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| viernes abril 26, 2024

VAIESHEV-JANUCÁ 5781


B’H

Génesis 37:1-40:23

 

Iaakov se establece en Hebrón con sus 12 hijos. Su favorito es Iosef, de 17 años. Los hermanos de Iosef están celosos por el trato preferencial que recibe, como por ejemplo, del saco multicolor que Iaakov le hizo. Iosef les cuenta a sus hermanos dos sueños que tiene, que profetizan que él está destinado a gobernar sobre ellos, aumentando la envidia y el odio hacia él.

Shimón y Levi planean matarlo, pero Reubén sugiere, a cambio, arrojarlo en un pozo, con la intención de volver más tarde y salvarlo. Mientras Iosef está en el pozo, Iehudá lo vende a una caravana de Ismaelitas. Los hermanos manchan el saco especial de Iosef en la sangre de un cabrito y se lo muestran a su padre, haciéndole pensar que su más querido hijo fue devorado por una bestia salvaje.

Iehudá se casa y tiene tres hijos. El mayor, Er, muere joven y sin hijos, y su mujer, Tamar, es dada en matrimonio a su segundo hijo, Onan. Onan peca al derramar su simiente y, también, muere joven. Iehudá no quiere que Tamar se case con su tercer hijo. Determinada a tener un hijo de la familia de Iehudá, Tamar se disfraza como una prostituta y seduce a Iehudá mismo. Más tarde, Iehudá se entera de que Tamar está embarazada y la manda a matar por infidelidad, pero cuando ella muestra ciertos objetos personales que Iehudá dejó como garantía de pago, él admite públicamente que es el padre. Tamar tiene dos hijos, Peretz (ancestro del Rey David) y Zeraj.

Iosef es llevado a Egipto y vendido a Potifar, el ministro encargado de las carnicerías del Faraón. Di-s bendice todo lo que él hace y pronto es nombrado encargado de todas las propiedades de su amo. La mujer de Potifar desea al muchacho; cuando Iosef se niega a estar con ella, ella le dice a su marido que el sirviente hebreo trató de forzarla, y lo envían a prisión. Iosef gana la confianza de los carceleros, quienes le otorgan un cargo importante en la administración de la prisión.

En prisión, Iosef se encuentra con el Maestro de Coperos y Maestro de Panaderos del Faraón, ambos encarcelados por el rey. Los dos tienen un sueño, que Iosef interpreta; en tres días, les dice, el Maestro de Coperos será liberado y el Maestro de Panaderos será ahorcado. Iosef le pide al Maestro de Coperos que interceda por él ante el Faraón. Las predicciones de Iosef se cumplen, pero el Maestro de Coperos se olvida de Iosef.

 

 

El Poder de la Acción

 

 [José] les preguntó a los sirvientes del Faraón, “¿Por qué sus caras están tan abatidas hoy?” Genesis 40:7

José había sufrido humillaciones horribles. Hubiera sido lógico que se quedara absorbido en su propio dolor, enojado con el mundo. Pero José no se amargó. Permaneció sensible a los demás y a su misión Divina en la vida. No sólo percibió la angustia en los sirvientes del Faraón, sino que se acercó para ayudarlos. Para José, el hecho de que Di-s haya llevado a que se dé cuenta de alguien necesitado indicaba que era su deber ayudar.

Como resultado de esta única y aparente pequeña buena acción, José se convirtió en virrey de Egipto, y fue capaz de salvar al mundo civilizado de la hambruna. Vemos aquí, una vez más, los inimaginables resultados de largo alcance que pueden venir de una pequeña buena acción.

 

La Luminosidad de Ser

Por Yanki Tauber

 

«La luz al final del túnel.» «Tu enciendes mi vida.» «Es un iluminado.»

Si grabaras cada palabra pronunciada en las últimas 24 horas, probablemente encontrarías muchas referencias relacionadas con la luz.

Luz, brillo, fulgor – éstas son las metáforas que utilizamos cuando deseamos hablar sobre la esperanza, la sabiduría y bondad. La llama de la vela, el rayo de luz, el carbón resplandeciente – éstas son las imágenes en las que nosotros reconocemos nuestro anhelo por un mundo mejor, más sabio, más virtuoso, más espiritual.

Nos inspira el hecho de que un cuerpo luminoso como el sol, simplemente siendo lo que es, puede tener semejante efecto profundo en entidades tan lejanas, enriqueciéndolas con luz, calor moderado, energía y vitalidad. Nos inspira el hecho de que una llama diminuta puede desterrar la oscuridad de una habitación. En ese caso, no todo no está perdido. Si nuestras propias almas son «las velas de Di-s» (como Rey Salomón proclama en el Libro de Proverbios), entonces después de todo, no somos tan pequeños. El mundo aun puede transformarse. Todo lo que necesitamos es ser como somos de verdad, actuar con nuestra bondad innata, y la oscuridad se ira lejos.

Una vez por año, celebramos esta verdad. Durante ocho días y noches, celebramos el poder de la luz: en orden ascendente -una pequeña llama la primera tarde, dos llamas la segunda, tres en la tercera – encendemos la menora de Januca, recordando esa victoria milagrosa, hace 22 siglos, de la calidad sobre la cantidad, el espíritu sobre la materia, el coraje sobre el poder. Y rezamos por el día en que dichas victorias no sean «milagros» sino, la forma natural en la que Di-s conduce el mundo. (www.es.chabad.org)

 

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