Por Israel


Defendemos un ideal no a un gobierno
Síguenos en Facebook Twitter Twitter YouTube RSS Feed
| domingo diciembre 22, 2024

La Farsa de la ONU Consiente la Farsa Palestina


Guy Millière

1 de noviembre de 2011

http://www.hudson-ny.org/2550/un-palestinian-sham

En su discurso ante la Asamblea General de la ONU, el mes pasado, el Primer Ministro de Israelí, Benjamin Netanyahu, habló de las Naciones Unidas como la “casa de las mentiras” y el “teatro del absurdo”. Se podría ir más lejos y exponer toda la verdad: Las Naciones Unidas se ha convertido en una farsa.

El nuevo Consejo de Derechos Humanos de las Naciones Unidas está compuesto, abrumadoramente, por países en permanente violación de los derechos humanos, y debería ser llamado, con más precisión, Consejo contra los Derechos Humanos y de Promoción del Antisemitismo Mundial.

La Asamblea General es un lugar donde los dictadores y tiranos tienen una mayoría automática para aprobar mociones absurdas y textos obscenos, tales como el que define al sionismo como racismo, aprobado en 1975, y derogado sólo dieciséis años más tarde con la mayor dificultad, gracias al Embajador de EE.UU., John Bolton. El veto de EE.UU. en el Consejo de Seguridad de la ONU es el único obstáculo para la promulgación de decisiones igualmente racistas.

Originalmente pensada para fomentar la paz en la tierra y poner fin a los regímenes totalitarios, la ONU se ha convertido en un lugar donde las democracias occidentales son rehenes de brutales y bárbaros regímenes. Todavía nadie, ni siquiera, ha sido despedido por “el mayor atraco de la historia”, de más de $117 mil millones, el escándalo Petróleo por Alimentos de 2004, en el que la ONU estableció un programa para proporcionar, supuestamente, alimentos a los iraquíes empobrecidos bajo el régimen de Saddam Hussein, pero en cambio aceptó sobornos del régimen iraquí, mientras que los alimentos nunca llegaron a la gente. Supuestas fuerzas de paz de la ONU en África siguen distribuyendo mercaderías a niños menores de edad a cambio de sexo.

La tribuna desde la que habló Benjamin Netanyahu es la misma desde la que otros líderes mundiales también hablaron. El Presidente de la República Islámica de Irán, Mahmoud Ahmadinejad, profirió recomendaciones genocidas y fue aclamado. El Primer Ministro de Turquía, Recep Tayyip Erdogan, fue aclamado cuando acusó a Israel de utilizar “una fuerza excesiva” contra el intento de una flotilla turca de romper un perfectamente legal bloqueo naval.

Pero, como el acto destacado de este año, para el reconocimiento de la ONU de un Estado palestino o, por lo menos, un ascenso desde el cual seguir haciendo la existencia de Israel tan desagradable como sea posible, el Presidente Palestino, Mahmoud Abbas, se dirigió a la Asamblea General con mentiras – acerca de todo, desde quién fue responsable por estancar las negociaciones durante los últimos dos años (los israelíes habían acordado un solicitado congelamiento de la construcción, después del cual los palestinos todavía se negaron a sentarse a la mesa, hasta pocas semanas antes de la fecha límite, y entonces exigieron otro congelamiento de la construcción) – hasta quién no había cumplido su parte de los acuerdos de Oslo (los palestinos habían acordado detener la incitación, pero, entre otras violaciones desde el primer día, ni siquiera, nunca, lo intentó). Abbas descendió del podio con aplausos mojigatos.

Representantes occidentales abandonaron la sala cuando habló Ahmadinejad, pero cuando fue el turno de Abbas, permanecieron. Muchos incluso aplaudieron. ¿Quiere ésto decir que aprueban la mentira? Parece que sí, y eso es una vergüenza.

¿Quién puede no entender que, cuando Abbas describe la creación de Israel en 1948 como “Nakba” [catástrofe] para los palestinos, deliberadamente oculta la guerra de exterminio librada contra Israel el día de su nacimiento, por cinco naciones árabes: Egipto, Jordania, Siria, Líbano e Irak?

En ese momento, los países occidentales se mantuvieron como observadores pasivos de la guerra, y la supervivencia de Israel pareció una forma de milagro.

¿Quién puede no ver que, cuando Abbas habla de ocupación de tierras palestinas durante “sesenta y tres años”, está diciendo que todo Israel es un “territorio ocupado?

¿Quién puede no sentirse confundido oyendo a Abbas describir la valla de seguridad como un “muro de anexión” contra los palestinos, cuando todo el mundo sabe – o debería saber – que fueron, precisamente, los incesantes ataques terroristas, cometido por árabes palestinos, los que obligaron a Israel a levantar la barrera?

¿Quién puede no saber, oyendo a Abbas referirse al “retorno de los refugiados” a Israel como condición para la paz, que los dirigentes palestinos – tanto de la Organización para la Liberación de Palestina como de Hamas – han dejado claro tanto en sus estatutos como todos los días en sus medios de comunicación, así como también en todo medio disponible [ver www.pmw.org], que su objetivo es ahogar al Israel judío de en una corriente de millones de árabes musulmanes?

¿Por qué alguien aceptaría las referencias de Abbas de “territorios palestinos” y “pueblo palestino”? El término «pueblo palestino» es de reciente cuño. El «pueblo palestino» fue un término inventado en la mitad de la década de los años 1960, cuando los egipcios y los soviéticos decidieron comercializar la guerra contra Israel como una guerra de “liberación nacional”. Lo que debía ser “liberado”, resultó ser todo de Israel, “desde el Río [Jordán] hasta el Mar [Mediterráneo]”, como lo dijo Faisal al-Husseini, el Ministro de la Autoridad Palestina para Asuntos de Jerusalem.

Nunca ha habido un “territorio palestino” perteneciente a un “pueblo palestino” y, mucho menos, una nación palestina.

Palestina era una zona controlada durante cientos de años por el Imperio Otomano, hasta que fue disuelta en la década de los años 1920. El área fue gobernada entonces como el Mandato Británico de Palestina hasta que Israel se declaró estado en 1948, y los ejércitos árabes, inmediatamente, fueron a la guerra para tratar de destruirlo. Entre 1920 y 1948, los judíos tenían estampado “Palestina” en su pasaporte como su país de origen, y eran “palestinos” tanto como lo eran los árabes. Las personas que ahora se llaman, a sí mismos,”palestinos” son los árabes que dejaron esa tierra cuando la guerra comenzó: algunos huyeron para no estar en medio de los combates; a otros se les dijo con megáfonos que se marcharan para que sea más fácil matar a los judíos, para que los árabes pronto pudieran regresar.

Después de que Israel venció a los invasores, los árabes que habían huido de Palestina quisieron regresar; los israelíes se negaron, alegando que, como no se habían quedado para ayudar, no habían sido leales y, por lo tanto, podía considerarse quinta columnistas. Los árabes que se quedaron, los árabes israelíes – en este supuesto estado de “apartheid” – aún representan cerca del 20% de la población, más de un millón y medio. Tienen sus propios partidos políticos; sus propios miembros elegidos para el parlamento israelí, la Knesset; se sientan en la Corte Suprema; ocupan cargos importantes en el cuerpo diplomático de Israel; trabajan como médicos en los mejores hospitales y como profesores en las universidades más importantes e, incluso, sirven en el ejército israelí, sólo si así lo desean.

Si no están tan integradas en la sociedad como deberían, es porque así lo han elegido – no porque se les haya negado oportunidades. Como el difunto Senador Daniel Patrick Moynihan solía decir, “Todos tienen derecho a su propia opinión, pero no a su propio conjunto de hechos”.

Cuando Abbas volvió a Ramallah de su viaje de septiembre a la ONU, las consignas coreadas por la multitud fueron claras: “¡Un millón de mártires marchando a Jerusalem!” y,” ¡Liberaremos a Palestina con sangre!”; pero parece que ningún diplomático occidental los oyó y extrajo la manifiesta conclusión.

La mayoría de los países occidentales – aparte de Estados Unidos – rara vez se conducen de otro modo que vergonzosamente con respecto a Israel, desde el principio. Las Naciones Unidas es donde gran parte de esta conducta, no sólo tiene lugar, sino que es jadeantemente alentada.

Cuando la OLP llevó a cabo olas de ataques terroristas que culminaron en la masacre de Munich de los atletas israelíes, en 1972, el mundo occidental podía ver que estaba tratando con terroristas y asesinos. Sin embargo, cuando dos años más tarde, Yasser Arafat fue invitado a la ONU, y pronunció un discurso tan distorsionado como el recientemente dado por Mahmoud Abbas, ningún representante occidental en la ONU pareció recordar que Arafat era, en ese momento, el jefe de todos los terroristas y asesinos que no sólo mataron a los atletas en Munich, sino también, entre otros actos, habían arrojado de un barco al mar a un anciano en silla de ruedas.

Cuando la OLP fue admitida en la ONU en calidad de observador, ningún representante de ningún país occidental se negó a sentarse junto al representante de esta organización terrorista. Cuando, en Madrid en 1991, se iniciaron las discusiones que llevarían a los Acuerdos de Oslo, la presión occidental jugó un papel decisivo en impulsar a Israel hacia un “proceso de paz”, abriendo la puerta a la legitimación de la Autoridad Palestina y a una década de atentados suicidas que mataron a más de 1.400 judíos. Los líderes israelíes han cedido a la presión; ésto no es excusa para aquellos que ejercieron la presión.

Mientras tanto, en un discurso tras otro, los líderes de la OLP han propagado una versión falsa de la historia, describiendo a Israel como un estado artificial y colonial. Después de 1921, sin embargo, y de la caída del Imperio Otomano, prácticamente todos los estados de la región – La República de Turquía, Yemen, Siria, Líbano, Irak, Transjordania, Arabia Saudita y el Mandato Británico de Palestina – habían nacido, un hecho que parece haber sido olvidado. Jordania, anteriormente Transjordania, y que ahora está consistente en un 70% de palestinos, se creó entonces, también, en el 80% del territorio del mandato británico, que se suponía iba a convertirse en el hogar nacional judío – otro hecho que parece haber sido olvidado.

En ese momento, lo que ahora se llama la Margen Occidental, fue anexada por Jordania, y Gaza por Egipto.

Si la OLP hubiera hablado alguna vez acerca de un plan para “liberar” esos territorios, o los hubiera llamado “territorios palestinos ocupados”, inmediatamente habrían sido aplastados por los ejércitos árabes.

Durante muchos años, la OLP, fundada en 1964, no fue más que un instrumento en la agresión árabe-soviética contra Israel. Cuando cayó la Unión Soviética, en 1991, el mundo occidental se convirtió en el principal financista de la OLP; cuando la OLP podría haber entonces desaparecido, occidente hizo todo lo posible para salvarla.

Fue en este punto que occidente le dio a la OLP masiva ayuda financiera lo que convierte a los “palestinos” en el “pueblo” más subsidiado del mundo.

La Organización para la Liberación de Palestina estuvo de acuerdo, en 1993, con el derecho de Israel a vivir en paz, y aceptó las Resoluciones 242 y 338 del Consejo de Seguridad de la ONU, rechazando “la violencia y el terrorismo”. Desde ese momento, sin embargo, la OLP nunca ha dejado de expresar el terrorismo, el odio y un rabioso deseo de destruir a Israel. Pretende ser menos radical que Hamas, pero, como su propia carta, que nunca fue anulada, y el discurso de Mahmoud Abbas en la ONU inocentemente lo atestiguan, acaricia el mismo objetivo: exterminar a Israel como estado judío.

Los líderes israelíes están constantemente acosados para llegar a adversarios que nunca firmarán un acuerdo de paz, no sólo porque están en guerra, sino porque están comprometidos a librar la guerra hasta que, esperan, Israel sea borrado del mapa, al igual que lo está en todos sus mapas [www.pmw.org].

Las Naciones Unidas, mientras tanto, no sólo nunca han intentado, siquiera, hacer cumplir sus propias resoluciones, sino que han trabajado con entusiasmo con la OLP para subvertirlas. Si la ONU, el Cuarteto, o cualquiera acepta ahora la creación unilateral de un estado palestino “judenrein” [limpio de judíos: en otras palabras, realmente apartheid], antisemita, que todavía llama a la aniquilación de Israel, sería una rendición lamentable, así como una negación de todos los valores que tanto la ONU como occidente afirman encarnar.

Aunque la posición de Estados Unidos hace imposible la creación de un estado palestino en este momento, la presión sobre Israel continuará, sin duda, como siempre.

¿Cuáles líderes, en Occidente, presas de un inicio de dignidad moral, tendrán la valentía de afirmar que, al igual que la ONU se ha convertido en una farsa, la “causa palestina” es, ella misma, sólo una farsa? El problema podría resolverse, de un día para otro, si los árabes se preocuparan por su gente tanto como los judíos se preocupan por los suyos. En 1948, 800 000 judíos fueron expulsados ??de tierras árabes y llegaron a Israel, mientras que al mismo tiempo, alrededor de 700 000 árabes dejaron Israel hacia tierras árabes. Los judíos recibieron a cada uno de los suyos; los árabes, en cambio, prefirieron consignar a sus “hermanos” a miserables campos de refugiados, y dejaron que Occidente se hiciera cargo de la factura.

Para mantener la situación actual puede parecer el mal menor, pero no es una solución. Podría ser una idea que vale la pena, pedir a los países occidentales que suspendan la financiación de la Autoridad Palestina, si sigue pidiendo un estado, como la Comisión de Asuntos Exteriores del Congreso de EE.UU. ha debatido recientemente.

A los países occidentales se les puede pedir suspender la financiación de cualquier rama de la ONU que promueva la creación unilateral de un Estado palestino, como la Comisión de Asuntos Exteriores del Congreso de EE.UU. también se ha debatido recientemente.

También se les podría pedir a los países occidentales fijar estrictas condiciones para continuar financiando, y negarse a pagar si la propaganda antisemita y la glorificación del terrorismo continúan apareciendo en los medios de comunicación y las aulas palestinos, o no hay ninguna duda de que la propaganda antisemita y la glorificación del terrorismo nunca desaparecerán.

Los territorios conquistados por Israel en la guerra defensiva de 1967, no son territorios ocupados, son territorios en disputa. ¿Debería esperarse de Israel, seriamente, que los mantenga perpetuamente para países que, repetidamente, lanzan guerras contra él, hasta un tal momento en que, tal vez, sus vecinos militantes podrían sentir como para reivindicarlos?

Como un país constantemente amenazado y regularmente atacado por sus vecinos, el derecho de Israel a establecer sus fronteras de acuerdo con sus necesidades de seguridad y aplicar la ley israelí en el área resultante, deben ser reconocidos. La Autoridad Palestina, sobre todo si se vincula con Hamas, es una entidad canalla y debe ser tratada como tal.

El estatus de la población árabe de Judea y Samaria tendrá que ser resuelto desde allí. Antes de 1967, estos árabes tenían el mismo estatus que los árabes palestinos en Jordania. Ellos son, fundamentalmente, una y la misma población. Los árabes palestinos constituyen la gran mayoría de la población de Jordania, los árabes que viven en Judea y Samaria son las mismas personas que los árabes palestinos que viven en Jordania – donde viven más millones de árabes palestinos que en Judea y Samaria – a pesar de que han sido desposeídos de sus derechos. Deberían recuperarlos. Jordania ya es un estado palestino. Como Muhdar Zaran escribió recientemente: “No hay certeza de que el régimen del Rey Abdullah será capaz de sobrevivir a una rebelión de la mayoría de palestinos frustrados y enojados, si se produjera”. Y añadió: “Podría ser el momento para comenzar, al menos, a considerar un Plan B para Jordania”. Yo añadiría: Podría ser la hora de considerar un plan B para los árabes palestinos.

En la actualidad, Medio Oriente es una zona de turbulencia y de extrema agitación islamista. Nadie, en la zona, se preocupa por la “causa palestina”, excepto como pretexto para avivar el odio hacia Israel. Lo que realmente debería preocupar, hoy en día, a los líderes occidentales es el imperialismo islámico y el más profundo significado del odio a Israel.

El apaciguamiento y la cobardía no disminuirán la agitación islamista. Nunca nadie ganó una confrontación abandonando el campo de batalla al enemigo. Abandonar a Israel no dejaría de tener consecuencias de largo alcance, dando como resultado otro estado terrorista islamista, basado en una pesada supremacía islamista, mentiras maliciosas y racismo anti occidental.

Viendo a Gaza bajo el control de una entidad canalla, Hamas, se demuestra la estupidez e inutilidad de crear otra entidad canalla para solucionar el problema. Sólo podría agravar las dificultades de una región que ya es problemática, en un mundo aún más problemático.

Traducido para porisrael.org por José Blumenfeld

Difusión: www.porisrael.org

 
Comentarios

Aún no hay comentarios.

Deja un comentario

Debes estar conectado para publicar un comentario. Oprime aqui para conectarte.

¿Aún no te has registrado? Regístrate ahora para poder comentar.