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| viernes noviembre 22, 2024

La Guerra contra el Terrorismo y el Nuevo Orden


La Guerra contra el Terrorismo y el Nuevo Orden

Casi nueve años después del 9-11; predominan dos ideas falsas o erróneas dentro de la administración estadounidense en lo referente a la denominada guerra contra el terrorismo en Oriente Medio

La primera, es que los grupos yihadistas actuales (Al Qaeda, Talibanes, Yihad Islámica, Hezbolá, Hamas) son organizaciones terroristas como las conocidas antiguamente través de la historia del terrorismo y que operaban clandestinamente fuera del marco del Derecho Internacional. La segunda idea refiere al cese de las hostilidades y a que el alto el fuego marca el final de la guerra en los países donde estas agrupaciones operan. Ni la primera, ni  la segunda de estas opiniones son correctas o validas.

Algunas de estas organizaciones como Hezbolá y Hamas, son satélites militares y teológicos de la Republica Islámica de Irán y actúan en Líbano y Gaza en cumplimiento de sus directivas. Se rigen por leyes propias y han instalado estados paralelos (tanto en el caso libanés como en la fractura que Hamas ocasionó con su separación de la Autoridad Nacional Palestina dirigida por el presidente Mahmud Abbas). Ambas disponen de ejércitos propios, fuertes y mejor equipados que las fuerzas de seguridad reconocidas oficialmente y han desafiado desde siempre las resoluciones de la ONU. Tanto Hamas como Hezbolá funcionan financiadas y entrenadas por Irán, la agrupación chi’ita libanesa libró la guerra del verano de 2006 con unidades bastante bien organizadas contra un adversario regional fuerte como es el ejercito de Israel. Como partido político representa gran parte -pero no toda- la comunidad chi’ita y cuenta con dos ministros que no se encuentran limitados en la toma de decisiones dentro del propio gobierno libanés.
Hezbolá es una entidad que pretende instaurar un estado islámico y confronta en el territorio de un estado que reúne todas las cualidades de un Estado legalmente constituido y lleva adelante su acción movida por el apoyo de fuerzas regionales como Irán, Siria y otros sectores radicales islámicos menores y se ha convertido en un nuevo fenómeno para abordar los asuntos de las relaciones internacionales. Lo mismo sucede con Hamas en Gaza.
Desde su creación, Hezbolá ha estado casi permanentemente en guerra. La primera de las tres guerras que lanzó, se produjo en 1983, cuando con su ataque contra cuarteles de los EE.UU. asesinó a 241 infantes de marina y convenció a los Estados Unidos que retiraran sus fuerzas pacificadoras de Beirut. La segunda guerra se centró en una campaña de hostigamiento que indujo a las fuerzas israelíes a que se retiren del Líbano Sur en el año 2000. La tercera, fue la iniciada en 2006 con el secuestro de soldados israelíes dentro de territorio de Israel, hecho éste que origino la contraofensiva y el ataque israelí. Respecto de la sunnita Hamas, sigue los pasos de su agrupación chi’ita hermana en Líbano, propugna la destrucción del Estado de Israel y desde su creación ha ejecutado un sin fin de ataques suicidas y también con cohetes y obuses sobre ciudadanos civiles israelíes. En el caso de Hezbolá y su guerra de 2006, estamos hablando de un hecho que no fue menor, hablamos de un asalto cuidadosamente concebido contra el sistema internacional y el respeto por la soberanía e integridad territorial de un estado; no de un ataque terrorista aislado.
Existen similitudes en cuanto a la estrategia de guerra asimétrica por parte de Hamas y sus planificados ataques de cohetería contra pueblos del Neguev dentro de Israel. La creación y proliferación de organizaciones como Hezbolá, Hamas y Al Qaeda y sus modalidades operacionales dentro del campo del terror yihadista muestran su desprecio por la soberanía y territorialidad de los estados. En su cosmovisión, la batalla no puede ni debe ser definida por las fronteras, los principios del nuevo orden mundial que buscan instaurar confrontan decididamente con las normas del derecho internacional al que rechazan, de allí que los yihadistas lleven adelante sus actos terroristas para socavar y minar regimenes de estados legalmente constituidos, el ejemplo concreto es Líbano, donde a pesar de haber perdido las elecciones de junio de 2009, han logrado imponer su estrategia para infortunio del pueblo libanés.
Los “alto el fuego” que se han instaurado tanto por la Resolución 1701 del CSONU para el caso del Líbano, o el cese de fuego unilateral que decreto Israel para finalizar su Operación Plomo Fundido del pasado año, de ninguna manera terminan o marcan el final de estas guerras; por el contrario abren una nueva fase en ellas.
Estos asaltos al orden democrático que amenazan también a otras regiones del globo por las recientes alianzas de estados islámicos radicales con gobiernos trans-regionales como el régimen chavista en Venezuela y con grupos transnacionales organizados como milicias narco-terroristas (las FARC colombianas) configuran un desafío particular para los deseos de pacificación que ha manifestado la administración del Presidente Obama en Oriente Medio, mas aun, cuando vemos que el fenómeno adquiere dimensiones globales donde las fronteras denotan pocas tradiciones nacionales. Tanto la crisis del Líbano, como la ofensiva contra Hamas, como el incremento de las acciones de los terroristas en Yemen, Afganistán y Pakistán son casos clásicos que muestran ese patrón.
Aunque para las reglas del viejo Orden Internacional, la guerra del Líbano técnicamente ocurrió entre dos Estados -Líbano e Israel- y lo mismo en Gaza -entre los Palestinos e Israel-, en el caso del Líbano, el único conflicto territorial se refiere a una  pequeña porción de territorio libanés que son las Granjas de Shebaa, ocupadas por Israel desde su guerra con Siria en 1967 y erróneamente sindicadas por la Comunidad Internacional como que no son parte del Líbano, error que fue certificado por la ONU en el año 2000. Mientras que en Gaza, no hay ocupación desde que unilateralmente Ariel Sharon decidió la desconexión y retirada de allí hace más de 3 años. Con todo, las normas internacionales existentes obligaron a Naciones Unidas a negociar el alto el fuego con el gobierno libanés, aun cuando este no controló nunca ninguna acción de Hezbolá, ni antes, ni durante los combates, como sigue sin controlar a la organización en la actualidad. Esto, más allá de la intervención del estado libanés legitimo en los arreglos para el alto el fuego con Israel y su claro papel en el final de las acciones militares nos muestra indubitablemente que los objetivos verdaderos de la guerra libanesa fueron transnacionales y no libaneses. Difiere el caso de Hamas, pues mas allá de las negociaciones para el alto del fuego en las que intervino la ANP, Egipto y los países integrantes del Consejo de Seguridad de la ONU, éste se realizó de forma unilateral por parte de Israel.
¿Que se pretendió entonces con estas guerras trasnacionales llevadas adelante por el yihadismo radical? Evidentemente han habido “factores primarios”, a saber: a) contemporizar las  milenarias  y viejas fracturas y odios  entre sunnies y chi’íies en base al odio a Israel y a EE.UU. b) dispersar la presión diplomática en el programa nuclear a favor de Irán y c) posicionar a Irán como factor de importante equilibrio en cualquier negociación regional. Como “factores secundarios” podemos mencionar: d) bloquear y llevar a fojas “Cero” el Proceso de Paz Palestino-Israelí y e) fortalecer a Siria -el segundo patrocinador principal de Hezbolá y Hamas- en su posición para regresar al Líbano e insertarse con éxito en la comunidad internacional de la que estuvo aislada desde la Resolución. 1559 del CSONU de septiembre de 2004.
Estas son las razones por las cuales el balance de las pasadas guerra en Líbano y en Gaza se debe determinar en gran parte en términos psicológicos y políticos, lo mismo para las acciones que se desarrollan actualmente en Irak y Afganistán, y las que comienzan por estas horas en Yemen.
Lo cierto es que mucha de la observancia excesiva sobre la discusión de alto el fuego, aplica verdades tradicionales a situaciones sin precedentes, y allí reside el error de evaluación de los países del mundo libre. Los principales actores en estas guerras, Hezbolá, Hamas, el Taliban y Al Qaeda no son partidarios del alto el fuego y han rechazado de forma absoluta desarmarse. En la actualidad, la administración estadounidenses apuesta por un proceso político que genere la apertura para una paz duradera en la región, según George Mitchell, enviado del presidente Obama. Pero ¿cómo podemos pensar que habrá de prosperar favorablemente el proceso político cuando las fuerzas de la ONU y la OTAN se hallan condicionadas por Siria y el Régimen de Irán?
Sin lugar a dudas, el movimiento futuro de los grupos terroristas será una tentativa por dominar sus respectivos gobiernos usando la intimidación y la violencia como también por medio de la  manipulación de los procedimientos democráticos. En tal situación, Irán y Siria estarán en una posición más fuerte para controlar las reglas del alto el fuego mucho más que Naciones Unidas e imponer así su voluntad y sus políticas dentro del Líbano, Gaza, Irak y Afganistán. De allí que el desafío fundamental para la política de occidente y el mundo libre debe centrarse en un objetivo principal, el de prevenir y neutralizar estas organizaciones políticas-terroristas.
Después de ser atacado por los misiles yihadistas desde Gaza y Líbano, Israel encontrará serias dificultades para llevar futuras negociaciones de paz si se encolumna sin objeciones en las políticas estadounidenses para la región, ni podrá, bajo las condiciones actuales, encontrar un socio para garantizar seguridad, los yihadistas boicotearan cualquier proceso de paz en cumplimiento de ordenes de Irán  y Siria quienes no tienen ningún interés en la creación de un estado palestino democrático.
La indefinición de la situación en este tópico y una continuidad prolongada del tema hará insostenible el status quo. Un nuevo mapa de ruta debe emerger en Medio Oriente para sostener la política en la región. Esta nueva alternativa es indispensable para ocuparse de la crisis producida por la combinación de la política fanática de los grupos que se han erigido en estados dentro de los estados, un proyecto común entre América, Europa y los estados árabes del Golfo es necesario para un acercamiento común que aporte la definitiva resolución. Así, se comenzara a neutralizar las políticas desafiantes de Irán quien entrena, financia y equipa a varios de estos grupos al tiempo que continúa trabajando en un programa de armas nucleares que conduciría a la proliferación nuclear. Es más que evidente que el desafío ahora es sobre el orden mundial más que sobre los ajustes dentro de un marco regional aceptable.
Una política atlántica y global común debe llevarse adelante e incluir a los estados árabes del Golfo, esta debe ser la prioridad inmediata. Ambos lados del Atlántico deben poner sus mejores esfuerzos, ideas y hombres para ocuparse del peligro común de una guerra más amplia que se convierta en una guerra religiosa (con la que se darán de nariz los mentores de las alianzas de civilizaciones más temprano que tarde). Esto no se puede lograr con meras resoluciones del Consejo de Seguridad de la ONU; las resoluciones del CSONU deben emerger de una estrategia convenida, consensuada y compartida en sus fines y objetivos. Se debe estar atento a estas preocupaciones y estar preparados para llevar adelante una exploración seria de las perspectivas que eviten la confrontación.
La cuenta regresiva esta en marcha, ya no alcanza con discursos buenistas de funcionarios irresolutos que impostan un gesto adusto cuando se encienden los flashes y los periodistas preguntan.
www.georgechaya.org

 
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