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| sábado abril 20, 2024

La debacle árabe y tres lecciones importantes


Carlos Alberto Montaner *

FIRMAS PRESS 

Egipto-El_Cairo-conflictoHay, por lo menos, tres lecciones que aprender del levantamiento árabe.

La primera es que los regímenes de hombres fuertes, sin instituciones legítimas, tienden a derivar en la violencia una vez que se agotan. La sustitución se lleva a cabo a punta de pistola, porque no hay manera pacífica para transferir autoridad. Eso es lo que ocurrió en Túnez, Egipto, y más tarde en Libia.

Aquellos que desprecian el imperio de la ley, tal como es ejercida por las democracias estables y prósperas de Occidente, no comprenden que la mayor virtud del sistema es, precisamente, la sustitución pacífica y la renovación de los gobernantes, seleccionados de una panoplia de opciones diferentes.

Podemos elegir un cretino o un candidato inepto, incluso un bandido (esto sucede con frecuencia), pero estos tipos indeseables pueden ser reemplazados sin dificultad en las siguientes elecciones. (Raúl Castro debería estudiar cuidadosamente lo que está sucediendo en Noráfrica y sacar las apropiadas conclusiones).

La segunda lección tiene que ver con el petróleo. ¿Cuánto más continuarán posponiendo, las naciones importadoras de petróleo, el desarrollo masivo de fuentes alternativas de energía? Recuerdo un vibrante discurso de Richard Nixon en 1973, hace casi 40 años, en el que juró que Estados Unidos pondría fin a las importaciones de petróleo.

Ese año, los países árabes productores de energía, castigaron a Occidente por su apoyo a Israel durante la guerra de Yom Kippur. El costo del petróleo se multiplicó por cinco y la mitad del planeta se sumió en una recesión.

Desde entonces, todos los ocupantes de la Casa Blanca han repetido la palabrería patriótica de Nixon, con mayor o menor énfasis, pero el país, irresponsablemente, sigue dependiendo de las importaciones de crudo.

¿Por qué ese fracaso? Porque cuando los estadounidenses evalúan el valor de la factura del petróleo, pagan el precio asignado por el mercado para el barril de crudo, sin tener en cuenta los costos ocultos de un oligopolio controlado por alrededor de 20 empresas, 13 de ellas de propiedad estatal, además de las “siete hermanas mayores», establecidas en regiones inestables e impredecibles, y parcialmente reguladas por un cartel de productores que mantienen artificialmente los precios del combustible. En cualquier otra actividad, esa práctica es un delito severamente castigado por la ley.

¿Cuál es el costo militar que demanda la protección de las instalaciones en el Medio Oriente? ¿Cuán caras son las recesiones provocadas por estos cambios en el precio del crudo? Cada vez que hay una catástrofe petrolera y el mundo cae en una recesión, miles de millones de dólares de capital acumulado se pierden y todos nos convertimos, de repente, en pobres.

Si esa fantástica (pero real) suma se agregara al costo de la factura del crudo, veríamos que el petróleo no es la fuente más barata de energía. Es la más cara.

La tercera lección tiene que ver con el infinito cinismo de los amigos de Gadafi. Los tres líderes que más descaradamente han defendido a este extraño dictador son Hugo Chávez, Daniel Ortega y Fidel Castro. Si bien, con emoción, condenan la muerte de personas inocentes causadas por Estados Unidos en las guerras en Irak y Afganistán, los tres apoyan con entusiasmo los bombardeos de civiles desarmados de Gadafi, llevados a cabo por aviones de combate libios, sin otro objetivo que sembrar el terror a través de masacres.

Además, Chávez ha comprometido a los países del ALBA para tratar de salvar a su colega libio. El coronel venezolano, actualmente bajo la tutela de Fidel Castro, no se olvida que, en la década de 1990, estaba bajo la influencia intelectual y política de Norberto Ceresole, un argentino peronista-fascista que murió en 2003. Ceresole estuvo tan abyectamente al servicio de Libia e Irán, que negaba que el Holocausto judío hubiera alguna vez ocurrido.

Mano a mano con Ceresole, Chávez leyó con fascinación las estupideces escritas por Gadafi en su Libro Verde y defendió con ardor «la tercera teoría universal», como el libio, pomposamente, llamó a algunas maquinaciones ideológicas autoritarias en las que prescribía un modelo de Estado basado en el existencia de un caudillo iluminado vinculado con las sabias masas, a través de un ejército popular.

Los otros países del ALBA – Ecuador, Bolivia y un par de alegres islotes del Caribe, más los «observadores» (Granada, Haití, Paraguay y Uruguay, junto con la satrapía siria) – deberían tomar nota de que el ALBA es mucho más que una organización dedicada a fomentar el comercio: es un instrumento diplomático para Chávez, Castro y Ortega, para respaldar a las peores tiranías del mundo. La participación en tales argucias es una cosa muy seria. [© FIRMAS PRESS]

Traducido para porisrael.org  por José Blumenfeld

 
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