En el Desierto del Sinaí, Di-s ordena realizar un censo de las doce tribus de Israel. Moshe cuenta 603.550 hombres de entre 20 y 60 años; la tribu de Leví es contada aparte, totalizando 22.300 hombres de un mes de edad en adelante. Los Levitas deben servir en el Santuario, reemplazando a los primogénitos, a cuyo número se aproximaban, por haber sido estos últimos descalificados por su participación en la idolatría del Becerro de Oro. Los primogénitos que no tenían un Levita que los reemplace, debían pagar un “rescate” de cinco shekel para ser redimidos del servicio.
Cuando el pueblo levantaba su campamento para viajar, los tres clanes Levitas desmantelaban y transportaban el Santuario, para luego rearmarlo en el centro del próximo campamento. Luego erigían sus propias tiendas a su alrededor: los Kehatitas, quienes cargaban sobre sus hombros los utensilios del Santuario (el arca, la menorá, etc.) en sus coberturas especialmente diseñadas a tal efecto, acampaban en el sur; los Gershonitas, a cargo de los tapices y cortinas, al oeste; y las familias de Merarí, que transportaban los paneles de las paredes y los pilares, al norte. Frente a la entrada del Santuario, hacia el este, estaban las tiendas de Moshe, Aharón y sus hijos.
Más allá del círculo de los Levitas, las doce tribus acampaban en cuatro grupos de tres tribus cada uno. Hacia el este estaban las tribus de Iehuda (74.600), Isajar (54.400) y Zvulún (67.400); al sur Reubén (46,500), Shimón (59,300) y Gad (45,650); al oeste Efraím (40,500), Menashé (32,200) y Binamín (35,400); y al norte Dan (62,700), Asher (41,500) y Naftalí (53,400). Esta formación también era mantenida mientras viajaban. Cada tribu tenía su propio nasí (príncipe o líder), y su propia bandera con el color de la tribu y su emblema.
EL MAGUEN DAVID
Mucho se ha especulado acerca del origen del símbolo judío por excelencia: El Maguen David, la Estrella de David. Y es en nuestra Parashá donde lo encontramos por primera vez.
Tres tribus acampaban al norte, tres al sur, tres al este y tres al oeste, con el Mishkan en el centro. Si unimos con líneas esos cuatro campamentos, ¿qué obtenemos? Una estrella de seis puntas.
TODOS VALEN
Con respecto a la orden de Di-s de efectuar el censo Rashi comenta que Hashem cuenta al pueblo por el intenso amor que siente por él. ¿Qué podemos aprender de esto? Entre los judíos hay gente de diferentes niveles, tanto en cuanto a observancia como a riqueza espiritual o material. Cuando alguien quiere disminuir los méritos de otro dice: “Es un Don Nadie”. Cuando Di-s ordena el censo dice que sean contados como “uno”, sin diferencias. Para Di-s todos los judíos son iguales, pues todos llevan un alma que es parte de Él mismo.
En el desierto
Por Yanki Tauber
En el desierto no hay ni oficinas, ni fábricas. Si vives en el desierto, lo más probable es que no tengas trabajo. No tendrás jefes diciéndote lo que hacer, ni empleados bajo tu mando.
En el desierto no hay barrios, por lo que nunca vivirás ni en la mejor ni en la peor zona de la ciudad. No hay centros comerciales ni supermercados, por lo que tu único alimento será el Mana, y te calzaras los mismos zapatos durante 40 años.
Esa es la razón por la cual, según nuestros sabios, Di-s nos dio la Torá en el desierto.
Si nos hubiese entregado la Torá en Wall Street, El tendría que haber dispuesto una comisión directiva y a un CEO, director general. Si nos la hubiese entregado en la Tierra Santa, El tendría que haber decidido si la quería entregar en la religiosa Jerusalem, o en la mística Safed o en la tecnológica Tel Aviv. O quizás El prefería entregarla en un Kibutz Marxista o en un asentamiento sionista.
Di-s decidió que la Torá no tenga accionistas, ni estructura corporativa, ni social, ni política. En realidad no quería que tuviese ninguna estructura. Solo la Torá y nosotros.
¿No hubiese sido genial quedarnos en el Desierto?
En realidad una vez que Di-s vio que entendimos el mensaje – que la Torá no es producto de una era en particular, ni ámbito cultural, y que es posesión absoluta e inequívoca de cada uno de nosotros- El nos envió a las ciudades y pueblos de Su mundo, a las granjas y mercados, a las universidades y a los edificios de oficinas. El nos dijo que ahora que El hizo su parte, ahora es nuestro turno de hacer a la Torá relevante en el contexto de nuestros lugares y ambientes.
De todas formas estaría bueno volver al desierto de vez en cuando, al menos de visita.
(Extraído de www.es.chabad.org)
La Mitzvá de HAJNASAT ORJIM (recibir invitados), tiene una prioridad especial, a punto tal que el Talmud dice que HAJNASAT ORJIM sustituye incluso el hablar con Di-s.
Rabí Janoj de Bendin cierta vez entró apresuradamente a la cocina de su casa y prácticamente sin aliento le dijo a su esposa: » Pronto ¡Tenemos un visitante muy especial, prepara adecuadamente la mesa!»
La esposa inmediatamente colocó el mantel y todos los cubiertos y platos de Shabat.
Cuando el invitado llegó Rabí Janoj le ayudó a quitarse el abrigo, y se dirigió a él con gran respeto durante toda la comida.
Cuando el individuo ya se había retirado, la señora del Rabino preguntó: ¿Quién es este hombre al que atendimos con tan respetadamente?. A lo que su esposo respondió: «Lo desconozco, es un viajante que pasó por nuestro pueblo»
Y ¿por qué le concediste tanto honores?, -preguntó la mujer.
«Debido a que el Talmud nos dice que recibir a un invitado, aunque sea desconocido, es más importante que recibir a la Shejiná (presencia de Di-s) y… ¿qué no haríamos para recibir la Presencia Divina en nuestro hogar?»
https://www.facebook.com/groups/446798878780085/
Excelente la Parasha y la nota de Tanqui Tauber ,muy emotiva