La reciente experiencia en Afganistán e Irak ha quitado las ganas a la mayoría de los estadounidenses de construir naciones –o, por mejor decir, construir instituciones o Estados–. Esta aversión es comprensible, pero equivocada. La experiencia reciente nos debería llevar a redoblar nuestro compromiso para con nuestros aliados en la erección de instituciones estables, legítimas y eficaces, porque el coste de no hacerlo es muy elevado. Tanto en Irak como en Afganistán hubo dignos progresos en la construcción del Estado antes ...