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| sábado abril 20, 2024

Crisis de violencia en la sociedad árabe israelí


La Lista Conjunta Árabe, que se ha convertido en la tercera facción de la Knésset tras las últimas legislativas israelíes, no pierde el tiempo. Su líder, Aymán Odeh, (en la foto superior) llamó a una huelga general para protestar por la violencia que se registra en comunidades y localidades árabes de todo el país. Numerosas comunidades árabes se manifestaron contra lo que consideran una falta de implicación del Gobierno en la lucha contra la delincuencia y la violencia.

Las comunidades árabes israelíes sufren, en efecto, graves problemas, entre los que se cuentan la presencia de armas de fuego ilegales en casi todos los hogares, la violencia doméstica y la violencia contra las mujeres. La delincuencia está aumentando en muchas localidades árabes, y los asesinatos interclánicos se están haciendo rutinarios. Los diputados árabes culpan personalmente al primer ministro, Benjamín Netanyahu, y al ministro del Interior, Guilad Erdan, por lo que perciben como una falta de iniciativa para abordar estos problemas.

Una pluralidad de factores contribuye a la delincuencia generalizada en la sociedad árabe israelí, empezando por la estructura de la unidad familiar y por ciertas costumbres y tradiciones. Hay más problemas, como las difíciles condiciones económicas y sociales en esas comunidades y la animosidad general hacia el establishment israelí. La combinación de elementos hizo casi inevitable que los niveles de delincuencia aumentaran.

En los últimos años, el Gobierno israelí se ha esforzado en invertir recursos en la comunidad árabe, y adoptado medidas para el refuerzo del imperio de la ley. Se han inaugurado comisarías y confiscado armas ilegales (y se ha instado a la población a entregarlas voluntariamente sin arrostrar por ello consecuencias penales). Además, el Gobierno ha prometido reclutar a más policías de lengua árabe para que sirvan en las localidades árabes. Sin embargo, la situación sigue siendo poco satisfactoria. Sigue habiendo pocas comisarías, y como consecuencia las que hay tienen poco poder disuasorio.

Aunque este estado de cosas se puede achacar en parte a la desidia del Gobierno, los políticos árabes culpan al establishment israelí –léase judío– de todos los males de su sociedad, sin reconocer los problemas socioculturales y sociopolíticos subyacentes.

Por ejemplo, existe una tradición en el mundo árabe de disparar armas durante la celebración de una boda. Mucha gente ha resultado herida o incluso ha muerto debido a esta peligrosa práctica, que es común no sólo en Israel, sino en todo el mundo árabe. Otro problema propio de la cultura árabe son los crímenes de honor, que se cometen bajo la presunción de que así se preserva la dignidad de la familia pretendidamente ultrajada [por la conducta de una mujer]. Se mata a las mujeres ante la menor sospecha de que hayan tenido relaciones íntimas antes del matrimonio, o vulnerado cualquier otro valor o tradición familiar. Este problema es más común entre los beduinos del sur, pero está presente en todas las comunidades árabes del país.

En los últimos años, la Policía israelí ha evitado por su propia seguridad entrar en ciertas comunidades árabes del norte. Hay una gran hostilidad entre los ciudadanos árabes hacia el establishment israelí, y muchos consideran a la Policía su enemiga. Por esta razón, no se denuncian multitud de delitos. Esta falta de cooperación sólo produce más violencia y delincuencia. En las ocasiones en que la Policía sí entra en las comunidades árabes para combatir la delincuencia, es atacada con piedras y bombas incendiarias.

Los árabes israelíes deben entender que, si quieren que haya paz y seguridad en sus comunidades, han de permitir a la Policía hacer su trabajo. La desconfianza entre la Policía y los ciudadanos árabes no es buena para ninguna de las partes y sólo genera más delincuencia y violencia.

Esto no exime al Gobierno israelí de la necesidad de invertir más recursos para que rija la ley en el sector árabe. Pero sin la cooperación de los líderes y ciudadanos árabes es poco lo que la Policía puede hacer. Los políticos y funcionarios árabes deben instruir a sus conciudadanos y animarlos a cooperar con las fuerzas del orden, y dejar de promover la división y de incitar contra el establishment y contra el Estado en general. Lo que tienen que hacer es reconocer los problemas de sus comunidades y permitir a la Policía que vele como debe por el imperio de la ley.

© Versión original (en inglés): BESA Center
© Versión en español: Revista El Medio

 
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