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| viernes marzo 29, 2024

Líneas rojas, líneas verdes


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Esta semana, el Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) publicó un informe demoledor, según el cual los civiles sirios se habrían convertido ya en el mayor colectivo de desplazados del mundo: 2 millones de refugiados en otros países de la región, más 4 millones de desplazados internos. Y nada indica que esta situación vaya a mejorar en el corto o mediano plazo.

Ante la inacción política de Occidente y sus titubeos para represaliar a un régimen que ha traspasado todas las “líneas rojas” imaginables y que, según algunas informaciones, ya habría “cosechado” medio millón de víctimas de civiles, cabe preguntarse por qué la vida y el dolor de los desplazados por estas “líneas rojas” valen tantísimo menos para las Naciones Unidas y algunos de sus organismos que los de los que atravesaron la “línea verde”, como se denominan las fronteras israelíes tras el armisticio de 1949.

Uno de esos organismos, la UNRWA o Agencia de Naciones Unidas para los refugiados de Palestina en Oriente Próximo, por ejemplo, no tiene reparo moral alguno en subtitular la cabecera de su página web en español “Crisis humanitaria en Siria” con el siguiente llamamiento: “Más de medio millón de refugiados de Palestina necesitan tu ayuda”. ¿Ellos o sus vecinos que desde hace más de 60 años los acogen? Bien es verdad que, a pesar de las propagandas, en todo este tiempo, los refugiados palestinos han sido tratados (en Siria y en los otros países de la zona donde están sus campamentos) como ciudadanos “de segunda” (lo que históricamente se conoce como “apartheid”), negándoles la ciudadanía a ellos, sus hijos, nietos y bisnietos nacidos en el exilio. Por ello, cabe preguntarse por qué la citada UNRWA (la única agencia del organismo mundial dedicada en exclusiva a una población) no se integra en ACNUR, por qué dos millones de refugiados sirios valen menos que el millón y medio de refugiados palestinos en campamentos de Oriente Próximo.

Quizás la clave esté en que sea mucho más sencillo encontrar financiación (especialmente en el mundo árabe) para eternizar a los refugiados palestinos en su condición de apátridas (negándoles, de paso, el derecho, tras tres generaciones, a ganarse su propio sustento en igualdad de condiciones), que conseguir que los petroreyezuelos aflojen sus carteras para ayudar a las desgracias de desplazados infieles. Esa es una “línea de números rojos” que difícilmente la UNRWA esté dispuesta a traspasar, especialmente para sus más de 20 mil empleados.

 
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