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| viernes abril 26, 2024

¿Una nueva era dentro del Departamento de Estado?


Desde el inicio de la partición del Mandato de las Naciones Unidas en Palestina y la creación del Estado de Israel, el Departamento de Estado estadounidense ha promovido un enfoque basado en quejas y agravios dentro del conflicto árabe-israelí. Su personal ve la privación palestina (de estatidad, sueños etc.) como el principal obstáculo a la paz. Por lo tanto, los esfuerzos diplomáticos estadounidenses, han estado enfocados en apaciguar dichas quejas. A un año del comienzo de la administración Trump, existen indicios  que esta situación está cambiando.

Después de la Segunda Guerra Mundial, Loy Henderson, director del Buró de Asuntos del Cercano Oriente, África y del Sudeste Asiático, cultivó la cultura que definiría toda la perspectiva del Departamento de Estado en el Medio Oriente. Henderson inundó su oficina con especialistas conocidos como “arabistas” debido a su amor por el idioma árabe y la cultura árabe. Esto sufrieron de lo que Robert D. Kaplan, en su trabajo seminal sobre el tema llamadas “localitis” and “clientitis” – “preocupación indebida” y “clientelismo” y sus simpatías con los musulmanes a menudo estuvieron acompañadas por un rechazo hacia Occidente y en especial a Israel. En sus Memorias, Harry S. Truman escribió que “los especialistas del Estado sobre el tema del Cercano Oriente eran, sin excepción, hostiles a la idea de un estado judío” agregando que “algunos de ellos también poseían inclinaciones antisemitas”.

Después de la Guerra de los Seis Días, cuando la mayoría de los países árabes cortaron relaciones con los Estados Unidos y cerraron sus embajadas estadounidenses, muchos arabistas se encontraron a sí mismos sin puestos de trabajo en el extranjero. Su dominio del Departamento de Estado disminuyó y fueron reemplazados por un nuevo grupo, los que “profesaban la paz”, quienes no estaban inmersos en la cultura árabe sino más bien dentro de la cultura diplomática. Para la década de 1980, estos dominaron al Departamento de Estado y todavía lo dominan.

Aunque sus motivos pueden diferir, los que profesan la paz comparten la confianza de los arabistas en que los palestinos negociarán racionalmente. En pos de un acuerdo de paz definitivo, estos ignoran o excusan a aquellos diplomáticos palestinos que insisten en que Israel no tiene ningún derecho a existir, como si el proponer defender a los palestinos fuese una táctica de negociación en lugar de un principio meramente sincero.

La cohesión de la coalición encabezada por Estados Unidos contra Saddam Hussein en la misión Operación Escudo/Tormenta del Desierto, anunciada como un gran logro diplomático, estimuló la fe renovada que el propio proceso diplomático puede resolver incluso los problemas más intransigentes, de los que mayormente se ciernen sobre el conflicto palestino-israelí. Los que profesan la paz siempre se han sentido guiados por la teoría que la combinación correcta de concesiones israelíes (tierra, agua, dinero) pondrá fin a las hostilidades palestinas. Estos continúan restándole importancia al rechazo palestino mientras enfatizan la cooperación palestina.

Incluso el atentado a un convoy del Departamento de Estado en Gaza en el 2003… suscito poco más que una simple llamada telefónica por parte del Secretario de Estado Colin Powell a la Autoridad Palestina (AP), instándole a tomar medidas enérgicas en contra de los militantes.

Los que profesan la paz prosperaron durante los años de Obama, en especial durante el periodo del Secretario de Estado John Kerry. En un discurso en el Oxford Union en el 2016, Kerry se volcó hacia lo poético sobre el cómo hacer la paz, o tal como este lo llamó, “el arte de la diplomacia” [lo cual] sería definir los intereses de todas las partes y ver dónde se encuentra el punto optimo en donde estos intereses puedan juntarse y con suerte poder ensartar una aguja sumamente delgada entre estos”. El problema, para continuar con la metáfora mixta de Kerry, es que bajo el liderazgo de este, el Departamento de Estado pasó la mayor parte de su tiempo y energías en masajear el punto optimo palestino junto a tratar de ensartar su muy delgada aguja. Los intereses israelíes, por otra parte, fueron en gran parte ignorados y muy a menudo a Israel se le culpó por las hostilidades palestinas.

Donald Trump hizo campaña para prometer un enfoque diferente al tema de Israel. Eligió a Rex Tillerson como su Secretario de Estado, un diplomático sin antecedentes en política exterior y con pocas opiniones políticas conocidas. Tillerson comenzó su mandato en el cargo predeterminado para él en el Departamento de Estado: tratar a la Autoridad Palestina y a su líder Mahmoud Abbas como socios legítimos y confiables en la paz, e ignorar o restarle importancia a las evidencias que señalaban lo contrario…

No existen dudas  que la elección de Donald Trump inició una importante ruptura dentro del Departamento de Estado.

Luego, en noviembre, Tillerson anunció el cierre de la misión de la OLP en Washington, D.C., de conformidad con una ley estadounidense que prohíbe cualquier intento palestino de presentar una causa en contra de Israel en la Corte Penal Internacional. Pero cuando la OLP respondió amenazando con cortar todo contacto con los Estados Unidos, el Departamento de Estado colapsó servilmente, anunciando que la misión puede permanecer abierta durante un período probatorio de 90 días…

Eventos posteriores sugieren un cambio en la política estadounidense y de Israel, especialmente el anunciado plan de trasladar la embajada estadounidense a Jerusalén y la reducción de fondos por parte de los Estados Unidos a la UNRWA. Trump también ha amenazado con cortar toda ayuda a los palestinos. En el mes de enero, en Davos, dijo que el irrespeto de los palestinos hacia el Vicepresidente Mike Pence les costaría también. En circunstancias normales, uno pudiera concluir de se trata de re-direccionar hacia políticas coherentes. Pero no es irrazonable creer que son reacciones impulsivas ante insultos percibidos. Estos también pueden ser una carta bajo la manga en el famoso arte de hacer tratos por parte del presidente.

Pero estas acciones del tope hacia lo más bajo no son necesariamente permanentes. Nadie realmente cree que Abbas pondrá fin a todo contacto con los Estados Unidos. De hecho, el agente de la OLP en Washington Husam Zomlot, señaló en una entrevista hace unos días que está listo para hablar: “No es como si no les estuviese hablando. Mi teléfono celular está encendido”.

Al igual que Trump, Abbas busca posicionarse para lograr un mejor trato. Cuando este comience a pensar razonablemente y se disculpe, tal vez incluso agradezca personalmente a Donald Trump por su participación, los que profesan la paz en el Departamento de Estado despertarán de su sueño con un nuevo Oslo, una nueva Hoja de Ruta hacia la paz, e Israel será presionado nuevamente. Tal como escribe Daniel Pipes, “la puerta estadounidense se encuentra permanentemente abierta a los palestinos y cuando estos se den cuenta, un regalo fabuloso les espera en la Casa Blanca”. Puede ser que la próxima vez se presione a Israel para que repita el error que cometió Ariel Sharon y obligue a todos los israelíes a salir de Cisjordania y luego de ellos se retiren de Jerusalén Oriental y después de aquello, ¿Quién sabe? Presionar a Israel para que renuncie a más tierra y dinero y haga de su nación una menos segura es la única estrategia que conocen los que profesan la paz.

No existe ninguna duda que la elección de Donald Trump inició una importante ruptura en el Departamento de Estado. Muchos de los altos funcionarios que han servido durante tantos años renunciaron inmediatamente antes o después del día de la inauguración. El tarareo a las quejas por parte de los diplomáticos que su experiencia está siendo ignorada ha continuado. Cuando Elizabeth Shackelford (alabada por la Política Exterior como una “estrella en ascenso en el Departamento de Estado”) renunció públicamente a comienzos de diciembre, ella se quejó que el Estado “había cedido al Pentágono nuestra autoridad de impulsar la política exterior estadounidense”. La pregunta es, ¿Conducirá la tal ruptura a un cambio genuino?

Si estos altos diplomáticos salientes son reemplazados por individuos de carrera y por procesadores juveniles de paz atrincherados, la sacudida de Trump será irrelevante e inútil. Por otra parte, el traer a expertos calificados de fuera de las filas y rangos del Departamento de Estado pudiera generar cambios significativos e importantes. Si es cierto el rumor que David Schenker del Instituto Washington de Política del Cercano Oriente será el nuevo Asistente Adjunto para Asuntos del Cercano Oriente, es indicación de un buen comienzo.

Un cambio genuino en el Departamento de Estado requerirá mucho más de un año de la impredecible administración Trump. El Embajador estadounidense en Israel David Friedman   recientemente comenzó a presionar al Departamento de Estado a que deje de utilizar el término “ocupación”. Cuando el Departamento de Estado cumpla, sabremos que algo grande ha sucedido. Hasta ese entonces, las celebraciones son muy prematuras.

 

***A.J. Caschetta es miembro del Foro Medio Oriente y profesor titular del Instituto de Tecnología Rochester.

traducido por Hatzad Hasheni

 
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