Estuvimos de visita en Israel hasta muy pocos días antes de la Guerra de Yom Kipur, donde nada presagiaba ese desenlace. Por el contrario, prevalecía una atmosfera de euforia, en no pocos lindante con la arrogancia, que emanaba de la aplastante victoria de la Guerra de los 6 Días y descartaba la posibilidad de una aventura bélica árabe. Se sumaba a ese optimismo la supuesta invulnerabilidad de la línea Bar Lev, la barrera defensiva construida frente al Canal de Suez, y el poder disuasivo que le conferían los aviones Phantom, que disponía la fuerza aérea. Como se sabe, la secuela de desaciertos cometidos a partir de esa complaciente concepción estratégica se pagó muy cara, en vidas de jóvenes soldados y otras tantas víctimas y consecuencias de esa guerra, que el país recuerda y no olvida. Es una herida que no ha cicatrizado.
En el camino de regreso al Peru nos enteramos, durante un vuelo, de la sorpresiva invasión de la coalición de países árabes, encabezada por Egipto y Siria, que precipitó nuestro retorno a Lima y nos encontramos con el mismo desconcierto y ansiedad que se apoderó de los judíos del mundo en aquellos días. Destacaba la cobertura que los medios de comunicación daban a las hostilidades, agravadas por las implicancias que tenía en el contexto de la Guerra Fría. No obstante, a pesar del desaliento inicial, la comunidad judía cerró filas y volcó su apoyo solidario e incondicional a Israel.
Recuerdo que ya entrada las acciones el embajador de Israel Moshe Avidan participó en un programa en Panamericana TV, en el que denunció la agresión árabe para destruir a Israel, respaldada impúdicamente por la Unión Soviética. Sin embargo, lo alentador de su mensaje fueron los adelantos sobre el contraataque blindado israelí, en el frente norte, que recapturó las alturas del Golán, y en pocos días, llegaría a apuntar a las puertas de Damasco, así como el brillante y osado operativo del cruce del Canal de Suez, que terminó rodeando al ejército egipcio y cambió el destino de la guerra.
Por aquellos días tuvo lugar también una polémica en el programa Quipu, conducido por el periodista Cesar Hildebrandt, en América TV, en la que participaron: una dupla árabe, cuyo principal exponente fue el Sr. Jesús Abugattas, ex – cónsul honorario de Jordania en el Peru y otra, de la comunidad judía, integrada por Jaim Borkow, un recordado representante del Keren Hayesod y yo.
A pesar que la imagen de Israel como el “David” del conflicto del Medio Oriente había sufrido merma y que nuestros contrincantes se valieron de las tesis no alineadas y tercermundistas pro-árabes – entonces en boga – adoptadas por el gobierno militar peruano, logramos neutralizarlos. La “realpolitik” de la URSS, que respaldaba a esos bloques, despertaba suspicacia en las elites liberales y pro-occidentales, cuya gravitación en la opinión publica era determinante y que, además, rechazaba la hostilidad árabe contra Israel – un país visto como una democracia con una sociedad ilustrada, pujante y solidaria. Sacamos partido de esa lectura, y a juzgar por los comentarios recibidos, nuestra actuación fue más consistente, a diferencia de nuestros oponentes, que fue un tanto vehemente y desordenada.
Recuerdo que el Sr. Abugattas tuvo una infortunada intervención final afirmando que si bien no aprobaba ni defendía a Hitler, “alguna culpa habrán tenido los judíos para que el líder nazi se ensañara con ellos”. Casi sin dejarlo terminar le repliqué: “Hitler fue un racista y un antisemita que asesinó a 6 millones de judíos no por lo que hicieron sino por lo que eran: su única culpa fue ser judíos. Con su línea de pensamiento yo le pregunto a Ud. cuál es el delito más grave que Ud. conoce que conlleve al exterminio inmisericorde de un millón y medio de niños, ¿Qué crimen cometieron esas criaturas?…Lo que ocurre es que en el mundo árabe existen gobernantes que mantienen engañados a sus pueblos y han asumido el rol de completar la tarea de Hitler con la destrucción del estado judío”. Levanté un vaso de agua, de una mesa contigua, y concluí “brindemos por la paz y brindo con agua, agua para irrigar los desiertos de incomprensión e intolerancia que existe en el mundo árabe contra Israel y su pueblo”.
Como corolario de ese episodio, al día siguiente ocurrió un hecho lamentable como inesperado. El Sr. Abugattas, que había sido invitado a exponer ante alumnos de la Universidad Católica sobre el conflicto árabe-israelí, se desvaneció en medio de la conferencia. Murió aquella mañana, defendiendo sus ideas.
Ocurrió hace 40 años, Israel aprendió la lección de ser cada vez más fuerte y no bajar la guardia, y a mantener su superioridad tecnológica, basada en el talento creativo e innovador de su gente. Y también, sabe que hay luchar para que la historia trágica del conflicto pueda cambiar algún día.
Debes estar conectado para publicar un comentario. Oprime aqui para conectarte.
¿Aún no te has registrado? Regístrate ahora para poder comentar.