Cada mañana, cuando se levantaba, Schmuel el Buscador de Cortezas, admirador del Baal Shem Tob, a quien había visto sanar niños y ancianos, salía de su cabaña fuera invierno o verano, nevara, lloviera o luciera el sol, y decía en voz alta: -Luz del aire, luz del aire: que cada punto del mundo contenga para mi todo el mundo. Después se adentraba con su pequeña hacha de mango brillante en el bosque de los Cárpatos que rodeaba su aldea, una enorme bolsa ...