La imagen, ciertamente, era buena. Estuvo bien ver a un presidente estadounidense y a un primer ministro israelí juntos en el estrado, en lo que parecía un despliegue de auténtica buena voluntad. Tal vez lo más importante, y prometedor para el futuro, fue la manera en que abordaron el mantra de la solución de dos Estados. Por primera vez en años, se hicieron matizaciones a lo que se había convertido un eslogan vacío de significado. El primer ministro Netanyahu reiteró la posibilidad de los dos Estados, ...