La preocupación de gran parte de la clase política israelí por garantizar por ley la judeidad de Israel, que no gusta nada a la izquierda, es una medida feliz que ni me asombra ni me desagrada. Por el contrario, en momentos en que la hidra del antisemitismo asoma su múltiple cabeza desde Nueva Zelanda a Venezuela y de la Rusia de Putin y al París de Holande, conviene afirmar que hay un único estado judío al que le concierne y ...