Yoav J. Tenembaum
5/08/2011
Las últimas oleadas de manifestaciones en Israel han sorprendido a la mayoría de los observadores y políticos, incluyendo al Primer Ministro Benjamin Netanyahu. De hecho, incluso los propios manifestantes están sorprendidos de los efectos de lo que han hecho.
Los grupos que han organizado las manifestaciones, por no hablar de los que participaron en las mismas, casi nunca son monolíticos en su lealtad política y puntos de vista económicos.
En las manifestaciones se puede ver una gran cantidad de banderas rojas y fotos del Che Guevara, por un lado, y banderas de Israel y flores, por el otro. Se pueden notar consignas, desde la más ridícula (comparando a Netanyahu con Mubarak y Assad) hasta la más inocente (pidiendo una mejor calidad de vida).
Se ha informado que partidos políticos, desde el comunista hasta Kadima, partido de oposición de libre mercado, han colaborado activamente en la organización de las protestas que tuvieron lugar durante las últimas tres semanas.
Sin duda, también los miembros del partido gobernante Likud se han expresado en favor de las manifestaciones.
Las encuestas de opinión indican que una abrumadora mayoría de los israelíes apoya las manifestaciones.
Los manifestantes han ganado muchos adeptos en la mayoría de los partidos políticos y, sobre todo, en los medios de comunicación impresos y electrónicos.
Ninguno de los grupos políticos que representan diversos intereses en la sociedad israelí, ha asumido el liderazgo de este movimiento, que está aún por definirse.
Su falta de experiencia política se ha convertido en cristalina cuando pidieron, a plena luz de las cámaras de televisión, en público y en vivo, negociaciones a realizarse exclusivamente con Netanyahu. Afirmaban que estaban pidiendo transparencia. En realidad terminaron provocando comentarios críticos de muchos en Israel, incluso del presidente de la Federación de Trabajadores, un poderoso aliado potencial. Lo que se hizo transparente, entonces, fue su irritante arrogancia.
Tuvieron que admitir que habían cometido un error.
Netanyahu, quien, para empezar, ha tratado de comprender a los manifestantes, ha dicho que un espíritu populista ha envuelto al país.
Tiene razón.
Sin embargo, algunas de las quejas que transmitieron los manifestantes tienen sentido. Después de todo, afirman que el costo de vida en Israel es alto; que a la mayoría de las familias les cuesta llegar a fin mes; que los impuestos indirectos son muy altos; que el alquiler de un departamento puede comerse una porción considerable del presupuesto familiar…
Traducir sus quejas en demandas concretas es lo que hace la diferencia entre montar una manifestación y presentar peticiones concretas y viables.
Este proceso, sin embargo, supone un debate interno entre los dirigentes de los manifestantes, que aún debe ser definido.
Los llamados a un cambio, que emanan de los manifestantes y sus partidarios, han sido efectuados en nombre de la clase media, y han abarcado desde reformistas moderados hasta revolucionarios radicales: desde introducir algunos cambios en el sistema económico hasta cambiar el propio sistema económico.
El gobierno encabezado por Netanyahu ya ha dicho que estaría dispuesto a introducir cambios. De hecho, el gobierno ha creado una comisión de ministros, asesores y académicos, para abrir un diálogo con los manifestantes.
Durante los últimos años, el gobierno israelí, junto con el banco central, ha seguido una prudente política fiscal y monetaria, destinada a evitar una crisis en Israel, similar a las crisis que han afectado a muchos países de Europa.
El éxito de Israel en mantener un estable sistema macro-económico, en medio de la crisis económica mundial, ha sido hecho notar por parte de muchos observadores económicos, incluyendo las principales agencias calificadoras de crédito.
Un cambio económico radical, en este momento, podría hacer descarrilar este proceso. Una constante luz amarilla intermitente está – en realidad, debería estar – frente a los tomadores de decisiones en Jerusalem, cuando discuten sus próximos pasos.
Netanyahu quiere difuminar esta dinamita política, sin echar abajo el edificio macro-económico. Es una tarea difícil. El Ministerio de Finanzas, se ha informado, teme que Netanyahu podría exagerarlo. Netanyahu, por su parte, se dice que está frustrado por la pasividad del Ministerio de Finanzas. Ambos podrían tener razón.
El problema es que Netanyahu piensa en términos políticos, no menos que en los económicos, mientras que el Ministerio de Finanzas piensa en términos económicos, más que en términos políticos.
El gobierno de Netanyahu no está en peligro en este momento. Realmente, es muy estable. No obstante, Netanyahu podría temer las consecuencias políticas, a largo plazo, derivadas de esta última crisis interna.
Harold Macmillan, Primer Ministro británico entre 1957 y 1963, dijo, con el beneficio de la retrospección, que lo que más temía, mientras se desempeñaba como Primer Ministro, eran las sorpresas.
Netanyahu parece estar teniendo un montón de sorpresas últimamente.
Yoav Tenembaum es profesor en el Programa de Diplomacia de postgrado (Departamento de Ciencias Políticas) de la Universidad de Tel Aviv. Presentó su tesis doctoral en Historia Moderna en la Universidad de Oxford (St.Antony’s College) y su maestría en Relaciones Internacionales en la Universidad de Cambridge (St.Edmund’s). Cursó su BA en Historia en la Universidad de Tel Aviv. Sus artículos han sido publicados en diversos diarios, revistas y publicaciones académicas, entre ellas, American Diplomacy, Foreign Service Journal, History and Policy, History News Network, Miami Herald, Jerusalem Post, Haaretz, y muchas otras publicaciones en Inglés y español. Ha vivido en varios países, entre ellos Argentina, Estados Unidos (Nueva York), Gran Bretaña e Israel.
http://www.globalpolitician.com/27014-israel-economy-politics-natanyahu
Traducido para porisrael.org por José Blumenfeld
Difusion: www.porisrael.org
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