La foto de los líderes religiosos persas llorando ante el féretro con los dudosos fragmentos del comandante supremo de la fuerza Al-Kuds, demuestra dos cosas: el golpe ha sido acertado y ha sido tremendo. No lloran, no, por sus muertos interiores, por los pobres torturados y encarcelados que disienten de sus ideas, sino por el más duro de los militares del Irán imperial e intervencionista. Un héroe nacional para Teherán y un criminal en toda la regla para Occidente. Cuando ...