Ana Jerozolimski
Editorial del “Semanario Hebreo”
Guilad Shalit volvió a casa. El verlo sonriente, aunque muy delgado y muy pálido, del lado israelí, eso es lo central. “Ven, papá y mamá están aquí”, le dijo el Primer Ministro Benjamín Netanyahu poco después de saludarlo y darle la bienvenida a Israel. Y eso es lo central. Volvió al seno de su familia, de su pueblo, del país que lo esperó expectante y contuvo el aliento muchas veces preocupado por su destino.
Luego, el abrazo con su padre, Noam. Y más en privado, en una pieza cerrada, el reencuentro también con su madre Aviva, con la que tantas madres se identificaron en Israel en los últimos años.
Pero más allá de la felicidad personal de la familia y del propio Guilad, su regreso es un evento nacional. Y el significado de todo lo que lo envuelve, de todo lo acontecido, es un reflejo de la singularidad de Israel.
Y todo eso, es un motivo de orgullo.
Las dudas, los temores, las quejas y las reservas por el duro precio pagado para recuperar a Shalit-la liberación de numerosos terroristas responsables de cruentos atentados mortales- son parte de la ecuación. Pero son, afortunadamente, sólo una cara de la moneda. Clave, importante, cargada de dolor. Pero sólo una. La otra, la que garantizó el regreso de Guilad a casa, es la de la disposición a tomar riesgos y a correr peligro, político y militar, para salvar a un soldado que estaba en misión oficial y no podía ser dejado, abandonado, detrás de las líneas enemigas.
El regreso de Guilad es un pedestal a la moral del Estado y de las Fuerzas de Defensa de Israel, por su responsabilidad para con los suyos. Fue un deseo de garantizar a los jóvenes soldados hoy o mañana en servicio militar obligatorio, que no están ni estarán solos. No se les promete pagar siempre cualquier precio, pero sí hacer lo máximo posible para devolverlos a casa.
Está relacionado al valor a la vida que se da en Israel. Se expresó hoy aquí con feliz resultado, y se expresó en muchas otras ocasiones, mucho más trágicas, al quedar en claro que Israel para recordar a los suyos y perpetuar su memoria, no pide venganza, sino que opta por gestos que apuestan a la vida. Así fue tras varios de los atentados terroristas. Una sala de biblioteca en memoria de los jovencitos asesinados en junio del 2001 en el atentado de la discoteca “Dolphinarium” en Tel Aviv, instalada en su liceo. Un centro de tratamiento a niños discapacitados, en Jerusalem, en recuerdo a Najshon Wachsman, secuestrado y asesinado por Hamas en 1994. Y muchos ejemplos más.
De por medio está también esa vivencia de “juntos” que es tan típica de Israel, el pueblo israelí movilizado por su propia decisión, como si Guilad fuese el hijo de cada uno. Lo era en el sentido que todos aquello que cumplen servicio militar obligatorio, corren por cierto un gran riesgo. No menos corría el ciudadano común expuesto a las bombas de Hamas.
Por eso eran miles y miles los israelíes agolpados ayer a los costados del camino conducente a Mitzpe Hila, la pequeña localidad de la Galilea en la que vive la familia Shalit Llenaron la calle de flores blancas, que alguien donó al pueblo para alegrar el regreso de Guilad. Y las banderas….un sinfín de banderas..Un verdadero festival en el que jóvenes y mayores coreaban al unísono, felices, rítmicamente: “Guilad Shalit volvió sano y salvo!”. Con la misma fuerza, pero sin esa alegría, corearon en manifestaciones y marchas: “El pueblo quiere recuperar a Guilad Shalit”.
De norte a sur llegaron los israelíes a acompañar a Noam y Aviva Shalit en su lucha, en sus marchas, en sus actos. No todos concordaron. Muchos pensaban que era mejor no salir tanto a la calle, que mostrar cuan central era el tema para el país todo, no haría menos que subir el precio a exigir por los terroristas a cambio de Guilad. Pero los israelíes no se podían aguantar. Se reclutaron a si mismos para estar presentes, para apoyar, para lograr la liberación de Guilad. Gente que jamás lo vio y que sintió la necesidad de estar, simplemente de estar con él en un momento tan feliz, así como estuvieron durante los años de angustia.
Y ayer lloraron cuando apareció en la pantalla de televisión la primera imagen de Guilad, saliendo de un coche de Hamas y pasando a manos de Egipto. Y de orgullo al verlo uniformado, erguido, como soldado en las Fuerzas de Defensa de Israel, al ser recibido por el Primer Ministro y por el Comandante en Jefe del Ejército. Y como todos son parte de todos, hasta el saludo de Netanyahu y del Tte. Gral. Beni Gantz fue distinto al que se podía esperar de figuras en sus respectivos puestos. Primero un apretón de manos, pero luego un abrazo paternal, una mirada feliz de verlo de cerca.
En camino a encontrarse con su padre , Guilad iba acompañado por ambos..El Jefe del Ejército le acarició varias veces la cabeza, le dio unas palmadas cariñosas en la espalda, como si fuera su propio hijo. Y horas antes, minutos después de haber pisado territorio israelí, se le acercó un Brigadier General y le dijo: “Guilad, bienvenido. Me llamo Itzik. Soy el médico jefe de Tzahal”..Itzik…el nombre de pila…un Brigadier General…
Israel tiene hoy mucho de lo que estar orgulloso. Los sucesos de estos días, y muy especialmente el digno regreso de Guilad Shalit, hasta la cordura y buen criterio con los que respondió a una extrañísima entrevista de la televisión oficial egipcia antes de ser transferido a Israel, daban motivos para ello. Cuando tenía a figuras centrales de Hamas a sus espaldas, al preguntarle la cronista egipcia si ahora él luchará por la liberación de otros 5 mil presos palestinos en cárceles israelíes, Guilad no perdió el sentido común al responder: “Me alegrará que todos sean liberados”, dijo.”Pero si no vuelven a atacar a Israel, para que no haya más guerras y conflictos entre israelíes y palestinos”.
Los problemas no son pocos, Israel lejos está de ser perfecto y hay varias cosas que bien haría en corregir. Pero hoy nos aferramos a lo bueno, a lo destacable, a lo tan poco común quizás en otras sociedades, y tan evidente en la israelí, a esa vivencia compartida por todos en un día singular para el Estado de Israel, a esa sensación de historia que se vivió a lo largo y ancho del país, por el hecho de haberse recuperado a uno de sus hijos, Guilad Shalit, que volvió a casa.
CON ESTA NOTICIA REAFIRMO LO QUE SIEMPRE HE MANTENIDO PARA ISRAEL LA VIDA NO TIENE PRECIO, UN HIJO DEL PUEBLO HEBREO VALE MUCHO MÁS QUE MILLONES DE PALESTINOS, POR ESO LA RELACIÓN DEL CANJE, ALGUNOS NO ENTENDERÁN, UNO POR CUATROCIENTOS, UN HIJO DE ISREAL REPRESENTA LA MENTE Y CORAZÓN DE TODO UN PAÍS DE TODO UN PUEBLO UN SIGNIFICADO BIBLICO INMORTAL. LOS HIJOS DE LA TIERRA PROMETIDA POR DIOS. POR ESO ISRAEL ES DE LOS JUDÍOS, POR ESO JERUSALEN ES INDESTRUCTIBLE Y ES SIMBOLO DE ISRAEL.