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| miércoles noviembre 20, 2024

Mexicanos en las filas de ejército israelí


Cuatro jóvenes de ascendencia israelí realizan su servicio militar en las Fuerzas Armadas de esa nación. Tienen planes de estudiar y de viajar, pero también de volver al país donde nacieron, señalan.

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Los soldados israelíes Pamela Peretz, Dan Laureano, Galia Goldchain e Isac Nissani, judíos nacidos en México, posan en un parque de Tel Aviv. (Foto: JANA BERIS / EL UNIVERSAL )

JERUSALÉN.— ¿Qué tienen en común un soldado de combate, un contacto con la prensa internacional, un enfermero y una experta en vigilancia por pantalla? Pues en el caso de Dan Laureano, Galia Goldchain, Isac Nissani y Pamela Peretz, que los cuatro son soldados en las Fuerzas de Defensa de Israel… y que son mexicanos. Llevan con orgullo ambas condiciones: el haberse radicado en Israel y estar hoy sirviendo en su ejército, como corresponde que haga todo ciudadano, pero también el llevar siempre a su país natal, México, en el corazón, como parte, para siempre, de su identidad.

Estos jóvenes sirven en distintas bases en diversos puntos del país, y el punto de encuentro con EL UNIVERSAL, aunque ubicado cerca del Estado Mayor del Ejército, nada tiene de militar: un hermoso parque que irradia calma y paisaje pastoral, que hasta choca un poco con el movimiento muy urbano de la ciudad en la que nos damos cita, en Tel Aviv.

Cada uno recibe permiso de su comandante para ausentarse por unas horas a fin de reunirse con un diario mexicano a contar sus experiencias. Para que se concrete al fin la cita colectiva, tras no pocos intentos, Pamela Peretz (21), oriunda de Pacheco, Hidalgo, tiene que asegurarse de que no le toque ningún turno de cuatro horas en el lapso programado para el viaje a la entrevista.

Es que tiene bien claro que cuando está allí instalada frente a la pantalla de vigilancia no puede ni darse vuelta un segundo y debe mantener la vista fija en lo que está ocurriendo afuera, en el terreno, en una de las fronteras de Israel. Una distracción, aunque no sea más que momentánea, puede ser fatal, ya que “justo en el instante que me volteo, si pasa un terrorista y yo no lo vi, puede llegar a una casa y matar una familia entera”, explica.

Cuatro horas mirando una pantalla

“Es muy difícil pensar que en algún momento puede llegar una persona, cruzar la frontera e ir con el fin de matar a alguien”, dice Pamela. Y al preguntarle si no es difícil soportar cuatro horas mirando la pantalla sin cesar, no duda al responder: “Yo no podría vivir pensando que por mi distracción alguien puede morir, así que con eso te concentras más y pones más fuerzas para seguir ahí”.

La responsabilidad le permite “inventarse” formas de lidiar con la situación, como dar caras a la gente que vive en la zona, a la cual, de hecho, está protegiendo.“Pienso que la gente que está viviendo cerca de ahí es como mi familia, podría ser la casa de ellos a la que entran y empiezan a matar gente y no puedo quitarme eso de la cabeza”.

También Dan Laureano (22) cuida, aunque de otra forma. Cumpliendo un sueño de niño, es soldado en una unidad de combate, Golani, sobre la que dice orgulloso que es “de las más requeridas” por los reclutas que llevan a cabo su servicio militar. No es fácil y Dan explica que esto implica lidiar con desafíos físicos y mentales. Y justamente cuando la situación no es sencilla tiene clara la solución: “Lo que te impulsa a seguir adelante es pensar que tú eres el que está cuidando el país”.

Prefiere no entrar en detalles pero admite que ha estado en situaciones de riesgo, por ejemplo cuando le ha tocado cuidar la línea fronteriza entre Israel y la Franja de Gaza, que él presenta hoy como “la más caliente”. “Hay que poder reaccionar porque si hay algún intento de ataque o alguien se pasa con intención de hacer un atentado y agredir, hay que llegar lo más rápido posible y hacer lo que se tenga que hacer”, cuenta. Al preguntarle si alguna vez sintió miedo, no lo niega, aunque agrega de inmediato: “Pero sabía que íbamos bien preparados, que no estaba solo, estaba con mis amigos y mis comandantes, los oficiales. Y que si hubiera pasado algo estaban cuidándome a mí también porque hay otras fuerzas militares en la frontera con Gaza y no sólo mi unidad”.

Consciente de la problemática de la zona, a Dan le es importante explicar: “Israel tiene todo lo que se necesita para responder a cualquier agresión que pueda pasar en la frontera, pero su intención no es abrir una guerra en la frontera, sino garantizar la calma”. Recuerda que el ejército israelí se retiró de Gaza hace ya más de siete años (octubre 2005), pero que “los movimientos extremistas y terroristas que existen continúan tratando de dañarnos lo más que se pueda y nosotros estamos ahí para brindar seguridad a la gente del área y al resto de la población de Israel”.

También Isac Nissani (21), en definitiva, trata de brindar seguridad, aunque no a la población civil, sino a sus propios compañeros, al desempeñarse como enfermero en una base de artillería. Pasan por sus manos todo tipo de lesionados y heridos, y aunque el deseo original de Isac era ser controlador de vuelo en la Fuerza Aérea, lo cual no logró, hoy está más que satisfecho con lo que le ha tocado. Y tanto que piensa, en el futuro, estudiar medicina. Le hace bien sentir que se puede unir y acercar a la gente al atenderla y se siente útil si ayuda a una persona que quizás está por perder el conocimiento y él la apoya, la lleva al hospital y luego, cuando se recupera, puede sentir un vínculo singular.

“Yo siento que debo poner el alma en lo que hago”, explica Isac. “Si hay una persona que necesita tratamiento, estoy ahí para darle el máximo, lo mejor que pueda darle: si es mandarle al hospital, si es dejarlo en la base con suero porque se deshidrató, si es mandarlo a casa por cualquier problema que haya tenido, pues lo hago”. Y de fondo, le ayuda una convicción: “el ejército de Israel tiene más que nada que dar seguridad al país y yo estoy seguro de que si las Fuerzas de Defensa de Israel no existieran no se podría vivir aquí”.

La mayor del grupo es Galia Goldchain, de 26 años, que, de hecho, por su trabajo en la unidad del Portavoz del Ejército es quien hizo posible a este diario el encuentro con sus compatriotas. Está acostumbrada a las combinaciones con la prensa internacional, en este cargo que le ha abierto la mente a un mundo que desconocía, lo cual le apasiona. A veces, sin embargo, le resulta difícil ver cómo puede haber quienes cubren situaciones de conflicto en la zona sin pedir jamás, por ejemplo, la versión de los hechos del lado israelí.

Galia se voluntarizó al servicio militar tras haberse licenciado en Relaciones Internacionales en el país y haber hecho una maestría en Holanda en Sociología de la Tecnología. Al decidir permanecer en Israel, tuvo claro que hacer el servicio militar sería clave para la vida en el país. Y haber llegado a la unidad del portavoz le ha abierto un nuevo mundo. Conoce bien el ejército desde adentro y sólo así siente que puede sugerir a la prensa facetas a cubrir, que suelen no aparecer en los titulares.

“Yo veo cosas de Israel que en el mundo no se ven, que no llegan a la prensa”, explica. “Hay muchísimo desarrollo tecnológico en Israel, que se origina en el ejército, porque tiene que superarse continuamente. Está la cara humana del ejército, formado por gente de todos lados de la sociedad israelí, de muchos lugares del mundo”. Galia recuerda además que “como el ejército es obligatorio y todo el mundo tiene la misma ropa, no sabes si la persona al lado tuyo es hijo de un multimillonario o si tiene que trabajar duro para alimentar a su familia… y no importa porque todos llegan al mismo lugar y de ahí de verdad está en la persona el poder llegar a ser oficial, hacer una carrera militar impresionante o todo lo contrario, o también algo en el medio”.

Estos cuatro jóvenes mexicano-israelíes se sienten profundamente inmersos en la sociedad a la que se sumaron años atrás. Y al mismo tiempo, México ocupa un lugar importante en sus vidas. “Ahí están mis raíces… siento nostalgia, y estoy orgullosa de ser mexicana”, afirma Pamela.

“México es una de las cosas más importantes de mi vida”, asegura por su parte Isac. “Me importa por mi familia y mis amigos que están ahí, pero también como país, como parte de mí mismo”. Galia destaca que “México es mi infancia, gran parte de mi identidad” y Dan comenta que “México representa algo muy especial para mí, porque allí nací y crecí… y lo quiero mucho”.

Cada uno de estos cuatro jóvenes tiene planes para cuando finalice el servicio militar obligatorio. Estudios, matrimonio, viajes… volver a México por un tiempo… Pero mientras tanto, como soldados en las Fuerzas de Defensa de Israel, piensan seguir aportando. Para ellos, al parecer, el secreto del éxito está en hacer las cosas bien.

 
Comentarios

No son ciudadanos mexicanos, son israelitas que trabajan para el proyecto sionista. Lo de la ciudadanía mexicana es solo un medio

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