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| miércoles diciembre 11, 2024

DE RATISBONA A ANTIOQUÍA


El domingo 31 de octubre un grupo suicida (siete personas que vestían uniforme militar) hacía estallar un coche bomba a la entrada de la catedral de Bagdad, causando la muerte de 48 adultos (tres de ellos sacerdotes) y 10 niños. Eran miembros de Estado Islámico de Irak, una de las pocas células operativas de que dispone Al Qaeda en un país que avanza hacia la democracia y el desarrollo económico con paso firme.

La matanza de la catedral (sirio-católica) de Sayidat al Nejat (Nuestra Señora de la Salvación) ha sido reivindicada con palabras que no dejan lugar a dudas: «Todas las iglesias y organizaciones cristianas, así como sus responsables, son objetivo legítimo de los muyahidines». El mensaje está claro: a partir de ahora, los cristianos que viven en los países islámicos son objetivo prioritario del terrorismo islámico.

Llama la atención la excusa que pusieron los terroristas para provocar la matanza: el supuesto secuestro de dos mujeres egipcias «encarceladas en monasterios coptos» por sus maridos para convertirlas «por la fuerza» al cristianismo. Aunque el hecho fue desmentido incluso por los Hermanos Musulmanes, el objetivo no era otro que poner en el punto de mira a los 10 millones de coptos de la zona (el 8% de la población de Egipto es copta; es gente que vive en condiciones de semiclandestinidad) y a la comunidad cristiana de Irak (500.000 en una población de 31 millones). Los cristianos iraquíes eran millón y medio en los años 90, cuando en cierto modo colaboraban con la dictadura de Saddam Hussein, sobre todo a través del viceprimer ministro Tarek Aziz, ahora condenado a morir en la horca. No viene mal recordar que el partido árabe socialista Baaz fue fundado por el cristiano de origen sirio Michel Aflaq, y que, tras la caída del régimen husseinista, unos 400.000 cristianos iraquíes se han refugiado en Siria, donde constituyen un grupo de cierta influencia.

En todo caso, ante este panorama (acabar con las comunidades cristianas de Oriente Medio, que descienden directamente de la evangelización apostólica) se esperaría que los representantes de las iglesias cristianas mesoorientales se pronunciaran con cierta claridad. Lo que ha ocurrido es exactamente lo contrario. El Sínodo de Obispos de Oriente Medio, celebrado en Roma a mediados de octubre –y al que asistieron católicos, protestantes, coptos, greco-ortodoxos, caldeos, anglicanos, etc.–, ha sido una auténtica vergüenza. En el documento final se comparó a Israel con un órgano «trasplantado en un cuerpo que lo rechaza»; es decir, aparece como un elemento extraño que hay que extirpar para restablecer el equilibrio y la salud de la región.

Benedicto XVI.El Papa calla por el momento. Netanyahu habla de un sínodo «secuestrado por una mayoría contraria a Israel». Mientras tanto, hay quien no se calla. Es el caso de Raboula Antoine Beylouni, obispo católico de Antioquía (Líbano), que a finales de octubre difundió un texto muy crítico, censurado por el Osservatore Romano. Lo más curioso del caso es que los argumentos de Beylouni son los mismos que los de Benedicto XVI en el discurso de Ratisbona (septiembre 2006), cuando se refirió al papel político del Islam en la configuración de estados teocráticos.

¿Dónde está el problema, entonces? Quizá la clave se encuentre en el libro de entrevistas entre Benedicto XVI y Peter Seewald (su escritor de cámara) que se publica el próximo día 24:La luz del mundo. Según ha contado el propio Seewald, el Papa considera «un error» el discurso de Ratisbona.

Beylouni se refiere también al comité nacional para el diálogo entre cristianos y musulmanes que existe en Líbano (algo parecido sólo existe en Qatar), un organismo que promueve debates sobre el tema en los programas de televisión. Según el obispo de Antioquía, suele pasar que el interlocutor cristiano no esté a la altura:

    A veces, el interlocutor cristiano, en vez de hablar de la belleza y espiritualidad del cristianismo, para ganarse la simpatía de la parte musulmana se refiere a Mahoma como «profeta» y repite frecuentemente invocaciones a Alá.

Las relaciones entre Israel y el Vaticano nunca han sido buenas, pero no parece que vayan a mejorar con las declaraciones del sínodo: «La ocupación de Israel es un pecado contra Dios y la humanidad», «La resistencia al mal de la ocupación es un derecho y un deber del cristiano», etc. Los cristianos en Israel son pocos, y casi todos son árabes. Ratisbona es muy matizable en clave diplomática. Pero la política de apaciguamiento no está dando mejores resultados, a tenor de la nueva estrategia de Al Qaeda. Hay quien habla de que el Papa quiere comprar inmunidad cristiana con moneda israelí, pero lo cierto es que el cristianismo en Oriente Medio está más amenazado que nunca. En Bagdad (como en todos los países musulmanes) siguen los atentados contra los cristianos. El obispo católico-caldeo Shlemon Warduni está dispuesto a resistir hasta el martirio, pero no parece que el nuevo gobierno de Al Maliki (formado luego de que se hayan rendido consultas a Teherán) vaya a facilitar las cosas.

Israel es el único país de Oriente Medio en el que existe libertad religiosa. El Vaticano debería tomarse más en serio tanto la amenaza contra los cristianos en países islámicos como la celebración de un sínodo con claras connotaciones antisemitas dentro de la propia Iglesia.

http://revista.libertaddigital.com/la-politica-de-apaciguamiento-del-vaticano-ante-el-islam-1276238374.html

 

 
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