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| domingo noviembre 24, 2024

El dominó tunecino


Alberto Jabiles

tunecinosTras la huída del dictador tunecino Zayn al-Abidin Ben Alí, quien junto a sus 40 ladrones gobernó con mano férrea su patria por 23 años, se instaló un gobierno de transición que aún hoy no tiene un control sobre la situación y sigue reprimiendo los focos de disturbios en las principales ciudades de la tierra que, miles de años atrás, fuera conocida como Cartago. De ello podemos llegar a la rápida conclusión que ha caído un tirano más en el Medio Oriente y estamos prontos a ver el surgimiento de algún otro tipo de dictadura, en lo que es un eterno espiral de violencia e implantación de autocracias en unos eventos que, a pesar de ocurrir a más de 1500 kilómetros de Israel y en un país que jamás representó una amenaza estratégica para el Estado Judío, han puesto a pensar a los estrategas políticos y militares israelíes en situaciones para nada halagadoras y que deben encender alarmas rojas en Jerusalem.

Lo acontecimientos de Túnez generaron un efecto dominó y la primera víctima ha sido nada más y nada menos que Egipto, en donde desde 1952 se instaló una dictadura perfecta en donde una pequeña elite es la encargada de tomar decisiones y vivir cómodamente a expensas de millones de ciudadanos empobrecidos que sobreviven con las migajas que les lanzan desde el poder.

Nadie demanda reformas democráticas en Egipto. El hambre y la corrupción que han acompañado los últimos años del gobierno de Hosni Mubarak, sumado al éxito de la revuelta en Túnez, envalentonaron a miles de manifestantes que al grito de “fuera Mubarak” han salido a las calles de las principales ciudades egipcias exigiendo la salida de quien es su presidente desde 1981, sin que hasta el momento de escribir el presente editorial se vea una solución a la situación planteada en el más poblado de los países árabes y que es, desde la firma de los acuerdo de paz de Camp David con Israel en 1979, uno de los principales aliados de Estados Unidos en la región.

Tan dramática es la situación que algunos reportes de prensa señalaron que Gamal Mubarak, el hijo menor del Presidente y seguro heredero de la dictadura egipcia, optó por tomar un avión privado dirigiéndose a Londres junto con su familia ni bien estallaron los disturbios, en una señal inequívoca que la situación es bien seria y que dista mucho de estar controlada.

Se ven varias salidas a la crisis en Egipto, causante ya de una decena de muertos. La primera de ellas indica que los manifestantes pueden ser reprimidos y que la dinastía de los Mubarak seguirá guiando los destinos del país de los faraones aun después de la muerte del enfermo patriarca Hosni, hoy de 82 años. La otra apunta al derrocamiento del presidente y la instalación por parte de  los poderosos militares de un civil al frente del gobierno, voceándose insistentemente la figura de Mohamed el-Baredei, ex Director General de la Agencia Internacional de la Energía Atómica y Nóbel de la Paz del 2005, personaje no muy bien visto en algunas capitales occidentales por la poca firmeza demostrada ante los iraníes durante las negociaciones surgidas a raíz de los empeños de Teherán para desarrollar un arma nuclear. Una tercera opción es una revolución que permita a los integristas islámicos hacerse del poder en Egipto, en lo que sería el final de los Acuerdos de Camp David, de la alianza egipcio-estadounidense y el inicio de una nueva amenaza al flanco sur de la OTAN, ya de por si en alerta constante por el desarrollo nuclear iraní y la inestabilidad propia del Magreb.

La cuarta posibilidad, que vemos como la más remota y que ni siquiera debiera tomar parte de este análisis, es la instalación de una democracia en Egipto que garantice elecciones justas, prohíba la eterna reelección presidencial y que vele por una verdadera división de los poderes del estado. Como soñar es gratis, lo ponemos, pero admitimos el sarcasmo con que la escribimos.

De momento veremos lo que sucede en el virulento mundo árabe. Ya han estallado revueltas en Yemen y las monarquías del Golfo Pérsico tiemblan ante lo que mañana podría estallarles en su propia cara. No solo tiemblan ellas, también lo hace occidente sediento del petróleo del Medio Oriente que en la totalidad de los casos acalló las críticas a las violaciones a los Derechos Humanos que allí se vienen sucediendo pero que airadamente son invocados cada vez que Israel combate a los terroristas que ponen en peligro su existencia.

Recordemos que por causa de Cartago casi cae Roma y hubiésemos tenido un mundo absolutamente distinto al que conocemos. Hoy, 2300 años después, el dominó tunecino empezó a caer y con él, quizás, el final del Medio Oriente tal y como es hoy.

* Alberto Jabiles
Vicepresidente Ejecutivo
Distrito XXIII
B´nai B´rith Internacional
Norte Latinoamérica y el Caribe

 
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