La popularidad de Barack Obama se ha desvanecido. El índice de aprobación de su gestión cayó diecisiete puntos en ocho meses, ubicándose en el 45% a comienzo de septiembre. La caída ha sido tan vertiginosa que el prestigioso comentarista Charles Krauthammer sentenció: «Habiéndose derretido sus alas de cera, es el hombre que ha caído a la tierra…Se he convertido en ordinario. El hechizo está quebrado. El conjurador carismático del 2008 ha dilapidado su magia». Solamente los presidentes Clinton y Ford vieron caer su popularidad por debajo del 50% más rápidamente que Obama. El universalmente despreciado Bush llegó a este nivel al cabo de 37 meses de gobierno; su padre en 36 meses; y el cuestionado Nixon al cabo de 25 meses. La caída de Obama no es definitiva, pero sí lo es el colapso de las ilusiones que muchos en él depositaron. Entre ellos los judíos.Estos datos llevaron tiempo atrás a Milton Himmelfarb, un estudioso de la comunidad judía estadounidense, a observar: «La causa de esta rareza es que muchos judíos son palomas». Lo que a su vez motivó a Darren Pinsker a preguntarse si los judíos de EE.UU. están evaluando correctamente sus propios intereses políticos al votar al Partido Demócrata sucesivamente. «Posiblemente, la respuesta es no» concluyó. «El pacifismo, en el análisis final, no servirá bien a un grupo étnico que es objetivo de un movimiento religioso radical global». Esto es algo que muchos judíos norteamericanos aún deben internalizar. Hasta que ello suceda, Barak Obama y el Partido Demócrata pueden dar por descontado el apoyo de estos votantes.




















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