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| jueves abril 18, 2024

Reconocer a Jerusalén como capital es de interés nacional para los Estados Unidos


Cuando el Presidente de los Estados Unidos Donald Trump prometió durante su campaña electoral su lema de colocar a “Estados Unidos Primero”, muchos comentaristas se burlaron de él por algo que políticamente era muy razonable. Trasladar la Embajada estadounidense de Tel Aviv a Jerusalén no es colocar a Israel primero, es colocar a Estados Unidos primero.

Durante varios años, en especial durante el gobierno del anterior presidente Barack Obama, la política exterior estadounidense había sido subordinada al internacionalismo y en muchas ocasiones intentó superar las crisis a través del compromiso y el multilateralismo. Israel siempre jugó un papel secundario en superar a los Estados Unidos sobre el tema de Irán; el acoger a los partidos islamistas en Egipto y Túnez, e inclinarse de espaldas a Turquía. Los amigos de Estados Unidos quedaron a la sombra bajo el mandato de Obama y bajo el mandato de Trump los aliados de Estados Unidos en la región recibieron una bienvenida a su paraguas estratégico.

Sin embargo, podemos ver más claramente el fracaso de esta política en el acuerdo nuclear de Irán. Fue un mal acuerdo porque permitió a Irán dividir y conquistar a aquellos con los que negociaba ostensiblemente y los términos fueron establecidos de acuerdo al mínimo común denominador, los menos resistentes como la UE, China y Rusia. No obstante, Trump está cambiando todo eso en el poco tiempo que ha pasado en la Casa Blanca.

También hemos sido testigos de muchos remanentes de la administración Obama, que aún se oponen a sus sucesores, le han advertido constantemente al presidente sobre su postura y han cometido errores en casi todos los casos.

Tal vez el error más evidente fue cuando se le advirtió a Trump que reconocer a Jerusalén como la capital del Estado de Israel y declarar su política oficial de trasladar la Embajada estadounidense de Tel Aviv a Jerusalén provocaría violencia en masa e incendios en el Medio Oriente que no podían ser apagados tan fácilmente.

Ahora sabemos que todo esto fueron simplemente mitos.

Estas amenazas eran misteriosas reminiscencias a las amenazas anteriores contra otro presidente estadounidense que rechazó dicha postura sobre Israel y se demostró que eran correctas.

Cuando el ex-primer ministro israelí David Ben-Gurion leyó en voz alta la Declaración de Independencia hace 70 años, se produjo un tremendo debate en torno a si el presidente para ese entonces Harry S. Truman debería reconocer al incipiente Estado judío.

Los funcionarios opositores en el Departamento de Estado argumentaron que si Truman reconocía a Israel, entonces sucedería un derramamiento de sangre masivo en el Medio Oriente, el Estado judío nunca sobrevivirá y los estadounidenses pagaran muy caro en sus relaciones con el mundo árabe.

La política de Truman de reconocer a Israel y oponerse a su oposición descansó sobre las realidades de la situación en la región, sobre los valores morales, éticos y humanitarios de los Estados Unidos y en los intereses nacionales de los Estados Unidos. Lo mismo ocurre con Trump.

Este no está trasladando necesariamente la Embajada estadounidense debido a su afecto por el Estado judío, sino porque es tema de interés nacional de los Estados Unidos.

Esto le envía un mensaje poderoso a la región y más allá de eso su política exterior ya no será dictada por otros, ya sea a través de maniobras diplomáticas o amenazas.

Se mantendrá junto a sus aliados y se enfrentará a sus enemigos. Los palestinos han dejado en claro que no hubo nada que ganar en retrasar la decisión, ya que han demostrado en numerosas ocasiones que no tienen interés en las negociaciones con Israel y han irrespetado constantemente a los estadounidenses, confundiendo a esta administración con la anterior.

Trump no está desafiando la tendencia de anteponer los intereses estadounidenses primero; simplemente está deshaciendo años de política aberrante estadounidense que colocó los intereses estadounidenses por delante en la lista de prioridades para decidir sobre los temas en política exterior.

La apertura de la Embajada estadounidense no es tanto una victoria para Israel como una victoria para aquellos que buscan un retorno al papel moral y ético de los Estados Unidos en el mundo y en especial, lo que es bueno para este a pesar de las falsas protestas.

Gregg Roman es director del Foro del Medio Oriente

Traducido por Hatzad Hasheni

 
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