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| viernes abril 26, 2024

¿Qué ha hecho Gantz, traicionar a su país o salvarlo?


Hace un año, el exjefe del Estado Mayor de las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI) Benny Gantz era la cara nueva que tanto tiempo llevaban reclamando los votantes israelíes, o por lo menos quienes detestan al primer ministro Netanyahu o están hartos de quien lleva un decenio al frente del Gobierno.

Hoy, muchos, por no decir la mayoría, de quienes saludaron a Gantz como el salvador del país braman contra él por lo que consideran una traición. Sus antiguos aliados en el partido Azul y Blanco, que él cofundó hace un año y al que llevó a unos impresionantes resultados en tres elecciones consecutivas, no dejan de maldecirle. Lo mismo cabe decir de los gurús de los medios de comunicación israelíes, generalmente escorados a la izquierda. La decisión de Gantz de coaligarse con Netanyahu y poner fin al bloqueo político mientras se extiende por el país la epidemia de coronavirus está siendo descrita como una cobarde rendición y también como una prueba de la falta de carácter, perseverancia e inteligencia del exgeneral.

Aún peor: en la izquierda abundan las voces que predicen abiertamente que Netanyahu timará a Gantz y renegará de los términos ya divulgados de un acuerdo que aún está por cerrarse. Están seguros de que Netanyahu, cuya insaciable sed de poder sólo es comparable con su competencia para preservarlo, no renunciará al puesto de primer ministro a los 18 meses, tal como ha prometido. En la derecha son muchos los que piensan lo mismo, pero se regocijan ante una maniobra que, piensan, vuelve a demostrar el genio político de su líder.

Pero aun cuando los críticos de Gantz llevaran razón, el exgeneral merece reconocimiento por hacer lo correcto.

En un momento crítico para el Estado de Israel, mientras a su alrededor todo el mundo está pensando en la ganancia política a corto plazo, Gantz ha elegido salvar al país de una inestabilidad aún mayor –incluso de unas hipotéticas cuartas elecciones– justo cuando se encuentra estupefacto por el alto coste que le está suponiendo afrontar la pandemia del coronavirus. El Gobierno que conformará con Netanyahu permitirá al país aprobar un presupuesto y empezar a trabajar en la recuperación ante un desastre económico sin precedentes.

El veredicto de la Historia sobre Gantz aún tiene que escribirse, y obviamente se verá influido por lo que suceda en los próximos años. Pero es posible que si es finalmente recordado lo sea por su disposición a arriesgar su futuro político con tal de poner fin a un largo bloqueo político.

Cuando Gantz entró en política, de cara a las elecciones de abril de 2019, fundó su propio Partido de la Resiliencia de Israel, junto con Gabi Ashkenazi, otro exjefe del Estado Mayor de las FDI. Luego fue capaz de unirlo con el mucho más importante partido liberal y laico Yesh Atid, liderado por Yair Lapid, y con la pequeña formación derechista (pero anti-Netanyahu) Telem, encabezada por Moshé Yaalón –otro exjefe de las FDI, así como exministro de Defensa del Likud–, para conformar el partido Azul y Blanco.

Aunque Gantz accedió a compartir de manera rotatoria el puesto de primer ministro con Lapid si Azul y Blanco vencía, enseguida emergió como el auténtico líder de la coalición. Aunque su apoyo procede mayoritariamente de la izquierda, ganó credibilidad exhibiendo posiciones de derechas en las tres campañas, comprometiéndose a anexionar el Valle del Jordán y apoyando el plan de paz para Oriente Medio del presidente Trump.

Azul y Blanco se convirtió de manera prácticamente instantánea en uno de los dos partidos principales de Israel, consiguiendo más de una cuarta parte de los votos en cada elección, igualando prácticamente al Likud en dos de ellas y convirtiéndose de hecho en el partido más votado en las del pasado septiembre. Pero la comparación entre Gantz y el mucho más enérgico Netanyahu es harto elocuente. De hecho, Lo que propulsó a Netanyahu fue su voluntad de ganar, su disposición a decir y hacer cualquier cosa para ello y la falta de capacidad política de su rival.

El mayor problema de Gantz era que sólo podía confiar en conseguir la mayoría en la Knéset llegando a un acuerdo con los antisionistas de la Lista Conjunta Árabe, algo que prometió específicamente que no haría. Cuando pareció que iba a romper su promesa, tras las terceras elecciones, quedó claro que Azul y Blanco sería castigado la próxima vez que los israelíes acudieran a las urnas.

Gantz aún podía desbaratar las esperanzas de Netanyahu de formar un nuevo Gobierno recurriendo a los votos de los 61 diputados que quieren deshacerse del primer ministro para aprobar una ley que impediría armar un Ejecutivo a todo aquel que tenga causas pendientes con la Justicia, como el propio Netanyahu.

Eso habría condenado a Netanyahu, pero también habría sumido a Israel en el caos político justo cuando el país se encuentra prácticamente cerrado y su sobrecargado personal sanitario y de emergencias lucha contra la expansión del virus, que cada vez se cobra más vidas.

Aunque Gantz pudo haberse visto tentado a formar Gobierno con la Lista Conjunta, el exsoldado también entendió que había llegado la hora de dejar atrás las rencillas políticas. No cabe decir lo mismo de Lapid y Yaalón, que claramente consideran más importante hacerle pagar a Netanyahu ofensas pasadas que servir al país en tiempos de emergencia nacional. Ellos, así como quienes en la izquierda han venido rezando por que se presentara la ocasión para derrotar de una vez a Netanyahu, están furiosos por que Gantz se haya apartado de ellos.

Puede que el año que viene deje de manifiesto que Gantz no es más rival para Netanyahu dentro que fuera del Gobierno, y cuesta creer que la izquierda o sus antiguos socios vayan a perdonarle jamás por desperdiciar la ocasión de acabar con su bestia negra. Por no hablar de la dudosa posibilidad de que el Likud  se eche a un lado en 18 meses y le deje llegar a lo más alto; pero puede que no tenga otra forma de ser primer ministro.

Sea como fuere, al asociarse a Netanyahu en tiempos de calamidad sanitaria y dinamitar la coalición que él mismo creó, Gantz ha mostrado coraje, no cobardía. Puede que no le confiera un futuro político, pero le ha garantizado una mención honorable en la historia de su país, como un patriota que antepuso el interés nacional al de su partido.

© Versión original (en inglés): JNS
© Versión en español: Revista El Medio

 
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