Sal Emergui
elmundo.es
Ghajar (Frontera Israel-Líbano). Un mes después del anuncio de la retirada israelí del norte de Ghajar, todo sigue igual. Si fuera por los 2300 habitantes de esta pequeña localidad alawita, situada en el imposible triangulo fronterizo (Israel-Líbano-Siria) que siga así. Están mal, dicen, pero podrían estar mucho peor. La incertidumbre y tensión se camuflan en la desesperante tranquilidad de sus calles.
Ghajar es una localidad fantasma. Ciertamente se escuchan sonrisas y gritos procedentes de la única escuela, se ven soldados israelíes patrullando principalmente la parte sur y de vez en cuando coches recorren las desiertas calles. Pero, por lo demás, se parece más a Twin Peaks que una localidad de Oriente Próximo.
“Escuchamos muchos rumores sobre la fecha en la que se van a replegar de la zona norte pero esperemos que no se vayan. No queremos ser divididos. Yo tengo hijos en los dos lados. No queremos ser parte del Líbano ya que somos sirios. Tampoco dejaremos que los soldados de la ONU entren en la aldea. Antes deberán pasar por mi cadáver”, nos dice Jatif Tufik, uno de los habitantes más veteranos.
Calles de Ghajar divididas por una linea invisible (Sal Emergui)
Por los que no conocen la historia, he aquí un breve resumen. En la guerra del 67, Israel ocupó esta aldea que, como los Altos del Golán, estaba bajo soberanía siria. En el 2000, tras la retirada israelí del sur del Líbano, los cartógrafos de Naciones Unidas trazaron la Línea Azul. Un gran trabajo teórico pero una chapuza en la práctica. Como resultado, dividieron virtualmente la aldea en dos. Tras la guerra con el grupo chii Hizbulá en el verano del 2006, Israel volvió a ocupar la parte norte. Y ahora, con retraso, anuncia que se repliega de acuerdo a la resolución 1701 del sur de una aldea que considera un «talón de Aquiles” dada la facilidad con la que Hizbulá se puede infiltrar.
“La ONU y el resto de países actúan fijándose solamente en mapas y topografías sin tener en cuenta las necesidades de la gente sencilla como nosotros”, comenta Abdul que descarga alimentos en una casa situada muy cerca de la línea invisible. Ante el futuro control libanés o de la ONU de la parte norte, Abdul se rebela: “Que os quede claro. Nosotros somos un pueblo sirio. Hasta que no haya un acuerdo de paz con Israel, queremos seguir bajo control israelí. ¿Qué se me ha perdido en el Líbano?”, añade cansado de gritar al vacío.
Si hay partición y división, la esquizofrenia está asegurada. El kiosco, la mezquita y la escuela del pueblo se encuentran en la zona sur (“israelí”). El Ayuntamiento y una clínica en el norte («libanés»). Por no hablar de la división de muchas familias. La gran mayoría de los habitantes tienen nacionalidad israelí pero sólo 500 viven en el sur. Sus vecinos y familiares del norte se convertirían en «libaneses». Recordemos, dos países técnicamente en guerra. «Aquí no hay norte o sur, somos y seguiremos siendo un pueblo unificado», comenta un alumno.
El portavoz de Ghajar, Najib Jatib, explica una de las posibles consecuencias: “Si aceptamos la división, 650 alumnos deberán pasar cada mañana un puesto de control de la ONU para llegar a la única escuela del pueblo”.El portavoz de Ghajar
El portavoz de Ghajar prefiere la muerte a la entrada de la ONU o ser parte del Líbano (S.E)
Nos reunimos en la modesta sala de lo que se puede definir como Ayuntamiento de Ghajar. Jatib aprovecha nuestra presencia para enviar un mensaje a un español que tiene en sus manos parte del destino de esta delicada y tensa frontera: el general Alberto Asarta, máximo responsable de los efectivos de la ONU en el sur del Líbano: “Pido a Asarta y a todos los generales de la ONU que nos respeten y rectifiquen el error de la Línea Azul del 2000. Esta aldea debe permanecer unificada hasta que sea devuelta a Siria. No queremos ser libaneses”.
“Prefiero morir antes que permitir que me separen de mi tierra y mis hijos. Prefiero morir a ser refugiado en el Líbano”, concluye.
Hoy, es una aldea aislada. Los visitantes de Ghajar no pueden entrar sin permisos y los habitantes deben cruzar el puesto de control israelí cada vez que quieren entrar o salir ya que muchos trabajan en ciudades del norte del pais.
Niños de Ghajar (S.E)
Antes de regresar a la “civilización”, oímos gritos de alegría. 20 niños disfrutan en un pequeño parque. Juegan y actúan como lo que son, niños sin preocupaciones. Algunos de sus padres les contemplan con los rostros más serios. No quieren hablar. Se limitan a ver a sus hijos borrachos de felicidad. Los únicos que no tienen que lidiar con líneas invisibles y particiones.
Los niños de Ghajar no saben que serán de mayores pero tampoco bajo qué soberanía vivirán.
Difusion: www.porisrael.org
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