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| miércoles octubre 1, 2025

La judeofobia patológica de Pedro Sánchez


Hace unos días unos amigos y yo volvimos de Madrid, ciudad en la que siempre me había sentido a gusto, y había visitado a menudo. Pero mi estadía reciente en la capital hispana fue más breve y menos placentera que otras veces. Sucedía que la ciudad había adquirido de pronto un color gris oscuro, y estaba mucho menos concurrida que en otras ocasiones. Había un aire general de desolación, y daba la impresión de que allí estaba ocurriendo algo muy siniestro. En ninguna parte se veían banderas españolas. Las habían reemplazado otras, de colores rojo, verde, blanco y negro, que blandían unos individuos al parecer exaltados, emitiendo gritos desaforados.

¿Qué estaba ocurriendo allí?, se preguntaron mis amigos, y alguien les explicó. Esos individuos, algunos de ellos ataviados con kafías musulmanas, estaban cuestionando el legítimo derecho de Israel, mi soberano país, de defenderse de los gravísimos ataques de que fue objeto el 7 de octubre de 2023, y pretendían que en su lugar fuese reconocido por España un estado inexistente que sería creado en su lugar, “desde el río hasta el mar”.

No parecía importarles que ese día sicarios del movimiento terrorista Hamas habían perpetrado en Israel una feroz matanza de más de mil doscientos jóvenes judíos en una pista de baile, así como violentas incursiones a domicilios privados en varios poblados comunitarios y ciudades, asesinando a familias enteras, violando, mutilando e inmolando a numerosas mujeres, decapitando a niños de pecho, y finalmente secuestrando a centenares de personas aún vivas y los cadáveres de otras que habían masacrado. Al contrario, así como en esos tiempos en que los judíos españoles eran acusados de deicidio, vociferaban insultos contra personas que osaban aclararles hasta qué punto sus acciones y exclamaciones no eran en absoluto justificables.

“¡Asesina, que bombardea hospitales! ¡Matadora de niños inocentes!”, y muchas cosas peores, llegaron a gritarle a una anciana indefensa que pasaba por allí y no estaba de acuerdo con esos manifestantes asalariados, y la echaron a empujones. Al parecer consideraban, que la costumbre europea de tanos siglos de matar judíos, y de afirmar en forma descarada que las víctimas de esas matanzas son los perpetradores de las mismas, es también en la actualidad una acción de simple rutina, legítima, inobjetable, y perfectamente normal. “Este país está muy enfermo. Y la enfermedad es contagiosa”, exclamó uno de mis amigos. “Me parece que corremos peligro. Deberíamos partir.”, dijo otro. Aun así, decidimos quedarnos, porque todo eso nos parecía irreal. Como si sólo hubiésemos tenido una pesadilla.

Una vez instalados en un hotel, encendimos la televisión, algo que volvimos a hacer sistemáticamente durante todos los días de nuestra estadía en España. Es así que nos fuimos enterando más en detalle de lo que estaba ocurriendo en ese país. De los enfrentamientos e intrigas políticas, de la corrupción y de la malversación de dinero de la que se acusaba a miembros del gobierno y a la esposa de Pedro Sánchez. De la drástica disminución del turismo, de la crisis económica y de su resultado, la disminución del poder adquisitivo de los españoles. Ya habíamos notado que, en las tiendas, tanto en las grandes como en las más pequeñas, escaseaban los clientes, y que en los cafés y restaurantes había muy pocos parroquianos. Y finalmente vimos, como a cada rato se esforzaban casi todos los canales de televisión locales en desplegar una cortina de humo que ocultara todos esos gravísimos problemas causados por el gobierno.

¿En qué consistía esa cortina de humo? ¿En trivialidades? No. ¿En programas de alto nivel cultural? No. Por cierto, que no. No se les había ocurrido nada mejor, ni a Sánchez, ni a Yolanda Díaz, su vicepresidenta, ni tampoco a la televisión oficial hispana, que tapar sus faltas e ineficiencias con ataques indiscriminados y toda una serie de mentiras contra el Estado de Israel y su gobierno. ¡Qué idea!¡Qué fenomenal idea!, dijeron mis amigos. ¿Acaso no había funcionado cuando el ministro nazi Joseph Goebbels y otros individuos de similar calaña se ingeniaron en difundir las mayores mentiras, como si se tratara de indiscutibles verdades? ¡Adelante, muchachos!, parecían decir, ¡Que con ese artificio quizás nos salvamos de perder el gobierno, y tal vez de ir a la cárcel!

Cada día que pasaba la RTVE iba hablando menos de los fracasos y vicisitudes que experimenta su país, y aumentaban a ritmo acelerado la desinformación, la difusión de acusaciones insostenibles, la distorsión intencional de las realidades en Gaza, así como las calumnias contra el gobierno y el ejército de Israel. Todo eso, como si la RTVE fuese una sucursal de Al Jazeera, la agencia periodística oficial de Qatar, el país que financia al Hamas y a tantos otros terroristas musulmanes. Ya de regreso seguimos viendo y escuchando, que toda es charlatanería organizada, en programas como La Noche en 24 horas, una especie de circo pseudo intelectual, manejado con aires de sabelotodo por un tal Xabier Fortes, acompañado a menudo de entrevistados no menos judeófobos que él, continúa con maquinal y enfermiza insistencia, haciéndose eco de las patrañas del presidente de gobierno.

Tanto este, como sus voceros televisivos, siguen mintiendo descaradamente y repìtiendo como cotorras los embustes difundidos por Hamas, Qatar, y otros organismos asociados a los mismos, alegando que Israel es un país genocida, que asesina a miles de niños y adultos, que mata a periodistas, que bombardea mezquitas y hospitales, que priva de alimentos y causa una tremenda hambruna a la “inocente” población gazatí, que colabora activamente con los crímenes del Hamas. Y últimamente, en lugar de genocidio, Fortes ha comenzado a usar frenéticamente la palabra holocausto, como si lo que él dice que ocurre en Gaza tuviese paralelo alguno con aquello que perpetraron los nazis contra seis millones de judíos.

Todos saben que nada de eso es cierto, que los únicos niños, mujeres, y ancianos asesinados son las víctimas israelíes de las sádicas crueldades del Hamas, que los así llamados periodistas gazatíes son delincuentes del Hamas que participaron de esas matanzas, y ahora salen en fotografías, sentados ante una máquina de escribir. Que las mezquitas y hospitales gazatíes fueron fortalezas militares, pobladas de fascinerosos elementos del Hamas armados hasta los dientes, y abarrotadas de misiles y de una variedad de armamentos letales. Que los únicos que en Gaza sufren humillaciones, torturas, asesinatos, hambre y desnutrición sistemática son los secuestrados israelíes recluidos en la red de tétricos túneles subterráneos del Hamas, a quienes Fortes no menciona casi nunca.

Dicho sea de paso, tampoco menciona los misiles balísticos y los drones que los Hutis del Yemen lanzan diariamente sobre Israel, con el propósito de matar civiles, ni los ataques del Hizbalah en el Líbano y Siria, ni la amenaza nuclear de Irán. Israel ataca a siete países, dicen sus entrevistados, dejando de lado el hecho que esos países han lanzado sobre Israel más de veinte mil misiles, cohetes y drones mortíferos.

La RTVE tampoco informa, que Israel permite el ingreso cotidiano a Gaza de centenares de camiones cargados de alimentos, de los cuales se apodera por la fuerza el Hamas y los vende a precios desorbitados a aquellos pobladores que simpatizan con ellos, ni menciona que antes de bombardear sitio alguno el ejército israelí, no como los ejércitos del mundo entero, informa de ello a sus habitantes, y los insta a ponerse a salvo en otro lugar.

No menos sabido por todos es el hecho de que España, seguida a pocos pasos por Gran Bretaña y Francia, es el país que más genocidios ha cometido en este planeta. ¿Acaso debemos recordar a Sánchez y a sus cómplices, los miles de genocidios perpetrados por España no sólo contra los judíos sino también contra los conversos o cristianos nuevos, las destrucciones de sinagogas, las torturas y las matanzas en masa en más de ochocientos juderías de todo el territorio español, desde el tiempo de los visigodos hasta las masacres de los siglos 13, 14 y 15, y aquellas que ocurrieron en complicidad con la inquisición hispana en los siglos siguientes, también en Lima, México y Cartagena de Indias?

¿Debemos recordarle que España ha cometido numerosos otros genocidios, holocaustos y masacres, no sólo en su territorio, sino también en otros continentes, especialmente en América Latina, destruyendo totalmente las culturas milenarias de los aztecas e incas, así como a mapuches, tainos y araucanos, usurpando sus tierras, robando sus pertenencias, violando a sus mujeres, masacrando y reduciendo a la esclavitud a poblaciones enteras, y todo eso por medio de delincuentes de codicia depravada, enviados por los reyes hispanos con el dudoso título de “conquistadores”, con el pretexto de “colonizar”? ¿Y que ha realizado infinidad de hambrunas cada vez que sitiaba una ciudad? ¿A qué viene ahora el reclamo a Israel de ayuda humanitaria?, preguntan mis amigos. ¿Conocéis algún país europeo, que en alguna ocasión haya dado ayuda humanitaria a sus enemigos?

Ha llegado la hora de que Sánchez recuerde, que España es el país que ostenta el mayor número mundial de genocidios, y que por lo tanto él es el menos indicado en el mundo para acusar de ello a otro, más aún a sabiendas de que sus afirmaciones son falsas. También debe recordar lo sucedido en la estación de trenes de Atocha el 11 de marzo del año 2004, cuando terroristas islámicos, de la misma calaña que Hamas y El Qaida, asesinaron a 192 españoles e hirieron gravemente a otros dos mil, y que Israel fue el primer país en brindar ayuda a España. Pedro Sánchez, de memoria selectiva, parece haberse olvidado.

Sánchez sólo se acuerda de solicitar y de instar a otros gobiernos europeos a que hagan lo mismo, la exclusión de Israel de competencias deportivas y culturales internacionales, como la Eurovision, seguramente por envidia de los triunfos de Israel, y sabiendo que España nunca ha logrado en esa competencia más que uno de sus últimos puestos. Sánchez no parece entender, que lo que se dice en España interesa a muy pocas personas decentes en el mundo, y que nadie medianamente inteligente puede tomar sus acusaciones, verdaderos libelos de sangre, en serio.

Claro que eso no es todo. La hazaña más reciente de este siniestro pelele es su declaración de que lamenta no poseer armas nucleares para combatir a Israel. Alineado con las intenciones públicamente expresadas por Irán, ahora todos saben que su verdadera motivación no es el destino de los gazatíes, sino la destrucción de Israel y del Pueblo Judío.

Esa patológica judeofobia, instilada durante siglos en las mentes de numerosos españoles y ciudadanos de otros países europeos, especialmente en aquellos bajo mayor influencia de la iglesia católica, también forma parte indisoluble y perdurable del ADN del presidente del gobierno español.

 

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