Estas líneas las escribimos en Antakya, una ciudad en la provincia de Hatay en el sur de Turquía, lindante con Siria, donde nos encontramos desde hace varios días para cubrir desde localidades pegadas a la frontera misma-como Reyhalin y Hacipasa-la situación de los refugiados sirios que cruzan la frontera buscando salvación.
Y nos sentamos a pensar cómo resumir aquí, cómo plasmar fielmente en el papel, el remolino de pensamientos y sentimientos que inspira ver lo que estamos viendo y captar la guerra en Siria a través de esta gente que la ha sufrido.
Y es terrible. Aunque no veamos a los muertos por armas químicas ni a las mujeres violadas ni a los heridos destrozados por el misil de un avión. Esta mañana, en camino a un centro de recuperación de heridos sirios, pensamos en las numerosas historias que hemos oído aquí esta semana. .Sobre el joven que asegura haber visto u oído sobre soldados del régimen sirio violando a jovencitas sunitas y a casi niñas. Sobre el más joven de los que reciben tratamiento en la clínica de rehabilitación, que nos muestra las heridas sufridas a causa de un proyectil que le disparó un batallón de iraníes (“hablaban en persa, y cuando les gritamos en árabe, no nos entendían”, cuenta). Pensamos en sus padres que tienen cinco hijos varones, a él con su hermano mayor que lo cuida en Antakya en este centro, a otro internado en otra clínica y a otros dos luchando con el Ejército de Siria Libre “en la campaña..no sabemos ni dónde están ni si van a volver”…Y en las proporciones que el mayor pone al decirnos que “nosotros somos afortunados , porque estamos vivos y pudimos luchar..¿Qué tienen otros para decir?”.
Pensamos en el Dr. Muhammad que atiende en otro centro-y que prefiere no dar el nombre completo porque asegura que “el régimen tiene gente dedicada a la guerra electrónica y nos encontrarán en cualquier lado, también en una entrevista para Latinoamérica”-, que con sus 35 años resolvió recientemente romper su compromiso con la mujer que amaba porque la guerra los ha separado “y no tenemos cómo volvernos a encontrar”.
Y en Muhammad, al que él atiende, que tiene solamente 20 años y sonríe mucho aunque está en silla de ruedas y no sabe si volverá a caminar, a pesar de que asegura que le dijeron que llevará tiempo pero que no puede perder la esperanza..Y si él dejó sus estudios de Derecho para sumarse “a la lucha”, como dice, “para tratar de vivir mejor” ….¿Acaso puede dejar de sentir esperanza?
Escuchamos las historias, el dolor de unos y la opinión de otros que “hay que matar a todos los que mataron”, y nos preguntamos si acaso el fin de la guerra será, cuando llegue, realmente el comienzo de la paz. Y creemos que no.. Porque algunos nos dicen que “esta es una guerra del régimen contra el pueblo”, pero otros afirman que “el régimen logró convertir la revolución en una guerra entre las minorías….y eso ha destruido a Siria”. Y están también los convencidos de que “esta es una guerra entre chiitas y sunitas…dentro del Islam”.
Los refugiados que vemos en Turquía, cuentan sobre las atrocidades del régimen de Bashar el-Assad, y de sus aliados Irán y Hizbala. Cada uno tiene su historia sobre lo que vio o lo que oyó sobre la participación de los iraníes al lado del régimen sirio.
Y por otro lado, organizaciones de derechos humanos recuerdan los crímenes cometidos por algunos de los rebeldes, especialmente por aquellos grupos de radicales islámicos. “También de nuestro lado hay errores”, dice otro médico que también se llama Muhamad, en Reyhanil. Se refiere a los sunitas, a que condena duramente al régimen pero no alega que todo está bien del lado opositor. Está seguro que cuando Bashar se vaya, el problema principal habrá desaparecido, pero no minimiza la amenaza de los grupos pro Al Qaeda. “Después de Bashar, estoy dispuesto yo mismo a encabezar un ejército para ir a luchar contra Al Qaeda”, asegura.
Y este miércoles 11 de setiembre, en medio de los refugiados sirios, no podemos dejar de recordar aquel otro 11 de setiembre, cuando el Islam fundamentalista de Al Qaeda declaró la guerra al mundo libre eligiendo como primeros blancos las torres Gemelas en Nueva York.
Podrán pelearse y matarse entre ellos, pero uno y otro extremismo religioso, juntos y por separado, representan a las fuerzas del mal en la guerra contra la libertad.
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