Llevo semanas si no meses observando a la juventud-más chicas que chicos, es cierto- entregada al arte fotográfico del selfie o autorretrato, peinándose una y otra vez, admirándose o escrutándose los hoyuelos y las pecas con una pasión narcisista que la técnica permite y avala. Nada de mirar el entorno, de ayudar a los ancianos a cruzar la calle, nada de leer un libro, de realizar-salvo excepciones- algún que otro trabajito social gratis. De un lado los hijos e hijas ...