Decía mi madre —que en paz descanse— que no hay que confundir la gordura con la hinchazón. Y con los años, esa frase se me volvió aún más real. Ahora que me hice intolerante a los lácteos, cada vez que peco con algún queso, se me hincha el estómago como si tuviera una infestación de lombrices infantiles. Lo menciono no solo por nostalgia, sino porque me pasa algo parecido con ciertos colegas de trincheras con los que a veces no ...
El manual del perfecto antisemita (y del tonto útil)
Junior Aguirre Gorgona para Porisrael.org