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| martes abril 16, 2024

Bin Laden


Mario Satz

Aquellos que se dedican a dar nombres a las operaciones militares son cada vez más ignorantes o, cuando menos,  más indiferentes a la historia de las palabras,  a tal punto que comparar a un líder apache del siglo XIX que se rebeló tras el asesinato de su madre, su mujer y sus tres hijos a manos del gobernador militar de Sonora, un hombre que luchó en su tierra y por su libertad, no puede en ningún caso compararse con el asesino Bin Laden, quien atacó fuera de su geografía natural enclaves en los que, precisamente, murieron muchos hermanos de su propia fe sin que a  él se le moviese un pelo de la barba por ello. Gerónimo puede ser considerado un héroe, Bin Laden fue un simple asesino.

Nadie obligó al saudí a vivir en una reserva, tanto su país natal como otros países árabes venden libremente su petróleo a las compañías americanas o europeas. Ni los yemeníes, los irakíes o los libaneses fueron empujados, acorralados y obligados a vivir fuera de sus tierras por poderes extranjeros sino por sus mismos compatriotas de distinto signo ideológico o creencia.

Gerónimo, tras años de lucha, fue encontrado en Sierra Madre y obligado a entregarse, recluyéndoselo durante unos años en la prisión de Fronteras, en Sonora, en donde hoy existe un polvoriento museo que lo recuerda sino con  cariño sí con respeto. Transcurridos tres años, fue trasladado a una reserva india en Oklahoma sin que tuviese ocasión de ver de nuevo a su pueblo. Fue allí que pasó los últimos años de su vida transformado en un hombre pacífico o resignado, difícil es saberlo. Hasta participó en un desfile presidencial poco antes de morir, a los ochenta y cinco años, con el rostro arrugado como una uva pasa y el corazón partido por sus viejos amores y escasas fidelidades.  Dicen, pero el hecho es dudoso, que unos desaprensivos robaron su calavera y parte de sus objetos personales,  entre ellos una rienda de plata. Desde entonces sus descendientes y el gobierno de los Estados Unidos litigan sobre el asunto.

Como se ve, no fue un asesino ni una criatura inmisericorde. La raza invasora estaba en guerra con la suya y él luchó con dignidad. Bin Laden, en cambio, podía haber escogido otra vida, si se sentía ofendido como musulmán podía haber cambiado las cosas entre los suyos ajustando la cuerda de su amada ortodoxia. Por suerte no lo veremos envejecer ni participar en ningún desfile presidencial, el mar disolverá sus restos, que irán a parar a un sitio más oscuro que su propio pensamiento, y  aunque  otro intente reemplazarlo ya sabe el destino que le espera. No resulta demasiado claro, entonces, a ojos de un lector común, darle el nombre del apache  Gerónimo ( que en realidad se llamaba Goyaalé en idioma chiricahua ) a una operación militar de comandos para eliminar a un asesino que no se le parecía, dejando en el aire la sospecha de una comparación a todas luces injusta. Sin embargo, la causa de esa nominación parece estar, según leo en Google, en una tradición popular norteamericana que se inició en la década del 40 del siglo pasado  en un regimiento de paracaidistas y que concierne al grito de guerra que profieren todos aquellos que se lanzan en caída libre  para darse ánimos, de donde pasó al idioma coloquial para remarcar cualquier situación físicamente arriesgada que incluya saltos o no. Si así fuera, el cine tiene la culpa por las muchas películas que sobre Gerónimo y su vida se hicieron a mediados del siglo XX.

En una foto del año 1909 se  ve a Gerónimo envuelto en una gran manta india, con el rostro bondadoso y el entrecejo fruncido de los que ya no soportan la mucha luz. Imaginar bondad en el rostro  envejecido de un saudí cargado de odio como un taco de pólvora, a pesar de lo bien parecido que lo encontraban algunas snobs de izquierda, es una incongruencia malsana, una definición en la que sólo pueden caer los que piensan como él, que el crimen de inocentes es santo si se hace en nombre de Alláh. 

God Save America.

 
Comentarios

Hablas de Isaac de Séforis. Muérdete la lengua, que así aprenderás tú, hipnotizador y adormedecedor de conciencias. Observa tu perversión.

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