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| martes abril 23, 2024

Los palestinos y los 100 años de la Declaración Balfour. Resistiéndose al pasado


 

Traducido por Hatzad Hasheni

En el centenario de la Declaración Balfour, los palestinos han lanzado una campaña pidiendo una disculpa oficial británica y una compensación. Este esfuerzo ilustra las formas en que el honor, la internacionalización, el simbolismo y el juego con la culpabilidad occidental configuran la cultura palestina de la negación, que impide el progreso hacia un estado palestino estable o hacia una paz con Israel.

El 22 de septiembre de 2016, el presidente de la Autoridad Palestina (AP) Mahmoud Abbas se dirigió a la ONU afirmando: “100 años han transcurrido desde la notoria Declaración Balfour, por la cual Gran Bretaña dio, sin ningún derecho, autoridad o consentimiento de nadie, la tierra de Palestina a otro pueblo”. Continuó pidiendo disculpas a Gran Bretaña. Abbas ha amenazado previamente con demandar a Londres por los daños resultantes de la declaración y la creación de Israel.

Esta tormenta contra el pasado también pudo ser vista en la exhibición reciente, en una conferencia en el University College de Londres, que reunió a islamistas británicos e israelíes revisionistas para exigir que el gobierno británico se disculpe por la Declaración Balfour, con el objetivo final de exponer “la ilegalidad del Estado de Israel, mientras se adoptan pasos prácticos para poner fin a la ocupación israelí de Palestina”.

¿Qué nos dicen esos esfuerzos sobre la cultura palestina y las perspectivas de paz?

La Declaración Balfour es un dato singular para israelíes y palestinos por igual. Después de largas negociaciones entre el gobierno británico y el movimiento sionista, Arthur Balfour, el Ministro de Relaciones Exteriores británico, emitió su famosa declaración el 2 de noviembre de 1917. La carta de Balfour al líder sionista Lord Rothschild, en la que declaró “su simpatía hacia el establecimiento en Palestina de un hogar nacional para el pueblo judío”, fue sólo una de una serie de comunicaciones británicas sobre el destino del Levante en tiempos de guerra. La correspondencia entre el Alto Comisionado Británico para Egipto, Sir Henry McMahon, y Hussein Ibn Ali, Sharif de La Meca, y el acuerdo secreto anglo-francés entre Sir Mark Sykes y Charles Georges-Picot no fueron menos consecuentes en la formación actual que vemos en el Medio Oriente.

Los árabes tardaron un tiempo en expresar su oposición a la Declaración. El informe británico sobre los disturbios de Palestina de 1921 señaló que “el Alcalde de Tulkarem habla de la Declaración de Balfour y, si tiene o no una idea más clara de su importancia que la de otras personas, ciertamente expresa su opinión al respecto”. Las objeciones palestinas a Balfour son perfectamente capturadas por el historiador Bayan al-Hut: “Esta es una promesa hecha por alguien que no tenía derecho a darla a quienes no tenían derecho a recibirla”.

El establishment británico se dividió y comenzó a responder negativamente al sionismo y a Balfour a principios de los años veinte. Esto reflejaba la fusión del tradicional antisemitismo del establishment con su creciente comprensión que el mandato de la Sociedad de Naciones para la implementación de la Declaración de Balfour era un gravamen imposible para un imperio sangrante y financieramente agotado por la guerra. Esta actitud fue una subcorriente pronunciada durante los años del Mandato. Según el historiador palestino Walid Khalidi, un funcionario británico, Comisionado de Distrito Interino para la Galilea, Blenkinsopp, solía hacer circular una “refutación” de la Declaración de Balfour a sus colegas cada año… el 2 de noviembre.

En el pasado, los palestinos han señalado al Mandato como el ejercicio ilegítimo del imperialismo británico, donde, como lo expresó al-Hut, “un pueblo concede a un segundo pueblo lo que pertenece a un tercer pueblo”. La oposición a la Declaración Balfour es descrita como el comienzo del “colonialismo colonizador”.

Esta innovación asegura cuidadosamente el culto a la culpabilidad post imperial de Gran Bretaña como una responsabilidad por los “crímenes israelíes”, incluida la “complicidad” en la supuesta “represión cultural” de los palestinos. Al mismo tiempo, el enfoque promete redimir el antiguo sentido palestino del honor manchado por no haber “resistido” al sionismo.

Pero el esfuerzo actual contra Balfour también ilustra otras respuestas palestinas estándar. Por un lado, enfatiza unilateralmente la impotencia palestina y la debilidad árabe tanto en el pasado como en el presente. La “resistencia” contra el Imperio Británico y los sionistas, tanto violenta como no violenta, fracasó – y por lo tanto, de acuerdo con la práctica histórica palestina, la cuestión debe ser internacionalizada.

La ironía, sin embargo, es que el compromiso totalmente legal de Balfour, ratificado por la Sociedad de Naciones en 1920, es atacada de la misma manera que la recomendación de partición de 1947 de la ONU Palestina fue condenada: como ilegítima e injusta. Para los palestinos, la internacionalización debe producir el resultado que desean, a pesar que el historial muestra que rara vez lo logran.

Hay otros elementos tradicionales en la campaña contra la Declaración de Balfour, no menos en los errores del simbolismo sino también en la acción práctica. Presumiblemente una disculpa lograría una restauración parcial del honor nacional palestino y constituiría otro paso hacia la completa erradicación de Israel. Sin embargo, a pesar de la vaga declaración de los activistas palestinos que exigen “una compensación por Balfour” – que se pondría en contra de las demandas de compensación por los refugiados judíos de los países árabes – es difícil ver qué valor directo tendría una disculpa para ayudar a establecer un estado palestino.

Las peticiones de disculpas y compensaciones han cambiado poco desde que la Misión para la Investigación Económica de la ONU informó sobre una visita a Gaza en 1949: “En uno de los campamentos, los refugiados organizaron una gran demostración. Una gran señal había sido impresa en inglés en la que estaban los siguientes puntos, numerados como se indica: 1. Envíennos de vuelta a nuestras casas. 2. Compensarnos. 3. Manténgannos hasta que seamos compensados. Lo que tenían en mente cuando decían “compensados” lo dejo a vuestra imaginación.

El sentido actual expresado por el liderazgo palestino en cuanto al tiempo y al compromiso con el simbolismo merece otros comentarios. Mientras que a partir de la década de 1960 Yasser Arafat guio al movimiento palestino a través de las corrientes cambiantes del Tercer Mundo y la Guerra Fría, hoy esa habilidad ya no es tan evidente ni notable. Las protestas por el aniversario de la Declaración Balfour están surgiendo justo cuando el sistema estatal árabe se encuentra en su punto más bajo. Siria, Yemen y Libia ya no existen, Irak está dividido entre una zona iraní, una entidad ISIS cada vez más reducida, hay un Kurdistán independiente (en todo menos en el nombre), y el Líbano es una cáscara dominada por los chiítas. La Autoridad Palestina es un pseudo-estado que sólo existe gracias a la ayuda extranjera y a la ayuda israelí en temas de seguridad.

El tono de protesta hacia la Declaración de Balfour: “Lo que está ocurriendo en Palestina es la mayor injusticia social de nuestro tiempo”, dijo un organizador de la conferencia – no es simplemente un lamento por una época en la que los palestinos aparentemente estaban en el centro de la agenda de los árabes y la política musulmana, sino que es una resistencia a la realidad empírica.

La campaña de apología contra Balfour  es,  por tanto, otro elemento de las guerras palestinas contra los hechos históricos inconvenientes que deben ser negados, atacados, reescritos o de otra forma asaltados, en lugar de debatirse, concederse o compartirse. Este enfoque explica las declaraciones palestinas tan extraordinarias como la negación de Arafat que hubo un templo judío en Jerusalén; la declaración de Saeb Erekat que los palestinos son descendientes de habitantes epipaleolíticos y, por tanto, que son ellos la “auténtica” población indígena de la tierra; y la insistencia que los judíos son sólo los fieles a una religión y no miembros de una nación.

Aquí la “resistencia” se elimina en el fabulismo obstinado. La realidad debe ser manipulada para adecuarse a una ideología religiosa y a los elementos fantásticos inventados. Los ejemplos palestinos deben ser colocados en contextos más amplios, desde las afirmaciones religiosas sobre los jueces pérfidos y maldecidos hasta las afirmaciones históricas sobre el descubrimiento musulmán de América, la invención del vuelo y, más oscuramente, los tiburones de ataque sionistas o la “conspiración para destruir el Islam”.

Estos conceptos – redimen el honor caído, la victimización perpetua, la responsabilidad internacional y los logros en base a la culpa por lo que la política y la fuerza de las armas no pueden conseguir – son ideas culturales transmitidas sin cesar por los líderes palestinos a través de su sistema educativo y los medios de comunicación. Pero también se reflejan en la política palestina. A cada paso, las negociaciones llegan a un escenario de definición y luego se detienen porque el compromiso con la narrativa impide una “restauración” completa de lo que nunca fue. Combatir acontecimientos centenarios y esperar producir otro resultado es consistente con este patrón. Es poco probable que esto ayude a construir una sociedad palestina estable o una paz con Israel.

 

***Alex Joffe es un arqueólogo e historiador. Es miembro de Shillman-Ginsburg en el Foro de Oriente Medio.

 

 
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