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| viernes abril 19, 2024

Tiempo de aprender español


Estados Unidos es un activo estratégico para Israel. Y la población hispana de Estados Unidos es un activo estratégico dentro de un activo estratégico. Es como esas muñecas rusas: dentro de la muñeca grande hay, sucesivamente, otras más pequeñas, similares en apariencia y forma, a las que se les debe prestar especial atención.

De acuerdo a la Oficina de Censos de USA, la población hispana es la minoría más grande y de más rápido crecimiento del país. En julio de 2007, su número había alcanzado los 45,5 millones, representando el 15,1 % de un total estimado de 301,6 millones de estadounidenses. Y, de acuerdo con el Pew Hipanic Center, la cantidad de estos ciudadanos se elevará al 29 % para 2050.

También, la población hispana está concentrada en estados claves para la política: California, Nueva York, Florida y Texas, entre otros. Más allá de su peso intrínsecamente político, estos estados envían numerosas representaciones al Colegio Electoral y, por lo tanto, tienen un rol central en las elecciones presidenciales.

Los hispanos tienen, en general, una conciencia colectiva social definida por una lengua común y una herencia regional compartida. La mayoría son católicos romanos (68%), pero los movimientos evangélicos también han incursionado en sus comunidades, llevando con ellos un apego especial a Tierra Santa y al pueblo judío.

Históricamente, la mayoría de los hispanos tienden a votar por el Partido Demócrata. De hecho, en algunos aspectos, las tendencias de voto entre ellos pueden ser comparadas con la de los judíos estadounidenses. Sin embargo, en décadas recientes (siendo la votación de 2008 una notable excepción), se han volcado hacia el campo republicano. En las elecciones presidenciales de 2004, por ejemplo, el presidente George W. Bush logró el 40% del voto hispano. Considerando todos estos hechos, la comunidad de política exterior de Israel haría bien en comenzar a relacionarse con la minoría hispana en Estados Unidos como un activo estratégico potencial, la cual requiere una clara política exterior propia. Debería hacerlo, pensando en español. En otras palabras, debería evitar simplemente «traducir» los mensajes diseñados para una audiencia anglo-parlante. Los hispano-parlantes en Estados Unidos, no sólo tienen su propio lenguaje, sino también su propia cultura y valores y, como tales, merecen que se dirijan a ellos con un mensaje a medida.

Las organizaciones judías estadounidenses ya han tratado, con razonable éxito, acercarse a los líderes hispanos con el objetivo de ampliar las relaciones comunitarias. En 2006, por ejemplo, el Comité de Asuntos Públicos Estados Unidos-Israel, designó un vice director a cargo de las relaciones con los hispanos.

Aunque es apropiado para Israel cooperar con las organizaciones judías y pro Israel en Estados Unidos para concebir una estrategia destinada a la población hispana, también debe dar forma a una tal estrategia como parte de su propia política exterior. Israel debería conducir y no ser conducido.

Para comenzar, los diplomáticos israelíes deberían iniciar un serio diálogo con los formadores de opinión hispanos, incluyendo a políticos, líderes comunitarios y religiosos, periodistas, artistas, escritores y gente de negocios. Este diálogo no debe tener sólo un objetivo concreto de corto plazo: el horizonte diplomático debería extenderse mucho más allá de los asuntos de estado día a día.

Este diálogo – concebido y realizado en español por diplomáticos israelíes hispano parlantes que lo hablen fluidamente, preferiblemente ellos mismos de origen hispano – podría tener un resultado diferente al de uno conducido, en inglés o en quebrado español, por diplomáticos con los cuales el interlocutor hispano no tiene una herencia común, sin importar cuán capaces e inteligentes puedan ser.

Los hispanos estadounidenses no son conocidos como hostiles hacia el Estado de Israel; carecen de la crítica actitud distante que existe entre sectores de la población afro-estadounidense. Existe una base para un dialogo constructivo, realmente amistoso. Y dado que muchos de ellos mantienen estrechas relaciones con sus países latinoamericanos de origen, la influencia de las comunidades hispanas puede trascender las fronteras de Estados Unidos.

Crear una estrategia diplomática separada, coherente, respecto de una población minoritaria puede no ser, por sí misma, un rasgo común de política exterior. Sin embargo, considerando la importancia estratégica de la minoría hispana en Estados Unidos y su siempre creciente presencia e influencia en la vida socio-política del país, no es muy pronto para que Israel dé ese paso.

El Dr. Yoav J. Tenembaum es conferencista en el programa de diplomacia en la Universidad de Tel Aviv.

http://www.haaretz.com/hasen/spages/1127845.html

Traducción para porisrael.org : José Blumenfeld

 
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