Un mes antes de ser asesinado, el Primer Ministro Yitzhak Rabin habló en la Kneset sobre cómo él veía el futuro de la tierra al este de la “Línea Verde”, la Línea del Armisticio Israel-Jordania, creada en el año de 1949. Rabin habló sobre las condiciones que, a su manera de ver, eran elementos esenciales y requisitos previos a cualquier futuro de Israel.
“Primero y ante todo, una Jerusalén unida, que incluirá ambos Ma’ale Adumim y Givat Ze’ev – como la capital de Israel, bajo soberanía israelí… La frontera de seguridad del Estado de Israel estará ubicada en el Valle del Jordán, en el sentido más amplio del término… cambios que incluirán la adición de Gush Etzion, Efrat, Beitar y otras comunidades, la mayoría de las cuales se encuentran en el área al este de lo que era la Línea Verde, anterior a la Guerra de los Seis Días”, declaró Rabin en octubre de 1995.
Estas demandas reflejan casi en su totalidad los detalles establecidos en el plan de paz del Presidente Trump, que le permitirá a Israel anexarse gran parte de este territorio, incluyendo el Valle del Jordán y el bloque de asentamientos.
Los centro-izquierdistas, herederos de Rabin, incluyendo a los líderes del partido Azul y Blanco Benny Gantz y Gabi Ashkenazi – al igual que Rabin, ambos ex-jefes del estado mayor de las Fuerzas de Defensa de Israel, han alcanzado un acuerdo con el Primer Ministro Benjamin Netanyahu para la presentación de planes con el fin de otorgarle soberanía a las áreas demarcadas en el discurso del ex-primer ministro.
El consenso israelí sobre los temas de soberanía y anexión es, en este momento, mucho más fuerte.
Se pudiera argumentar que, por primera vez en la historia de Israel, existe un notable consenso entre los representantes políticos israelíes sobre el tema de soberanía y anexión. Incluso el actual líder del Partido Laborista Amir Peretz, quien se postuló junto al Partido Meretz en las recientes elecciones, está dispuesto a formar parte de un futuro gobierno que coloca abiertamente estos temas en su agenda.
Israelíes de diferentes orígenes e ideologías siempre han creído que este conflicto nunca fue por territorios. Desde que comenzó el conflicto, hace ya más de 100 años, la pregunta que motivó el rechazo palestino siempre fue sobre la soberanía judía per se y no sobre dónde ni el cuánto. Esto es lo que motivó las masacres de judíos en la Tierra de Israel en las décadas de los años 1920 y 1930, entre otras cosas.
Esto es lo que motivó a los líderes árabes de la Palestina Mandatoria a rechazar el Plan Peel de 1937, que les hubiese otorgado más o menos tres cuartas partes de todo el territorio para la formación de un estado y el Plan de Partición de las Naciones Unidas de 1947, que hubiese previsto el establecimiento de un estado dentro del 55% del territorio.
Los líderes de la Autoridad Palestina Yasser Arafat y Mahmoud Abbas continuaron con esta postura de rechazo entre los años 2001 y 2008, a pesar de que los primeros ministros israelíes ofrecieron términos que incluyeron una retirada casi total del territorio al este de la Línea Verde.
El obstáculo para avanzar hacia un acuerdo en el conflicto palestino siempre ha sido la soberanía de los judíos en cualquier lugar de su tierra ancestral.
El punto álgido siempre ha sido el tema de la soberanía del pueblo judío sobre cualquier territorio en su nativa y ancestral tierra natal. Es por ello que Abbas pudo retirarse del ofrecimiento maximalista del ex-primer ministro israelí Ehud Olmert en Annapolis en el año 2008 porque el acuerdo incluiría artículos sobre la terminación del conflicto y todo reclamo a los territorios ofrecidos.
Desde ese entonces, Abbas no se ha dignado a entrar en una sala con ningún primer ministro israelí, incluso después de que Netanyahu congelara por completo la construcción de los asentamientos en el 2009, lo que demuestra nuevamente que el tema de los asentamientos y el territorio son simplemente “falacias”.
Ningún israelí ha visto a líderes israelíes y palestinos estrecharse la mano por más de 12 años.
Por lo tanto, ningún israelí ha visto a algún líder israelí y palestino darse la mano por más de 12 años. Al contrario, muchos israelíes han sentido la continuación del rechazo palestino, en la forma de ataques suicidas, misiles mortales e intentos de ataque en las fronteras, que surgen especialmente desde los territorios que Israel abandonó en las ahora frustradas esperanzas por lograr paz y reconciliación.
Los israelíes están cansados de esperar que aparezca algún líder palestino, por lo que desean forzar el tema dando el paso legal de otorgar soberanía sobre partes de Judea y Samaria, siendo estas vitales desde un punto de vista de seguridad, nacional e histórico.
Ninguno de estos pasos impide alcanzar un acuerdo a futuro si un líder palestino decide liberar a su pueblo del rechazo y a cambio, desea utilizar sus recursos para construir una política y sociedad palestina. Hasta que llegue ese momento, Israel debe tomar medidas que considere sean las mejores para sus intereses, con el amplio apoyo de los múltiples partidos de derecha a izquierda junto al gobierno y la oposición.
Por supuesto que debe hacerse con sensatez y no incrementar el número de ciudadanos árabes israelíes e interrumpir el delicado equilibrio demográfico en Israel. Esto también pudiera compensarse ofreciéndoles a los palestinos la densamente poblada área árabe del Triángulo al norte de Israel.
La anexión mostrará a los palestinos que el rechazo tiene consecuencias.
La anexión puede verse como un paso hacia el poner fin al impase entre las partes. Debería ser la presión ejercida sobre los líderes palestinos la que reconozca que no derrotarán a Israel como la patria del pueblo judío. Esta le mostrará a los palestinos que el rechazo tiene consecuencias y los obligará a renunciar sus ya antiguos objetivos violentos.
Mayormente, esta cumplirá la visión de los líderes israelíes – desde la izquierda, derecha y el centro, tales como Rabin, Menachem Begin y Ariel Sharon, que entendieron implícitamente que Israel siempre retendrá los asentamientos y el Valle del Jordán. Es hora de retirarlos de la mesa de negociaciones.
Gregg Roman es director del Foro del Medio Oriente.
Traducido por Hatzad Hasheni
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