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| jueves abril 25, 2024

500 elefantes ebrios: la historia no contada de Janucá sin los macabeos

Un libro apócrifo y poco conocido narra la otra redención de la tiranía griega, que salvó a los judíos de una masacr


Antíoco y sus elefantes abandonaron Gaza derrotados. Una de las batallas más grandes del mundo antiguo había terminado; aparentemente fue la primera vez que elefantes asiáticos y africanos se enfrentaban entre sí, aunque la manada del vencedor resultó de poca ayuda, ya que huyó de la zona de guerra en un loco frenesí.

El Antíoco derrotado no fue el famoso villano de Janucá. Ese sería su hijo, Antíoco IV Epífanes. Y el vencedor tampoco fue un macabeo sino un Tolomeo: Tolomeo IV Filopator, para ser más precisos, el faraón griego de Egipto que reinó antes de que ocurriera la historia de Janucá.

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El faraón Ptolomeo IV Filopator se acerca demasiado al Kodesh Hakodashim (Sancta Sanctorum) del Templo de Jerusalén. Obra de Jan Luyken, 1700
(Rijkmuseum, Amsterdam)

Como faraón, Ptolomeo era considerado una figura divina, pero lo sería aún más tras su victoria en la batalla de Rafia, como se conoció su enfrentamiento con Antíoco. Su posterior “Decreto Rafia” fue reproducido y proclamado por todo el imperio celebrando la victoria, narrando cómo los dioses lo habían ayudado a derrotar a su rival y apoderarse de sus riquezas (incluidos los elefantes).

Ptolomeo procedió a visitar y renovar innumerables templos paganos, agradeciendo a los dioses por permitir su victoria y erigiendo imágenes esculpidas por todo su reino.

Ptolomeo no estaba destinado a convertirse en un villano infame en la tradición judía como lo fue el hijo de su enemigo, aunque sí juega un papel similar en un libro apócrifo, históricamente sospechoso e incorrectamente denominado Tercer Libro de los Macabeos (o III Macabeos).

El Tercer Libro de los Macabeos

Escrito en griego, probablemente por un judío de Alejandría en algún momento del siglo I a.e.c., el Tercer Libro de los Macabeos no tiene nada que ver en realidad con los macabeos, aunque temática y estilísticamente existen algunas similitudes con los mucho más conocidos libros de la historia de Janucá.

Después de relatar brevemente un complot frustrado para asesinar a Tolomeo y su victoria sobre Antíoco (inspirado por una entusiasta charla dictada a las tropas por su esposa/hermana Arsinoe), la historia sigue al faraón en su gran recorrido por los templos paganos, que finalmente lo lleva a Jerusalén y al Templo Sagrado de los no paganos judíos.

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Los elefantes ebrios de Tolomeo IV Filopator se vuelven contra sus amos. Obra de Jan Luyken, 1700
(Rijkmuseum, Amsterdam)

Tolomeo proporciona una ofrenda al Dios único de los judíos, y queda impresionado por la belleza y grandeza de su Templo. Se acerca al Kodesh Hakodashim, la cámara venerada en la que solo un hombre puede entrar durante un día al año: el Sumo Sacerdote en Yom Kipur, Día de la Expiación. Al preguntar el faraón sobre el misterioso recinto, el poderoso rey —y dios a los ojos de muchos— exige entrar, pero se le niega debido a la santidad de ese espacio. Indignados y asustados, algunos judíos rezan por la intervención divina para detener el sacrilegio, mientras que otros, al igual que harían los macabeos, hacen un llamado a las armas.

Al final la súplica del Sumo Sacerdote Simón es atendida, y Dios actúa agitando a Ptolomeo “como una caña en el viento”, paralizando su movimiento y dejándolo sin habla. Humillantemente sacado del lugar por su aterrorizado séquito, Ptolomeo regresa a Egipto, donde planeará su venganza contra los judíos por su insolente intervención divina.

Tolomeo tiene como objetivo deshonrar públicamente a los judíos, obligándolos a participar en rituales paganos, limitando sus derechos a practicar su religión, obligándolos a pagar impuestos adicionales, reduciéndolos a la condición de esclavos y marcándolos con el símbolo de Dioniso. Da a los judíos tres opciones: despreciar su herencia y volverse como sus vecinos paganos; aceptar los nuevos edictos sin dejar de ser judíos; o rechazar ambos y morir. Según III Macabeos, algunos optan por la primera opción, aunque la mayoría escoge la segunda.

La terquedad de los judíos en mantenerse separados conduce a una enemistad cada vez mayor entre sus vecinos, así como con su gobernante. Harto, Tolomeo exige que todos los judíos del imperio sean atados, y reunidos a la fuerza y sin piedad para  ejecutarlos como los enemigos que él considera que son. Cualquiera que sea encontrado albergando judíos será condenado a muerte; los informantes serán recompensados con la propiedad de las víctimas.

La descripción subsiguiente de los lamentos de los judíos y su traslado forzado al hipódromo, donde su muerte se convertiría en un espectáculo público, forma parte del Libro de Ester y de la liturgia de Tishá BeAv.

Aunque los judíos alejandrinos fueron previamente excluidos de los decretos, Ptolomeo no aceptará la empatía que manifiestan hacia la difícil situación de sus hermanos y decreta que ellos también correrán la misma suerte. Todos los judíos del imperio serán ejecutados.

Ptolomeo proporciona una ofrenda al Dios único de los judíos, y queda impresionado por la belleza y grandeza de su Templo. Se acerca al Kodesh Hakodashim, la cámara venerada en la que solo un hombre puede entrar durante un día al año: el Sumo Sacerdote en Yom Kipur, Día de la Expiación. Al preguntar el faraón sobre el misterioso recinto, el poderoso rey —y dios a los ojos de muchos— exige entrar, pero se le niega debido a la santidad de ese espacio

Además, enfurecido porque la tinta de sus secretarios se agotó antes de que pudieran contar a todos los judíos para matarlos, Ptolomeo decide que es hora de llamar a Hermón, cuidador de los elefantes. El plan del faraón es emborrachar a 500 elefantes y soltarlos entre los judíos encadenados en el hipódromo.

Hermón hace lo que se le ordena, suministrando a las grandes criaturas enormes cantidades de vino e incienso. A medida que se acerca el momento del gran banquete y el espectáculo, el rey cae en un sueño excepcionalmente profundo, otro milagro realizado en respuesta a las súplicas judías por la misericordia del Dios que Ptolomeo había despreciado. Para cuando finalmente despierta, el día señalado ha pasado.

Aún encadenados a la espera de su muerte, a los pies de elefantes borrachos enojados, los judíos continúan rezando.

Al día siguiente, Hermón se levanta al amanecer, trasladando su manada de elefantes al lugar para no perder la oportunidad nuevamente. Sin embargo, una vez más, el Señor de los judíos acude a rescatarlos, esta vez haciendo que la mente de Tolomeo se vuelva olvidadiza y perturbada para que no solo cancele el asesinato en masa, sino que también arremeta contra Hermón, el cuidador de los elefantes.

Los judíos alaban a su Dios, que los ha redimido una vez más, pero por la mañana Tolomeo regresa a su plan original, por presiones de miembros de su séquito preocupados por su comportamiento inesperadamente errático, e impacientes para que se cumpla la condena.

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Dos ángeles salvan a los judíos de los elefantes ebrios. Obra de Jan Luyken, 1700
(Rijkmuseum, Amsterdam)

Quinientos elefantes enloquecidos y borrachos son llevados al hipódromo acompañados por Ptolomeo, probablemente enloquecido y borracho él mismo después de días de excesivos festejos.

El polvo que se levanta anuncia su llegada y los judíos encadenados se estremecen, elevando una vez más los ojos y el corazón al cielo. Un sacerdote llamado Eleazar los guía en oración, relatando los muchos milagros que Dios había realizado por sus antepasados a lo largo de los siglos. Su oración concluye justo cuando los elefantes y el rey se acercan; los judíos gritan en súplica, y sus voces son tan fuertes que el sonido resuena en los valles cercanos. Aparecen dos ángeles, visibles para todos menos para los propios judíos, y provocan que el terror caiga sobre los elefantes y sus amos. El caos sobreviene con las enormes bestias aplastando a muchos de los hombres de Tolomeo hasta la muerte.

Al ver el sangriento espectáculo, el rey se arrepiente y ordena que todos los judíos sean liberados. Les proporciona vino y todo lo necesario para un espléndido banquete de siete días, para que celebren su supervivencia y los milagros divinos que los salvaron. El lugar de la fiesta será el mismo hipódromo en el que iban a ser ejecutados.

Ptolomeo envía una vez más una misiva a sus hombres a través del imperio, ordenándoles que protejan a los judíos y devuelvan todas las propiedades que les habían sido confiscadas. Los judíos de todo el imperio son devueltos a sus hogares por tierra y mar a expensas de Ptolomeo.

Los judíos que habían dado la espalda a su religión ancestral son castigados, y se instituye un alegre festival para celebrar la salvación milagrosa de las manos de Ptolomeo y sus elefantes ebrios.

Ptolomeo exige que todos los judíos del imperio sean atados, y reunidos a la fuerza y sin piedad para  ejecutarlos como los enemigos que él considera que son. Cualquiera que sea encontrado albergando judíos será condenado a muerte; los informantes serán recompensados con la propiedad de las víctimas

Elefantes asesinos borrachos en la antigüedad

Ciertamente, Tolomeo no fue el único déspota del mundo antiguo que tenía elefantes asesinos ebrios a su disposición, y tampoco son exclusivos de esta historia. De hecho, aparecen en la historia de Janucá cuando Antíoco lleva su rebaño a la batalla contra los macabeos y Eleazar entra en acción heroicamente, matando a varias de las grandes bestias antes de encontrar la muerte en su estiércol.

Desde que Alejandro Magno trajo por primera vez elefantes de guerra de sus conquistas en el oriente, rápidamente se convirtieron en un símbolo del poder griego, y el control helenístico finalmente abarcó los hábitats nativos de los elefantes africanos y asiáticos.

Independientemente de sus orígenes, capturar y entrenar elefantes para la guerra fue un esfuerzo complejo, difícil y costoso, y ciertamente no siempre dio frutos en tiempos de guerra, como se evidenció en la Batalla de Rafia. Según el historiador griego Polibio, casi 200 elefantes estuvieron involucrados en ese encuentro bélico, aunque la variedad africana de Tolomeo huyó en medio de una estampida caótica, aterrorizada por sus contrapartes asiáticas más grandes así como por los sonidos y olores de la guerra. Esto fue literalmente después de generaciones de entrenamiento de elefantes de guerra, como lo describen Lionel Casson y otros.

Emborrachar a los elefantes antes de la batalla era bastante común en el mundo antiguo, según Patrick J. O’Kernick, aunque “los estudiosos modernos debaten si esta práctica era aconsejable: la borrachera podía sacar a relucir la agresión y el aspecto aterrador del elefante, pero también podía hacer a la bestia menos manejable”.

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Estela de mármol que narra una partida de cacería sobre elefantes, aparentemente escrita durante el reinado de Tolomeo IV Filopator
(British Museum, Londres)

Haciendo referencia al libro War Elephants de John M. Kistler, O’Kernick explica que “como los humanos, diferentes elefantes responden de manera diferente a distintas cantidades y tipos de alcohol; un elefantarco (comandante de elefantes de guerra) bien entrenado y su personal habrían sabido cómo administrar mejor el alcohol a cada bestia para lograr el efecto deseado “.

En Contra Apión, el famoso historiador judío-romano Flavio Josefo informa que un Tolomeo enojado ordenó una vez la ejecución masiva de los judíos de Alejandría bajo las patas de sus elefantes borrachos, como castigo por ponerse del lado de su rival Cleopatra II, cuyos dos principales generales eran judíos. Pero en lugar de atacar a los hombres, mujeres y niños reunidos con ese propósito, los elefantes se volvieron contra sus amos, matando a muchos de los propios amigos del rey. Después de ver un fantasma y ser persuadido por su concubina de cambiar sus decisiones, Tolomeo canceló el decreto. Los judíos se salvaron y el aniversario de este episodio se celebró como una alegre festividad.

Algunos estudiosos han argumentado que este evento, que presenta a un Tolomeo diferente, puede ser la fuente de la historia contada en III Macabeos, que también aparece en varias versiones de la literatura bizantina durante el milenio siguiente.

El Tercer Libro de los Macabeos fue canonizado por algunas sectas cristianas ortodoxas, pero nunca fue incluido en el canon católico, en contraste con I y II Macabeos. A pesar de su trama cautivadora y su estilo y tema similares a la historia de Janucá, la historia de III Macabeos, como muchas otras, nunca se convirtió en una tradición judía duradera.

Seguramente no fue el único libro de este tipo, y Rivka Fishman-Duker ha señalado que constituía simplemente “parte de la literatura de la diáspora del período del Segundo Templo, con énfasis en la venganza contra los gentiles y judíos renegados, el triunfo de los justos a través de la oración, y la firme negativa a unirse al culto pagano”.

En lo que respecta a la cultura judía tradicional, la historia de Janucá es la primera en la que aparece la cultura europea u occidental, que presenta desafíos y preguntas aparentemente eternos relacionados con el mantenimiento de la tradición, mientras se enfrenta al encanto del mundo material y la modernidad

Ciertamente hay muchas razones por las que esta historia, como otras, no llegó a la bibliografía judía.

En lo que respecta a la cultura judía tradicional “de la corriente principal”, la historia de Janucá es la primera en la que aparece la cultura europea u occidental, que presenta desafíos y preguntas aparentemente eternos relacionados con el mantenimiento de la tradición, mientras se enfrenta al encanto del mundo material y la modernidad. Quizá esa sea parte de la razón por la que la historia de Janucá sigue siendo tan popular, incluso fuera de los límites de la práctica religiosa.

La historia que se cuenta en el Tercer Libro de los Macabeos no es tan universal en este sentido, y aunque puede haber elefantes ebrios, carece de sacerdotes guerreros piadosos que se enfrentan en una batalla física y espiritual contra la superpotencia del mundo, empeñada en proscribir las prácticas judías y trasformar el lugar más sagrado del judaísmo en un santuario idólatra.

Aunque el intento de entrada de Tolomeo en el Templo se encuentra en el centro de la trama, esta se desarrolla en gran medida en Alejandría, ciudad que contaba con una importante comunidad judía destinada a menguar, a diferencia de Jerusalén, sede del Templo y capital eterna de los judíos.

El Tercer Libro de los Macabeos aparentemente fue escrito en el idioma, lugar y tiempo incorrectos para capturar la imaginación judía durante mucho tiempo, y quedó destinado a languidecer en una relativa oscuridad histórico-cultural al igual que la gran comunidad judía de la antigua Alejandría, que quizá se salvó una vez de la destrucción bajo las patas de 500 elefantes ebrios.

*Gerente de Relaciones de Medios Globales de la Biblioteca Nacional de Israel.
Fuente: The Jerusalem Post.
Traducción: Sami  Rozenbaum para Nuevo Mundo Israelita de Caracas

 
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