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| viernes marzo 29, 2024

Temiendo el nuevo estallido


Ana Jerozolimski

Semanario Hebreo. Uruguay

Desde la frontera con Gaza

gaza1Lo pastoral del paisaje engaña. Lo hermoso de las vistas y las flores  silvestres que comienzan a llenar los campos  al aproximarse el fin del invierno, confunden. Aquí, en las localidades israelíes ubicadas cerca de la frontera con la Franja de Gaza, la sensación es que el silencio anuncia el próximo estallido. “Es sólo cuestión de tiempo”, nos dice aquí la gente. “Está claro que los problemas no se han terminado. La gran pregunta es cuándo volverán a explotar a lo grande, en una nueva guerra”.

La definición es casi literal. Tras mucho tiempo con aproximadamente 3000 cohetes y morteros por año -disparados desde Gaza hacia territorio israelí-  se pasó a un promedio de 500 anuales.

 Hay quienes le llaman la “calma”, porque ese es el resultado de la comparación. Pero para la población local, la terminología es inaceptable, aunque también la gente de Sderot y de los moshavim y kibutzim de la zona siente alivio por el hecho que en lugar de correr al refugio diez veces por día, tienen que hacerlo “solamente” cada dos días. Locura total…

Para Jaim Jelin, que llegó  hace decenas de años de Buenos Aires y es hoy de las figuras más conocidas en la zona, al desempeñarse como el muy apreciado Jefe del Consejo Regional Eshkol, es imperioso hacer una aclaración: “Esto no es calma. Hay menos cohetes que antes, por supuesto…pero igual no son pocos…y de todos modos, los terroristas-que necesitan mantener siempre vigente su actividad porque en ella está su razón de ser- intensifican por otro lado los intentos de infiltrarse por tierra a nuestros poblados”.

Con la Franja de Gaza de fondo, explicando lo problemático de la cercanía cuando la intención del otro lado es buscar guerra y no paz, Jaim recalca lo evidente: “Esto no es territorio ocupado que alguien pueda alegar quiere liberar. Esta zona, el sur de Israel, fue destinada al estado de Israel ya antes de su creación, en la partición aprobada en la ONU en noviembre de 1947.Y es más: toda la población acá es de centro o izquierda. Siempre fuimos gente en favor de la paz con los vecinos…El problema es que tras tantos años de ser atacados sin motivo, se ha perdido aquí la ingenuidad…No la esperanza, pero sí el entusiasmo por una paz que supuestamente estaría por venir…Aquí, no la vemos todavía, porque aunque creemos que la gente común también quiere vivir tranquila, como nosotros, sus autoridades buscan otra cosa”.

Desde el comienzo de los disparos de cohetes y morteros de Gaza hacia Israel-oficialmente se habla de enero del 2001 aunque Jaim Jelin considera que los ataques continuos deben computarse desde el 2003- murieron en esta zona 24 personas y más de 1500 resultaron heridas.

La única razón por la cual no fueron cientos o más los muertos, son los sistemas de protección que aquí le llaman “pasiva”: los sistemas de alarmas que en general alertan a tiempo y salvan vidas dado que la gente alcanza a resguardarse, las estructuras reforzadas construidas sobre edificios públicos, especialmente escuelas y jardines de infantes para frenar a los cohetes si caen (son una especie de techos especiales con capas duras y de material espeso y fuerte) y los “refugios callejeros” , unas estructuras colocadas en distintos espacios abiertos para permitir que quienes están afuera cuando hay una alarma y no alcanzan a entrar a un edificio protegido, simplemente entren allí y se cuiden así de las esquirlas.

Los hemos visto en el secundario regional en el kibutz Gevim, donde no pocos estudiantes se reúnen a menudo para conversar, en lugar de estar totalmente a la intemperie. Allí se nota que están entre jóvenes ya que la mayoría de esas estructuras están llenas de grafittis y dibujos. Y  en el kibutz Kfar Aza, así como en todo el resto de la zona, son como paradas de ómnibus fortificadas. En Sderot, cada dos pasos hay una. Y está claro que siempre que uno sale de su casa, cuando está afuera, procura tener a la vista alguna de esas estructuras, para saber hacia dónde correr si súbitamente oye la alarma.

“Hay aquí algo importante para destacar, que lo hacen las democracias, no las dictaduras ni los terroristas”-nos dice Jaim Jelin. “Aquí, el gobierno ha invertido en la protección de la gente, es una forma de apostar por la paz, no de buscar motivos para salir a cada rato a una guerra”. Las protecciones de los techos  de escuelas, jardines de  infantes y edificios públicos, ha costado al presupuesto nacional  aproximadamente 800 millones de dólares. No son garantía plena, pero claro está que han salvado vidas.

Fueron muchas las ocasiones en las que tras la frase “no hubo víctimas en la caída del cohete en….”, se esconden milagros: el Qassam que hizo impacto a pocos metros de un jardín de infantes cuando los niños alcanzaron a refugiarse, el cohete que pegó en un lugar por donde había pasado una familia segundos después que todos sus miembros  lograran entrar a resguardo seguro….

Esto, sin embargo, no ha hecho desaparecer el trauma. “Hay un número que es clave tener presente”, nos dice Jaim Jelin. “Aparte de las lesiones físicas, están las heridas del alma, de la mente, todos esos casos de gente que debió recibir tratamiento por los traumas causados por esta situación. Y ya son más de 10.000, o sea la cuarta parte de la población de la zona”.

Jaim no pierde las esperanzas, pero sí siente que se ha debilitado seriamente el entusiasmo. “Mientras la gente en Gaza no hable como ahora está hablando la población en varios países árabes, para que su gobierno vele por sus intereses en lugar de culparnos a nosotros por todo lo que les pasa, nada cambiará. Al final, Israel tendrá que hablar con Hamas, pero la condición es que Hamas cambie de enfoque. Con lo que sigue pasando ahora, es imposible. Yo creo que la verdadera seguridad, está en la paz, pero para eso, necesitamos que nuestros vecinos tomen los asuntos en sus manos y comiencen a trabajar por su pueblo, sin alegar que los ocupamos….recordemos que el único israelí que está ahora en Gaza, es el soldado secuestrado, Gilad Shalit”.

EN EL LICEO, ENTRE LA ALERTA Y LA CALMA

En el secundario regional ubicado en el kibutz Gevim, todo parece normal. Los jovencitos en el pasto en los ratos libres entre clase, las risas y las charlas…Hasta que uno observa las indicaciones: ”Espacio protegido”. Claro, los estudiantes que hacen aquí el liceo, ya los tienen claramente identificados. Saben adónde correr en caso de necesidad.

Hace unos años, murió una alumna del lugar cuando un cohete cayó a la puerta de su casa en la localidad cercana Netiv Haasara, que está literalmente pegada a la frontera con Gaza. Ni alarma alcanzó a oír. Otro estudiante de la zona, del aledaño colegio Sapir, también fue alcanzado por un cohete. No pocos resultaron heridos…

Conversamos en Gevim con algunas alumnas. Este es un resumen de sus comentarios..

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NITZAN AVIV, 18 años, de Sderot.

A veces oímos la alerta “luz roja” que advierte  que está por caer un Qassam…y buscamos dónde refugiarnos. Pero al menos ahora está más tranquilo. Antes pasábamos en los refugios, no descansábamos nada sino que vivíamos corriendo tratando de alcanzar a resguardarnos en pocos segundos.  De todos modos, la sensación es que lo que vivimos ahora, es el  relativo silencio antes de la tormenta.

AMIT, 18, un moshav cerca de Ashkelon

Creo que también los jóvenes del otro lado quieren vivir en paz.  Creo que la única forma es el diálogo. Siento que los jóvenes palestinos como nosotros, consideramos que los gobiernos tienen que hallar la forma de solucionar la situación. De todos modos, deben saber que los cohetes no nos van a echar de acá.

EDEN MAHLUF, 17, Moshav  Beit Shikma aledaño a Ashkelon.

Ahora la sensación es más segura que antes, pero cada alarma  –y hay muchas todavía-nos recuerda que todo puede repetirse. Siento que todo puede empezar de nuevo. Me trato de convencer de que eso no sucederá, pero sé que en cualquier momento puede estallar. La sensación es que hay algo en ebullición. Es muy difícil pensar que eso puede repetirse. Trato de no pensar en ello pero la situación anterior fue realmente sumamente difícil y no puedo olvidarla. Quiero pensar que podemos vivir sin alarmas ni tensión, pero no creo que sea posible.

BAR GOLDENBERG, 17

Alguien me dijo una vez que en Israel, ningún lugar es seguro. En el norte hubo una guerra, acá también y vivimos bajo los misiles, en Tel Aviv hubo numerosos suicidas…y no puedo comparar nuestra vida con la de los jóvenes en Tel Aviv.

En nuestro programa estudiamos la narrativa palestina, no sólo nuestra visión de la historia. Y nuestro profesor nos enseñó que lo que para nosotros fue la independencia, para ellos fue la nakba. O sea que somos conscientes de que la situación en la realidad es más compleja de lo que parece y que las cosas van más allá de decir que nosotros sufrimos. Creo que lo que hemos vivido acá nos ha abierto la cabeza y nos ha hecho más maduros quizás que otros.

Todos abrigan la esperanza de que algún día haya paz, pero hoy parecería imposible.

Sin embargo, antes de 1948, nadie pensaba que habría un Estado. Quizás en diez años  la situación cambie y la gente aquí empiece a entenderse.

ADI MAOZ, 17, del kibutz Najal Oz, ubicado a 70 metros de la frontera. 

Hace un mes y medio, cayeron tres morteros en mi kibutz. Oí un ruido muy fuerte desde mi casa. Tres trabajadores extranjeros resultaron heridos. Uno de ellos sufrió lesiones serias y todavía está hospitalizado.  Siempre es algo que tememos. Cuando me voy a dormir pienso qué pasará si hay una bomba en la mitad de la habitación. La mía es la blindada y mis padres y mi hermano tienen que correr a mi pieza  cuando suena la sirena. Pero el problema es que mi kibutz está tan cerca de la frontera que a veces ni siquiera suena la alarma antes de que caiga el mortero o el cohete..

 
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