Dore Gold
The Weekly Standard
20 de junio de 2011
Cuando el presidente Barack Obama, el 19 de mayo de 2011, hizo su primera polémica referencia a las líneas de 1967 como base para futuras negociaciones palestino-israelíes, introdujo una advertencia principal que se destacaba: la idea de que habría «intercambios mutuamente acordados» de tierras entre las dos partes. Agregó que ambas partes tenían derecho a «fronteras seguras y reconocidas». Pero la inclusión de los intercambios de tierra también suscitó muchas preguntas.
Varios meses después de que Israel ocupó la Margen Occidental y Gaza en la Guerra de los Seis Días de 1967, el Consejo de Seguridad de la ONU definió los términos territoriales de un futuro acuerdo de paz en la Resolución 242, que durante décadas se convirtió en la piedra angular de toda la diplomacia árabe-israelí. En ese momento, los soviéticos trataron de tildar a Israel como el agresor en la guerra y de forzarlo a una retirada completa, pero la resolución 242 dejó en claro que no se esperaba que Israel se retirara de todos los territorios que estaban en su poder, lo que significaba que Israel no estaba obligado a retirarse del 100 por ciento de la Margen Occidental.
Dados estos antecedentes, el Primer Ministro Yitzhak Rabin dejó en claro, en su último discurso en la Knesset, en octubre de 1995, que Israel nunca se retiraría a las fronteras de 1967. Hizo hincapié en que Israel tendría que retener el control del valle del Jordán, la gran barrera geográfica oriental, que le proporcionó seguridad, durante décadas, desde la Guerra de los Seis Días. No dijo ni una palabra acerca de intercambios de tierra. Porque ni la Resolución 242, ni ninguno de los acuerdos posteriores firmados con los palestinos, estipulaba que Israel tendría que pagar, por cualquiera de las tierras de la Margen Occidental que retendría, con la entrega, a cambio, de su territorio soberano.
Entonces. ¿De dónde surgió la idea del intercambio de tierras? A mediados de la década de 1990 se han realizado múltiples esfuerzos, a través de canales extraoficiales, para ver si era posible llegar a un acuerdo final entre Israel y los palestinos. Los palestinos argumentaron que cuando Israel firmó un acuerdo de paz con Egipto, accedió a retirarse del 100 por ciento de la península del Sinaí. Así que preguntaron cómo podía dársele al presidente de la OLP, Yasser Arafat, menos de lo que el presidente egipcio, Anwar Sadat, recibió.
Como resultado, académicos israelíes que participaron en estas negociaciones por canales extraoficiales, aceptaron el principio de que los palestinos obtuvieran el 100 por ciento del territorio, al igual que los egipcios, a pesar del texto de la Resolución 242, y propusieron dar tierra israelí a los palestinos como compensación por cualquier territorio de la Margen Occidental retenida por Israel. Esta idea apareció en el papel Beilin-Abu Mazen de 1995, que no fue firmado ni aceptado por los liderazgos israelí o palestino. De hecho, Abu Mazen (Mahmoud Abbas) negó posteriormente, en mayo de 1999, que un acuerdo de este tipo existiera.
Hay una enorme diferencia entre Egipto y los palestinos. Egipto fue el primer estado árabe en hacer la paz y, en reconocimiento de ese hecho, el Primer Ministro Menachem Begin le entregó a Sadat todo el Sinaí. Además, la frontera entre Israel y Egipto había sido una frontera internacional reconocida desde la época del Imperio Otomano. La frontera de Israel, antes de 1967, con la Margen Occidental, no era una frontera internacional real; era sólo una línea de armisticio que demarcaba dónde los ejércitos árabes habían sido detenidos cuando invadieron al naciente Estado de Israel en 1948.
En julio de 2000, en la Cumbre de Camp David, la administración Clinton propuso la idea de intercambio de tierras que había sido propuesta por los académicos israelíes pero ni Camp David ni el esfuerzo posterior de negociación en Taba tuvieron éxito. El Ministro de Relaciones Exteriores de Israel de la época, Shlomo Ben-Ami, admitió en una entrevista con Haaretz, el 14 de septiembre de 2001: «No estoy seguro de que toda la idea de un intercambio de tierras sea factible». En resumen, cuando la idea se puso a prueba realmente, en negociaciones de gran importancia, la idea del intercambio de tierras resultó ser mucho más difícil de aplicar como base para un acuerdo final.
Después del colapso de las conversaciones de Camp David, el Presidente Clinton trató de resumir las posiciones israelíes y palestinas, y presentó una propuesta de EE.UU. en la que aún aparecía el intercambio de tierras. Pero en su haber, Clinton también estipuló: «Éstas son mis ideas, si no son aceptados, quedan fuera de la mesa, se van conmigo cuando se termine mi mandato». El equipo de Clinton informó a la entrante administración Bush sobre este punto. Particularmente, los intercambios de tierras no formaron parte de la Hoja de Ruta para la Paz de 2003 o de la Carta del Presidente Bush al Primer Ministro Ariel Sharon del 14 de abril de 2004.
Fue el Primer Ministro Ehud Olmert quien resucitó la idea del intercambio de tierras, en el año 2008, como parte de las nuevas concesiones israelíes propuestas, que fueron más allá de las posiciones de Israel en Camp David y Taba. También surgió en estos años en otros contactos entre israelíes y palestinos. Pero Mahmoud Abbas sólo estaba dispuesto a hablar sobre un intercambio de tierras sobre la base de un 1,9 por ciento del territorio, que se relacionaba con el tamaño de las áreas de los asentamientos judíos, pero que ni siquiera tocaba las necesidades de seguridad de Israel. Así que la idea del intercambio de tierras siguió demostrando ser impracticable.
Escribiendo en Haaretz, el 29 de mayo de 2011, el Prof. Gideon Biger, del departamento de geografía de la Universidad de Tel Aviv, advirtió que Israel no puede aceptar un intercambio de tierras superior al equivalente del 2,5 por ciento de los territorios, ya que Israel no tiene grandes extensiones de tierra vacía que puedan ser transferidas. Cualquier intercambio de tierras de mayor tamaño involucraría áreas con vital infraestructura civil y militar israelí.
Además, en los resúmenes de las negociaciones anteriores con el Primer Ministro Olmert, los palestinos señalaron que exigirían intercambio de tierras de «valor comparable» – es decir, que no aceptarían algunas lejanas dunas de arena a cambio de tierras de alta calidad, cercanas al centro de Israel. En resumen, dadas las limitaciones en la cantidad y calidad de territorio que Israel, posiblemente, podría ofrecer, la idea de intercambio de tierras se estaba convirtiendo en inviable.
En Jerusalem, la vieja línea de armisticio, de antes de 1967, ubicó al Muro de los Lamentos, el Monte de los Olivos y la Ciudad Vieja, como un todo, en el lado árabe de la frontera. Desde 1948 hasta 1967, a los judíos se les negó el acceso a sus sitios sagrados; unas 55 sinagogas y salas de estudio fueron destruidas sistemáticamente, mientras que la Ciudad Vieja fue limpiada étnicamente de todos sus habitantes judíos. Si los intercambios de tierra tienen que ser «mutuamente acordados», ¿eso les da a los palestinos el veto sobre las reclamaciones israelíes más allá de la línea de 1967 en la Ciudad Vieja, como el Muro de los Lamentos?
La cuestión de los intercambios de tierra apunta a un dilema más profundo en las relaciones entre EE.UU. e Israel. ¿Cuál es el prestigio de ideas de negociaciones que fracasaron en el pasado y que aparecen en el registro diplomático? El presidente Obama le dijo a AIPAC, el 22 de mayo, que las líneas de 1967 con intercambio de tierras «durante largo tiempo ha sido la base para las discusiones entre las partes, incluidas anteriores administraciones de EE.UU.» Solo porque una idea se discutió en el pasado, ¿eso la hace parte de la agenda diplomática en el futuro, aunque la idea nunca formara parte de ningún vínculo legal, de acuerdos firmados?
En octubre de 1986, el Presidente Ronald Reagan se reunió con el líder soviético Mikhail Gorbachov en Reykjavik, Islandia, y formuló la radical propuesta de que ambas superpotencias eliminaran todos sus misiles balísticos, con el fin de concentrar sus energías sólo en el desarrollo de misiles de defensa. La idea no funcionó, la propuesta de Reagan no fue aceptada, y las negociaciones de control de armas tomaron una dirección totalmente diferente. Pero ¿qué pasaría si hoy el presidente ruso, Dmitry Medvedev, le pidiera al presidente Obama poner en práctica las propuestas de Reagan? ¿EE.UU. tendría alguna obligación hacía ideas diplomáticas que no condujeron a un tratado concluido?
Afortunadamente hay otros puntos, en los recientes comentarios del Presidente Obama sobre las negociaciones entre israelíes y palestinos, que pueden sacar a las partes fuera del tema de las fronteras de 1967 y calmar al lado israelí. En AIPAC, el presidente habló acerca de «las nuevas realidades demográficas sobre el terreno», que parecen tener en cuenta los grandes bloques de asentamientos que Israel, finalmente, incorporará. Usando el lenguaje de la resolución 242, Obama se refirió a «fronteras seguras y reconocidas» y, lo más importante, agregó: «Israel debe ser capaz de defenderse a sí mismo – por sí mismo – contra cualquier amenaza».
Sin embargo, para los israelíes, mencionar las líneas de 1967 sin estos requisitos, trae recuerdos de un Israel que tenía un ancho de 13 kilómetros, y una época en que su vulnerabilidad se convirtió en un objetivo repetido de los poderes hegemónicos de Medio Oriente, que hacían de su destrucción una causa principal. Por supuesto, Israel ganó la Guerra de los Seis Días de 1967, pero tuvo que recurrir a un ataque preventivo ya que cuatro ejércitos convergían en sus fronteras. A ningún israelí le gustaría vivir con una tal mecha corta de nuevo. La alternativa a las líneas de 1967 son fronteras defendibles, las cuales deben surgir si se quiere alcanzar una paz viable.
**Dore Gold, ex embajador israelí ante las Naciones Unidas, es presidente del Centro Jerusalem para Asuntos Públicos
http://www.jcpa.org/JCPA/Templates/ShowPage.asp?DBID=1&LNGID=1&TMID=111&FID=573&PID=2094&IID=7648
Traducido para porisrael.org por José Blumenfeld
Difusion: www.porisrael.org
Despues de una guerra, o después de un armisticio las líneas limítrofes son las que surgen de las posiciones de los contendientes cuando se acordó el cese de fuego. Por lo tanto, teóricamente, cuando se habla de las líneas del 67, legalmente, deberíamos referirnos a las actuales, no a las del 49 que eran las que correspondían a las de antes de la guerra de los seis días.
Por otro lado: ¿Que derecho tienen aquellos que no intervinieron en el conflicto en imponernos condiciones a nosotros -los vencedores- e indicarnos cuales han de ser las líneas en discusión? Por eso -y por otras muchas cosas (léase ingerencias en los asuntos que no les incumbe)- nunca va a haber un acuerdo si se alimentan al perdedor las posibilidades de imponer condiciones, cuando en realidad la ecuación es inversa.