Lamentablemente, es un natural defecto humano la perversión que produce el poder. Es grande la cantidad de países cuyo jefe, respaldado por colaboradores y un fuerte ejército propio o mercenario todos bien remunerados, se enriquece a expensas de sus habitantes sumidos en la miseria.
En los pueblos democráticos, los gobiernos son el resultado de la opinión de la mayoría. Es imposible que se pueda instaurar una democracia en los países en donde la mayor parte de sus habitantes antepone anacrónicas leyes religiosas a las modernas leyes laicas basadas en la lógica; y si se erige, es fácil suponer que no será por mucho tiempo. El ejemplo lo ofreció Irán, donde después de ser derrocado un tirano, se convirtió en una despótica teocracia gobernada por sucesivos tiranos desubicados. Para que perduren las democracias, necesitan del aval que le ofrecen los pueblos cultos y maduros.
Excluyendo a Israel, cuya población en su mayor parte está constituida con inmigrantes de pueblos cultos, ¿están los pueblos del Medio Oriente preparados para la democracia?.
No se puede saber si esa valiente juventud que se levantó pidiendo libertad, reúne el número suficiente de individuos como para producir en el mundo libre, la ilusión que sus respectivos países ya han madurado. Nadie puede pronosticar si sus ideales contarán con los sufragios necesarios para derrotar, en democráticas elecciones, a los fanáticos grupos reaccionarios que siguen soñando con islamizar al mundo con la guerra santa, y ven a Israel como a un intruso en el Medio Oriente.
En consecuencia, nadie es capaz de asegurar si estos movimientos subversivos que estallaron recientemente, producirán cambios que favorezcan a Israel y a la paz de la zona.
Samuel Auerbach
Natanya, Israel
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