desolador.
Israel y su seguridad respondió defendiendo a su población pero el poderío iraní en balística pudo dañar mucha propiedad hasta ahora protegida. La andanada fue directamente proporcional ante los ojos del mundo de su desmesurada producción solo para destruir a Israel y luego al mundo. Un plan para dominar desde un gobierno religioso de un absolutismo total sobre la obediencia a su dios único ante los infieles, que son todos menos ellos.
Lo que se vio día a día en estos últimos doce fue un genocidio porque no fue contra un ejército sino contra una población. Ese término tan devaluado por los enemigos de Israel ante su declaración de guerra luego del 7/10/2023 que dejó al rojo vivo la desolación de los gazatíes sin protección de Hamás y su intromisión en los lugares de vida cotidiana para engañar y atacar.
Israel y sus secuelas serán reparadas y su gente tan golpeada de tener que esconderse en refugios saldrá adelante, los niños volverán a jugar acostumbrados a las sirenas y temerosos que sus padres no vuelvan de la guerra.
Hoy, ir a Israel es la demostración del odio iraní suministrador de los ramas terroristas que han atacado en tantos países blancos específicos, ha sufrido décadas la obsesión de terminar con ese país y los judíos. Hoy está a la vista del mundo los que son los iraníes con sus laboratorios y fábricas de bombas atómicas en catacumbas ahora aniquiladas por Israel y Estados Unidos convirtiendo la región en algo más seguro. No fue suficiente lo que el cine, la literatura y la televisión han registrado sobre Nagasaki e Hiroshima. Hasta hoy los contaminados de aquellas explosiones física y psíquica son el muestrario de esa tragedia .Parecería que para los iraníes las consecuencias no importan porque la inquina los gobierna aunque ellos mismos sufrirían la radioactividad. Es que el odio es la cólera de los débiles que parecían fuertes. Fueron 12 días para destruir décadas de ataques.
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