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La primavera del fundamentalismo islámico


Georgy Gounev

Agosto 2, 2012

http://www.gatestoneinstitute.org/3240/spring-islamic-fundamentalism

¿Hasta qué punto se debe confiar en un líder islámico cuando proclama su intención de actuar de acuerdo con todos los requisitos de un sistema político democrático y respetar los principios de libertad religiosa y política?

La habilidad de la prensa americana de ignorar un evento “políticamente incorrecto”, sin tener en cuenta su importancia, es familiar. Uno de los mejores ejemplos es la invitación cursada por el Presidente Obama al Presidente de Egipto, Mohamed Morsi, para una visita oficial a los Estados Unidos durante la sesión de Septiembre de la Asamblea General de las Naciones Unidas.

La pregunta más frecuentemente hecha inmediatamente después de las elecciones presidenciales en Egipto es: ¿Hasta qué punto se debe confiar en un líder islámico cuando proclama su intención de actuar de acuerdo con todos los requisitos de un sistema político democrático? También, ¿Cuánto se debe confiar en un líder islámico cuando promete respetar los principios de libertad religiosa y política?

¿Cuál, por ejemplo, es el valor de la siguiente declaración: “Los clérigos islámicos ayudarán a conducir la revolución pero luego ellos se apartan a un lado para dejar a otros gobernar” O: “Críticas al gobierno islámico serán toleradas”?

¡Vaya..! ¡Perdón por el error! Esas no fueron las palabras del nuevo presidente recién elegido de Egipto, Mohamed Morsi. Estos pensamientos alentadores fueron expresados por el Ayatollah Khomeini el 25 de Septiembre de 1978, apenas cuatro meses antes de su retorno triunfal a Teherán.

Lo que Khomeini hizo a continuación es bien sabido; no hay necesidad de repetirlo aquí. El 18 de Agosto de 1979, sin embargo – menos de un año después de sus declaraciones pro-democracia- los pensamientos del poderoso dictador de Irán hubieron de adquirir una dirección diferente. Cuando se dirigió a los participantes en unas manifestaciones de algunos desilusionados jóvenes ex partidarios, el enojado clérigo emitió la siguiente advertencia: “Repito por última vez: “Absténganse de hacer reuniones, de blasfemar, de protestas públicas. De otra manera les romperé los dientes.”

El 2 de febrero de 2011, The American Thinker publicó un artículo por este autor, explorando las similitudes y diferencias entre los acontecimientos en Egipto e Irán. Mientras que los principales medios de comunicación estaban eufóricos por lo que parecía un amanecer de democracia sobre el Nilo, el artículo declaraba: “Las manifestaciones que estremecieron a Teherán en su momento y a El Cairo ahora tienen un componente islámico y violento claramente visibles.” También enfatizó el rol prominente que las acciones de la administración del Presidente Obama estaban a punto de cumplir en la conformación del futuro sistema político del más importante país árabe.

Como presidente electo, Mohamed Morsi prometió establecer “un estado civil y democrático en Egipto.” El también dijo que nombraría como vicepresidente a una mujer y un cristiano, y aseguró a periodistas egipcios que no habría islamización de la vida cultural del país. Morsi añadió, sin embargo, que a aquellos periodistas que hubieran publicado artículos apoyando el tratado de paz con Israel no se les permitiría practicar su profesión.

Si uno compara nuevamente los acontecimientos egipcios con los precedentes iraníes, Mohamed Morsi está usando actualmente el vocabulario de Khomeini de Septiembre de 1978. La pregunta es: ¿Qué tipo de declaración hará si logra el nivel de poder que Khomeini gozaba en Agosto de 1979?

La Secretaria de Estado Clinton orgullosamente declaró en El Cairo que los Estados Unidos no tenían ninguna preferencia con respecto a los participantes en las elecciones egipcias. A pesar que su anuncio siguió un consolidado patrón de corrección política, al mismo tiempo reflejó la estrategia completamente errónea de la administración Obama. Dicha política está basada en la absurda premisa de que exponiendo el fundamentalismo islámico como el enemigo principal de la democracia y de la civilización occidental, los políticos americanos están poniendo en peligro a Estados Unidos más de lo que las acciones de los jihadistas lo hacen. Fue esta “estrategia” la que contribuyó inmensamente a la victoria electoral de los Hermanos Musulmanes. Veinticinco millones de ochenta millones de egipcios prefirieron no votar del todo; el resto de los votos fueron casi divididos entre Mohamed Morsi y su principal rival – el General Ahmed Shafik, un asociado cercano al ex presidente Hosni Mubarak.

La diplomacia Americana tenía un mejor camino que seguir. Una garantía definitiva debió haberse dado a los efectos de que Estados Unidos respetaría la elección del pueblo egipcio. Al mismo tiempo, si el nuevo gobierno tratara de cambiar el sistema político de Egipto imponiendo una ideología, que discriminara contra mujeres y minorías, y que violara el acuerdo de paz con Israel, no debería esperar ningún apoyo de parte de Estados Unidos.

Una de las muchas preguntas que la Secretaria Clinton debió haber formulado al presidente electo Morsi fue: “¿Si la Hermandad ha abrazado con tanta fuerza los ideales de la democracia política, cómo es posible que tal cambio crucial no haya afectado de ninguna manera la ideología de la organización?”

 

Nadie se sorprenderá que Mohamed Morsi no mencionara a la Sra. Clinton que la parte más importante de su ardiente discurso dado frente a una multitud entusiasta el 13 de Mayo de 2012 fue el lema de la Hermandad Musulmana: “El Corán es nuestra constitución. El profeta Mahoma es nuestro líder. La Jihad es nuestro camino. Y la muerte en nombre de Allah es nuestra más elevada aspiración.”

¿No sería lógico esperar que antes de enviar una invitación a Morsi para visitarlo en la Casa Blanca, el Presidente Obama preguntara a su futuro invitado cómo, si creyendo que su país debe someterse a la Ley Islámica, pretende él defender la constitución secular de Egipto?

Si la Jihad es el camino que Morsi quiere seguir, entonces ¿Cómo el Presidente Obama lo trata como a un invitado? Es entendible: Una vez que haya contribuido al ascenso de Morsi al poder, el Presidente debe lidiar con él sobre los asuntos de política internacional. Este hecho no significa, sin embargo, que el Sr. Obama deba colocarle la alfombra roja. Una recepción en la Casa Blanca para Morsi representará un gran impulso a –y la aprobación de- “la recopilación de la tormenta” del fundamentalismo islámico. ¿No fueron los jihadistas los que asesinaron a miles de americanos, y han dicho abiertamente que uno de sus más importantes objetivos ha sido siempre destruir el sistema político americano?

Si el ocupante de la Casa Blanca después de Noviembre de 2012 no sabe decir las palabras “fundamentalismo islámico”, América enfrentará tiempos duros no solamente en el exterior, sino también en casa.

Georgy Gounev, PhD; enseña “La ideología y la estrategia del Islam radical” y es el autor del libro “El lado oscuro de la luna creciente. La islamización de Europa y su impacto en las relaciones ruso-americanas”, Foreign Policy Challenges LLC,Laguna Hills, 2011.

 

Traducción para porisrael.org: Joseph Gabriel

Difusión: www.porisrael.org

 
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