Lawrence Solomon
Financial Post
4 de junio de 2011
Antes de la crisis del petróleo de la OPEP de 1973-74, Israel era el niño mimado de la izquierda, ensalzado como un país luchador y altruista que hizo el trabajo del socialismo en un vecindario hostil de dictaduras militares árabes y teocracias musulmanas. La prensa liberal defendía a Israel contra los que objetaban la existencia de Israel. La intelectualidad liberal – judía y no judía por igual – enviaba a sus jóvenes a los kibutz israelíes, para que se inspiraran en este modelo utópico de vida comunal, donde todos recibían el mismo salario, independientemente de la ocupación.
Casi inmediatamente después de que la naciones de la OPEP cuadruplicaran los precios del petróleo, para castigar a Occidente por su apoyo a Israel, la izquierda cambió, al igual que muchos también en el centro y la derecha. Israel pronto se convirtió en un estado paria, mientras que la Organización para la Liberación Palestina se convirtió en digna de alabanza, a pesar de los secuestros de aviones y otros actos de terrorismo contra objetivos occidentales, que anteriormente habían provocado condenas.
En 1974, el líder de la OLP Yasser Arafat, asumió la condición de hombre de estado y fue invitado a dirigirse a la Asamblea General de Naciones Unidas en Nueva York. Un año después, la Asamblea General de la ONU designa al sionismo como una forma de racismo.
El petróleo no fue el único factor en el cambio de la actitud del mundo hacia Israel. En ese período de Guerra Fría híper-ideológica, los anticapitalistas y los anticolonialistas querían a occidente y sus aliados fuera de Medio Oriente, otros querían apaciguar las quejas árabes a efectos de poner fin al terrorismo, o simpatizaban con los árabes palestinos y los estados árabes que habían perdido las guerras contra Israel. Pero el petróleo fue decisivo en causar que el mundo reconsiderara dónde estaban sus intereses.
Tómense los países del África negra, la mayoría de los cuales tenía excelentes relaciones con Israel antes de la OPEP. Aunque la misma Israel era pobre cuando comenzó su programa de ayuda en 1958, 10 años después de su fundación, Israel se convirtió en el segundo mayor donante del mundo, per cápita, de ayuda exterior, la mayor parte para África. Los israelíes se sintieron orgullosos de haber ayudado a unos 250.000 africanos, mediante la transferencia de tecnologías en las que Israel sobresalía, como en agricultura y manejo del agua.
Pero la relación de Israel con el África negra no sobreviviría el embargo de petróleo de la OPEP, porque los árabes tenían un argumento persuasivo para hacer. «Únanse a nosotros en nuestra lucha contra el imperialismo occidental y el colonialismo mediante el corte de relaciones diplomáticas con Israel», pidió la OPEP a las naciones del África negra. «Si lo hacen, les suministraremos petróleo barato y más ayuda para carreteras y otras infraestructuras que les dan los israelíes. Y si no cortan relaciones con Israel», dejaron en claro, «les cortaremos el petróleo, al igual que se lo cortamos a occidente”.
Los países del África negra, casi en masa, cortaron relaciones con Israel y formaron un bloque de votantes islámicos africanos, reforzado con otros llamados «países no alineados», que votarían en contra de Israel en toda ocasión en las Naciones Unidas. Es este bloque de votantes de hoy, de más de 100 países de los 192 de las Naciones Unidas – conocido como la «mayoría automática» – que, en 1975, aprobó la resolución de las Naciones Unidas que designa al sionismo como una forma de racismo, y cuyos miembros condenan sistemáticamente a Israel, y a casi nadie más, por abusos a los derechos humanos: Israel ha sido condenado por la Comisión de Derechos Humanos de las Naciones Unidas 33 veces, en comparación con cero para países como Irán, Zimbabwe o incluso Sudán, a pesar de sus atrocidades, desde hace décadas, en Darfur.
La izquierda y los países africanos no estuvieron solos en volcarse contra Israel – también tuvieron aliados en las multinacionales petroleras. La nacionalización, por parte de los países del Tercer Mundo, de los activos de las multinacionales ya había comenzado para 1973, y las compañías petroleras sabían que sus negocios, en todo Medio Oriente, se encontraban en riesgo si se consideraba que eran hostiles a la calle árabe. Para cortar la reacción con la que se enfrentaban, las multinacionales petroleras presionaron a los gobiernos occidentales para que se volvieran contra Israel. En un anuncio en The New York Times, por ejemplo, Mobil Oil instó a que era «hora de que el mundo insistiera en una solución en Medio Oriente» para evitar la ira de los estados petroleros árabes, un mensaje que también envió a sus accionistas. Concertadamente, Exxon y otras multinacionales también argumentaron que occidente tenía un interés mucho mayor en el suministro seguro de petróleo que en un diminuto parche de tierra sin petróleo, llamado Israel.
Esta coalición anti-israelí tuvo un brillante éxito en renombrar a Israel como un estado paria, a satisfacción de las multinacionales petroleras. Aunque sus activos, finalmente, fueron nacionalizados, habían ganado la buena voluntad de las dictaduras árabes e inesperadas ganancias de las alzas de precios de la OPEP, que ayudaron a diseñar, lo que les permitió mantener su estatus como una de las industrias más rentables del mundo. Para otros – como el África negra – no funcionó tan bien. No sólo la ayuda árabe no logró desarrollar al continente – en realidad el africanos negros se convirtieron en más pobres – sino que los árabes islámicos y el África negra cristiana, a menudo, guerreaban entre sí.
El volcarse contra Israel para apaciguar al mundo árabe, tampoco funcionó bien para occidente, ya que fue recompensado con una segunda crisis petrolera de la OPEP en 1979, la toma de rehenes en Irán, las dos guerras del Golfo, una guerra en Afganistán, y un incremento importante del terrorismo contra objetivos occidentales.
El éxito político de los árabes en marginar a Israel, tampoco funcionó bien para la ciudadanía árabe. Los estados árabes, a pesar de su riqueza petrolera, han tenido un crecimiento desastroso, sus atrofiadas economías, a veces, yendo aún peor que el África negra. Con el caos que ha venido con la primavera árabe y su potencial de más radicalismo islámico o de estados fallidos, el panorama no podría ser más sombrío para Medio Oriente.
Con una sola excepción – Israel, una de las economías de más rápido crecimiento en el mundo y uno de los más avanzados: per cápita ocupa el N° 1 en artículos científicos, emprendimientos de alta tecnología, I&D civil y doctorados. Especialmente importante para la izquierda, Israel se ha hecho famoso, una meca para las artes y el entretenimiento, que acepta homosexuales, que atrae artistas occidentales de renombre. Lonely Planet ubica a Tel Aviv en el tercer lugar entre las ciudades del mundo por sus cafés, clubes nocturnos, música y escenarios de cine.
Especialmente importante para todos, Israel pronto rivalizará con Arabia Saudita como reserva de petróleo más grande de Medio Oriente. Este diminuto parche de tierra llamado Israel, resulta que tiene un inmenso parche de petróleo al suroeste de Jerusalem, lejos de cualquier territorio en disputa. Israel también tiene inmensos yacimientos de gas natural fuera de su costa norte.
Una vez que estos recursos de petróleo y gas se desarrollen, Israel se convertirá en un importante exportador, liberando a occidente de la dependencia de regímenes exportadores de petróleo hostiles, y le permitirá a occidente juzgar a Israel por sus propios méritos. Occidente estará entonces en libertad de determinar, nuevamente, donde se encuentran realmente sus intereses.
Lawrence Solomon es director ejecutivo de Energy Probe.
http://www.nationalpost.com/todays-paper/redeems+Israel/4893157/story.html
Traducido para porisrael.org por José Blumenfeld
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