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| viernes marzo 29, 2024

La presidencia de USA está siendo consistentemente diluida


El Presidente Obama ha diluido la autoridad de la presidencia, de un modo que ningún otro presidente de Estados Unidos lo había hecho, hasta donde alcanza la memoria.

Hasta ahora, ha aparecido en entrevistas televisivas más frecuentemente que ningún otro presidente. Difícilmente haya una iniciativa política de su administración en la cual no esté pública y abiertamente involucrado, desde el mismo comienzo.

Parafraseando a un predecesor de él, el Presidente Woodrow Wilson, que creía en abiertos acuerdos internaciones a los que se arribara abiertamente, el Presidente Obama parece estar en el mismo curso. Anuncia la política concerniente y continúa implementándola, casi como un show unipersonal. Esta clase de comportamiento político no sólo diluye su autoridad como presidente, sino que también limita su libertad de maniobra. Está condicionado por sus propias declaraciones.

Por ejemplo, Obama anunció previamente que Israel debía establecer un total congelamiento de la construcción en los asentamientos de la Margen Occidental y Jerusalem oriental. Aunque el Primer Ministro Binyamin Netanyahu estaba preparado para transitar un largo camino hacia el logro de un denominador común en este tema, un congelamiento total no habría de ocurrir.

Si la administración Obama se hubiera abstenido de efectuar declaraciones públicas en este tema y hubiera procedido a mantener un silencioso diálogo con el gobierno israelí, la actual posición de Israel difícilmente habría sido presentada como un fracaso estadounidense.

Efectivamente, haciendo conocer públicamente su posición, el Presidente Obama forzó a Mahmoud Abbas a adoptar una postura idéntica haciendo, de este modo, más dificultoso un avance en el proceso de paz. El liderazgo de la Autoridad Palestina negoció con gobiernos israelíes anteriores sin demandar, como precondición, un congelamiento en los asentamientos. Una vez que Obama declaró públicamente que un tal congelamiento era necesario para reanudar las negociaciones, no le dejó a Abbas otra alternativa que adoptar la misma posición. Después de todo, Abbas no podía ser menos exigente que el incondicional aliado de Israel.

Aún más, la artificial reunión tripartita entre Netanyahu, Abbas y Obama en Nueva York del mes pasado, difícilmente fue propicia para la autoridad del presidente de USA, en su país e internacionalmente. Si fuera necesario, a esta reunión se hubiera convocado a una figura de más bajo nivel, como la Secretaria de Estado o el mediador oficialmente designado, el Senador George Mitchell. El presidente tenía bastante poco que ganar de una tal reunión.

En cada tema, desde el principio, Obama personaliza la política que desea adoptar.

Por supuesto, un sistema político presidencial tiende a personalizar las políticas perseguidas por la rama ejecutiva más que en un gabinete de un sistema parlamentario. Pero en el caso de Obama, existe la sensación de que las políticas giran alrededor de él, no sólo en un nivel conceptual, sino también en un nivel político, justo desde el principio del proceso de toma de decisiones.

Obama se ha convertido en el vocero de la Casa Blanca. Aparece diariamente para explicar sus políticas en casi todos los canales, en casi todos los programas. Se dice que es un gran orador. Realmente lo es. Pero el valor de un discurso particular o una entrevista extraordinaria reside en que sea hecho selectivamente.

Un presidente debe preservar su autoridad con el objeto de que sea eficaz. El presidente debe discriminar donde aparece, con quién habla y en qué etapa de un proceso político interviene.

Hasta ahora, Obama ha hecho exactamente lo opuesto. Esto ha llevado a un proceso de crecimiento de la «inflación política», al mismo tiempo que el valor del presidente y el de su cargo han disminuido. Realmente, si hubiera una escala de inflación política oficialmente aprobada, como la hay en el reino económico, se podría decir que la presidencia de Estados Unidos está en medio de un proceso hiperinflacionario. Este proceso es reversible. Depende del Presidente Obama decidir si desea ser recordado como un capaz y carismático vocero de la Casa Blanca o como un presidente eficaz y persuasivo. Seguramente, la última decisión del Comité Nobel de premiar a Obama con el Premio Nobel de la Paz podría, paradójicamente, reforzar este proceso.

La sorpresa y el desconcierto que esta decisión provocó, tanto en Estados Unidos como en otros países, y no sólo entre los rivales políticos de Obama, ha hecho bastante poco para aumentar su autoridad.

Usualmente, la decisión de otorgar el premio ayuda a elevar el status de la persona a la que se le confiere. En este caso particular, debido a las numerosas dudas que surgieron a la luz de su corto ejercicio y su falta de algún logro concreto hasta ahora, mucha gente podría interpretar la decisión como una forzada operación merecedora de poco respeto. La decisión es peculiar, no por ser objetable, sino por ser incoherente. Difícilmente esto podría aumentar la autoridad presidencial.

El escritor es conferencista en el Programa de Diplomacia en la Universidad de Tel Aviv. Tiene un doctorado en Historia Moderna de la Universidad de Oxford.

Link en ingles:

http://www.jpost.com/servlet/Satellite?cid=1255204781400&pagename=JPost%2FJPArticle%2FShowFull

Traducción para porisrael.org : José Blumenfeld

 
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