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| martes agosto 19, 2025

REE 5785

Israel Winicki Z.L/Porisrael.org


B’H

Deuteronomio 11:26-16:17

«Ve» dice Moshé al pueblo de Israel «pongo frente a ti, hoy, bendición y maldición», la bendición que vendrá cuando observen los mandamientos Divinos y la maldición si los abandonan. Estas serán proclamadas en los montes Guerizim y Eibal, cuando el pueblo cruce hacia la Tierra Santa.

Un Templo deberá ser establecido en «el lugar que Di-s elegirá para hacer morar Su nombre allí», donde la gente traerá sus sacrificios; está prohibido traer ofrendas a Di-s en cualquier otro lugar. Está permitido degollar animales en otros lugares, no como sacrificios, sino para comer su carne. Sin embargo la sangre, que en el Templo es vertida en el Altar, está prohibida.

Un falso profeta, o una persona que seduce a otros a adorar ídolos, debe ser castigado con la pena de muerte; una ciudad idólatra debe ser destruida. Los signos identificadores de animales y peces casher, así como la lista de aves no casher es repetida. El diezmo de todo el producto debe ser comido en Jerusalén, o cambiado por dinero, con el cual se comprará comida allí. En ciertos años, este diezmo es dado a los pobres. Los primogénitos del ganado bovino y ovino deben ser ofrendados en el Templo, y su carne comida por un cohen (sacerdote).

La mitzvá de caridad obliga al judío a ayudar a un prójimo en necesidad con un regalo o un préstamo. En el año Sabático (que ocurre cada siete años), todos los préstamos deben ser perdonados y todos los sirvientes liberados.

La parashá concluye con las leyes de las tres festividades de peregrinaje, PesajShavuot y Sucot, cuando todos deben ir a «ver y ser vistos» ante Di-s, en el Santo Templo.

 

CARIDAD BIEN ENTENDIDA

Mucho se ha hablado de la mitzvá de caridad y la forma en que esta debe ser cumplida. Hay infinidad de libros escritos sobre el tema. Sin embargo no me voy a detener en ellos, sino en un par de detalles simples.

La palabra que nosotros empleamos para caridad es tzedaká (de la misma raíz de tzedek, justicia). Si yo doy CARIDAD (que viene de cariño), estoy dando a este necesitado porque lo quiero, en cambio a algún otro no lo quiero y por ello no le doy. En cambio si doy TZEDAKA, estoy dando porque es justo dar a quien no tiene, o sea, caridad es un acto de cariño individual, tzedaká es un acto de justicia, y la justicia no puede ser algo individual, pues entonces dejaría de ser justa. En otras palabras, debo dar porque es justo, sin fijarme a quien le doy. Otra cosa que se puede aprender es la forma de dar. Uno puede dar miles con gesto amargo, humillando así a quien recibe, o puede dar centavos con una sonrisa y un gesto de aliento, ayudando al que recibe a superar su pena y la humillación que pueda sentir al tener que pedir

 

JODESH ELUL

Este lunes  comienza el mes de Elul, el último del calendario antes de Rosh HaShaná. Este es un mes en el que la misericordia y la bondad de Di-s son más evidentes. Durante todo el año nosotros buscamos a Di-s y lo llamamos. En el mes de Elul Di-s nos busca y nos llama, y Su voz resuena en nuestros corazones: “Hijos Míos, vengan a Mi. Acá estoy, con los brazos abiertos esperando para abrazarlos y oírlos”. No desaprovechemos la oportunidad. Vayamos hacia el Creador, no Lo hagamos esperar.

 

Cerrado por inventario

 

«Cerrado por inventario», se lee en el cartel. Todos sabemos lo que eso significa. La compañía está observando las existencias, contando cuánta mercadería se vendió y cuánta quedó; qué se perdió y qué se arruinó.

Y, dependiendo de cuándo comienza y termina el año fiscal de la compañía, se efectúa el inventario. Una vez que se ha realizado esto, la información correcta se encontrará disponible al llenar los reportes del banco, la compañía de seguros y el gobierno.

Con el comienzo del mes de Elul, el mes que precede a las Altas Festividades, se inicia la época del inventario de la vida Judía. Y típicamente, el mes contiene varias costumbres que nos infunden un ánimo de introspección y nos sacude de nuestro letargo y complacencia.

El reloj despertador de Elul es el Shofar, que se hace sonar cada mañana con excepción a Erev (el día previo) Rosh-HaShaná. El Profeta Amos dice, «¿Es posible que el Shofar suene en la ciudad y el Pueblo no se estremezca?».

En tiempos remotos, el Shofar llamaba para la guerra. Aparte de su utilización para Rosh HaShaná y al cierre de Iom Kipur, es el sonido que los Judíos han largamente esperado, que anunciará la llegada del Mashíaj. El hecho de que muchos de nosotros no nos estremezcamos al escuchar al Shofar, no denota una falta de fuerza en la influencia del Shofar sobre nosotros, sino, desafortunadamente, nuestra insensibilidad hacia su mensaje: «Despierten, Uds. dormidos de vuestro sueño y de vuestra modorra. Examinen vuestras acciones y retornen».

El Shofar es la «Sirena» del alma, a la que debemos prestar nuestra atención. Las empresas que imprimen los «Shaná Tová» hacen un gran negocio en Elul, sin embargo, la idea de enviar tarjetas por el Año Nuevo judío, tiene su base en una costumbre y no en lo comercial.

La costumbre judía es que cuando les escribimos a nuestros amigos o conocidos, les deseamos un «Buen Año», o «que sean inscriptos y, sellados para bien». Estos saludos son para recordarnos, que estos son días de juicio, cuando el cálculo de nuestra Cuenta Celestial se está realizando. Y así como pedimos misericordia por nosotros, debemos también pedir a Di-s que sea generoso y compasivo con nuestros amigos y parientes.

Por último, Elul es la época en que debemos intentar especialmente incrementar e intensificar nuestra observancia de las mitzvot. Así como cuando hacemos el inventario, examinamos el depósito y miramos cada estante minuciosa y escrupulosamente, exactamente igual debemos hacer con nuestro inventario Judío. Debemos considerar que se ha perdido o arruinado y colocarlo como gasto, así también anotar todas las buenas acciones que tenemos o suponemos tener y qué mitzvot debemos almacenar o re almacenar para el año entrante. Dichosos seremos, cuando tomemos nuestro inventario Judío y no debamos cerrar el negocio. (www.es.chabad.org)

Alegría colectiva

Rav Jonathan Sacks

 

Si preguntáramos cuál es la palabra clave que representa a la sociedad que los judíos debían crear en la Tierra Prometida, vendrían a mente varios conceptos: justicia, compasión reverencia, respeto, santidad, responsabilidad, dignidad, lealtad. Pero sorprendentemente, hay otra palabra que aparece de forma central en los discursos de Moshé en Deuteronomio. Es una palabra que aparece sólo una vez en cada uno de los otros libros de la Torá: Génesis, Éxodo, Levítico y Números.(1) Sin embargo, aparece doce veces en Deuteronomio, siete de ellas en la parashá Reé. Esta palabra es simjá, alegría.

Es una palabra inesperada. La historia de los israelitas hasta este momento no había sido demasiado alegre. Estuvo marcada por un lado por el sufrimiento y por otro lado por la rebelión y el disenso. Sin embargo, Moshé deja muy claro que la alegría es de lo que se trata la vida en la Tierra Prometida. Aquí están las siete instancias en que encontramos esta palabra en esta parashá, y sus contextos:

  1. El Santuario central, inicialmente Shiló: «Ahí comerán delante de Hashem su Dios y se alegrarán con toda la empresa de sus manos, ustedes y sus familias, según te haya bendecido Hashem» (Deuteronomio 12:7)
  2. Jerusalem y el Templo: «Y se regocijarán delante de Hashem su Dios, ustedes y sus hijos e hijas, sus siervos y siervas, así como el leví que está en sus ciudades» (Deuteronomio 12:12)
  3. Los alimentos sagrados que pueden comerse en Jerusalem: «En presencia de Hashem tu Dios lo comerás, en el lugar que Hashem tu Dios escoja, tú y tu hijo e hija, tu siervo y tu sierva, así como el leví que está en tus ciudades, y te regocijarás delante de Hashem tu Dios en cualquier empresa de tus manos» (Deuteronomio 12:18)
  4. El segundo diezmo: «El dinero lo podrás gastar en todo lo que tu alma desee: en reses, ovinos, vino, licor o en todo lo que tu alma te pida; y comerás ahí delante de Hashem tu Dios y te regocijarás» (Deuteronomio 14:26)
  5. La festividad de Shavuot: «Y te regocijarán delante de Hashem tu Dios, tú y tu hijo e hija, tu siervo y tu sierva, y el leví que está en tus ciudades y el prosélito, el huérfano y la viuda que están en tu seno» (Deuteronomio 16:11)
  6. La festividad de Sucot: «Te alegrarás en tu festividad, tú y tu hijo e hija, tu siervo y tu sierva, y el leví, el prosélito, el huérfano y la viuda que estén en tus ciudades» (Deuteronomio 16:14)
  7. Nuevamente Sucot: «Durante un período de siete días celebrarás a Hashem tu Dios en el lugar que Hashem escoja, pues Hashem tu Dios te bendecirá en toda tu cosecha y en toda la labor de tus manos, y tu alegría será completa [vehaita aj saméaj] (Deuteronomio 16:15)

¿Por qué Moshé enfatiza la alegría específicamente en el libro de Deuteronomio? Quizás porque es aquí, en los discursos que Moshé pronunció en su último mes de vida, cuando llegó a las alturas de visión profética que nunca nadie alcanzó antes ni después. Es como si al estar en la cima de la montaña, pudiera ver desplegarse ante sus ojos todo el curso de la historia judía, y desde esa altura vertiginosa transmitiera un mensaje al pueblo reunido a su alrededor: la siguiente generación, los hijos de aquellos a quienes sacó de Egipto, el pueblo que cruzaría el Jordán que él no cruzaría y que entraría a la tierra que él sólo podía ver de lejos.

Lo que Moshé les dice es inesperado, contrario a la intuición. En efecto, les dice: «Ustedes saben lo que sufrieron sus padres. Escucharon que fueron esclavos en Egipto. Experimentaron lo que es vagar por el desierto sin hogar, sin refugio ni seguridad. Puede que piensen que estas fueron las mayores pruebas, pero se equivocan. Están a punto de enfrentarse a una prueba más dura. La verdadera prueba es la seguridad y la satisfacción».

Aunque suene absurdo, ha sido la realidad a lo largo de la historia judía. En los muchos siglos de dispersión y persecución, desde la destrucción del Segundo Templo hasta el siglo XIX, nadie planteó dudas respecto a la continuidad judía. Nadie se preguntó: «¿Tendremos nietos judíos?» Sólo desde que los judíos lograron la libertad y la igualdad en la Diáspora, y la independencia y la soberanía en el Estado de Israel comenzamos a formularnos esta pregunta. Cuando los judíos tenían poco que agradecer a Dios, le daban las gracias, rezaban e iban a la sinagoga y a la casa de estudio para escuchar y seguir Su palabra. Cuando tenían que agradecerle todo, muchos dieron la espalda a la sinagoga y a la casa de estudios.

Moshé dio expresión profética a la gran paradoja de la fe: es fácil hablar con Dios llorando. Es difícil servir a Dios con alegría. Esta es la advertencia que dio al pueblo cuando se acercaban a su destino: la Tierra Prometida. Una vez allí, correrían peligro de olvidar que la tierra les pertenecía sólo por la promesa que había hecho Dios, y sólo mientras recordaran su promesa a Dios.

Simjá suele traducirse como alegría, regocijo, gozo, felicidad, placer o deleite. De hecho, simjá tiene un matiz que no puede traducirse al español. La alegría, la felicidad, el placer, etc., son estados de ánimo, emociones. Pertenecen al individuo. Sólo podemos sentirlo nosotros. En contraste, la simjá no es una emoción privada Se trata de una felicidad compartida. Es un estado social, un predicado al «nosotros», no al «yo». No existe el sentimiento de simjá en soledad.

Moshé insistió en esto una y otra vez. Cuando estén alegres, dijo una y otra vez, deben ser «tú, tu hijo y tu hija, tu siervo y tu sierva, el leví, el prosélito, el huérfano y la viuda de sus ciudades». Un tema clave de parashat Reé es la idea de un Santuario central «en el lugar que Hashem tu Dios elija». Como sabemos por la historia judía posterior, durante el reinado del rey David, este lugar era Jerusalem, donde Salomón, el hijo de David, construyó finalmente el Templo.

Lo que Moshé articuló por primera vez es la idea de la simjá como una alegría comunitaria, social y nacional. La nación debía unirse no sólo por las crisis, las catástrofes o la guerra inminente, sino por la celebración colectiva de la presencia Divina. La celebración misma debía ser profundamente moral. Este no era sólo un acto religioso de agradecimiento, sino también una forma de inclusión social. Nadie debía quedar afuera, ni el forastero, ni el siervo, ni los que estaban solos (el huérfano y la viuda). En un destacado pasaje de Mishné Torá, Maimónides deja esto claro con los términos más enérgicos posible:

Y mientras que uno come y bebe para sí mismo, es su deber alimentar al forastero, al huérfano, a la viuda y a otras personas pobres y desafortunadas, porque quien cierra las puertas de su patio y come y bebe con su esposa y su familia, sin dar nada de comer y beber al pobre y al alma amargada, su comida no implica un regocijo en el mandamiento Divino, sino un regocijo de su propio estómago. Sobre estas personas dicen las Escrituras: «Sus sacrificios serán para ellos como pan de duelo, todos los que coman de ellos serán contaminados porque su pan es una desgracia para su propio apetito» (Oseas 9:4) Esta clase de regocijo es una desgracia para quienes lo practican, como dicen las Escrituras: «Y esparciré estiércol sobre sus rostros, incluso el estiércol de sus sacrificios» (Malaquías 2:3).(2)

Las palabras de Moshé siguen siendo válidas hoy en día. Occidente es más próspero y rico que cualquier sociedad en el pasado. Nuestra expectativa de vida es mayor, nuestro nivel de vida más elevado, y nuestras opciones más amplias que nunca desde que el Homo Sapiens caminó por la tierra. Sin embargo, las sociedades occidentales no son mucho más felices. Los índices más reveladores de infelicidad (el abuso de drogas y alcohol, enfermedades depresivas, síndromes relacionados con el estrés, trastornos alimentarios, etc.) han aumentado entre un 300% y un 1.000% en el transcurso de dos generaciones. ¿Por qué?

En el año 1968 me encontré por primera vez con el Rebe de Lubavitch, Rav Menajem Mendel Schneersohn, de bendita memoria. Mientras estaba allí, los jasidim me contaron la siguiente historia. Un hombre había escrito al Rebe más o menos en estos términos: «Estoy deprimido. Me siento solo. Siento que la vida no tiene sentido. Intento rezar, pero no me salen las palabras. Cumplo mitzvot pero no encuentro paz mental. Necesito la ayuda del Rebe». El Rebe le envió una respuesta brillante sin usar ni una sola palabra. Simplemente marcó con un círculo los verbos de cada frase y devolvió la carta. Todo era «yo».

El consumidor contemporáneo se construye en primera persona del singular: quiero, necesito, debo tener. Hay muchas cosas que podemos conseguir en la primera persona del singular, pero hay algo que no podemos alcanzar: simjá. Porque simjá es la alegría que compartimos, la alegría que sólo tenemos porque la compartimos. Eso fue lo que, antes de que entraran a la Tierra, Moshé les dijo a los israelitas que sería su mayor desafío. El sufrimiento, la persecución, un enemigo común unen al pueblo y lo convierten en una nación. Pero la libertad, la riqueza y la seguridad convierten a una nación en un conjunto de individuos, cada uno persiguiendo su propia felicidad, a menudo indiferentes de la suerte de los que tienen menos, de los que están solos, los marginados y los excluidos. Cuando eso ocurre, las sociedades comienzan a desintegrarse. En el punto álgido de su buena fortuna, comienza el largo y lento proceso de decadencia.

Moshé dijo que la única forma de evitarlo es compartir tu felicidad con los demás, y en medio de esa celebración colectiva y nacional, servir a Dios.(3) Las bendiciones no se miden por cuánto poseemos, ganamos o gastamos sino por cuánto compartimos. La simjá es la marca de una sociedad sagrada. Es un lugar de alegría colectiva.

Shabat Shalom


NOTAS

  1. Génesis 31:27; Éxodo 4:14; Levítico 23:40; Números 10:10
  2. Maimónides, Mishné Torá, Hiljot Iom Tov 6:18
  3. El gran sociólogo francés Émile Durkheim (cuyo padre, abuelo y bisabuelo fueron Rabinos), argumenta en «Las formas elementales de la vida religiosa», que la religión nace de la experiencia de «efervescencia colectiva» que está sumamente relacionada con la simjá en el sentido bíblico.
 
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