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| viernes abril 19, 2024

Tiempo de rectificar


tiempo

Aunque estamos lejos de Yom Kipur, de vez en cuando es aconsejable hacer una cura de humildad, reconocer errores y pedir disculpas si alguien se ha sentido ofendido por nuestros actos, aunque lo hubiéramos hecho de forma no intencionada. Ello no significa que debamos arrepentirnos del camino que hemos decidido recorrer, ya que no estamos sólo para informar. Y sólo se puede aprender de los errores reconocidos.

La opinión y el comentario nos exponen a equivocarnos y amplificar por difusión el alcance de los fallos. Por ejemplo, en la editorial anterior mencionaba el apoyo de la cancillería soviética a la creación del estado de Israel, en contraposición a la postura del presidente estadounidense Truman, cuando la realidad fue que éste justamente tuvo que luchar dentro de su propio gobierno para apoyar el nacimiento de un estado judío, en contra de las posturas de otros miembros de su administración que se oponían.

El reconocimiento de este error histórico, sin embargo, no nos inmuniza de cara a futuros tropiezos con la realidad. Sin embargo, las principales reticencias no vienen generalmente de los datos, sino de las opiniones y del tono de los textos. Aquí tengo que reconocer y confesarme usuario habitual de la ironía y el sarcasmo, hasta límites que creía claros, pero que a veces parecen no serlos. Por ejemplo, los artículos “Bravo Lady Ashton” y “Yo de mayor quiero ser anti-israelí” en realidad apuntaban en el sentido opuesto al que declaraban sus títulos, como una forma de provocación. Hubo gente que no lo entendió así sino literalmente y se sintieron ofendidas. Mis disculpas. Intentaré ser más claro, pero no puedo prometer dejar de ser quien soy, ni disfrazarme de cordero, aunque no sea tampoco un lobo.

También me consta que algunas palabras del artículo “Navidades judías” han herido susceptibilidades. Desde aquí reitero mi profundo y sincero respeto por todas las sensibilidades religiosas, lo que no es óbice (al contrario) para señalar las torpezas (como equiparar a la Navidad con Janucá, más allá de la coincidencia en el tiempo de ambas festividades) o denunciar los errores (como hablar de Palestina para referirse a los tiempos de Jesús). Nada más lejos de mi intención que basar cualquier tipo de argumentación en cuestiones personales y colectivas ligadas a la fe: es el rasero para exigir de los demás un trato similar en correspondencia y no medirnos con una regla distinta.

El libro del Eclesiastés (que se atribuye tradicionalmente al rey Salomón) habla sabiamente de la distribución y simetría de los tiempos: nacer y morir, plantar y cosechar, amor y odio, guerra y paz. Opinar y rectificar.

Shabat shalom

 
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