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| miércoles noviembre 20, 2024

El Impacto de las Sublevaciones Árabes


La Defensa de Israel

Efraim Inbar

Middle East Quarterly

Invierno 2012, pp 39-46

revueltass

http://www.meforum.org/3143/arab-uprisings-impact

Aunque la ola de protestas masivas, que se extienden a través de los países de habla árabe, podría haber comenzado a retroceder, ha dejado un impacto de gran alcance en la región. Tres regímenes autoritarios se han derrumbado, y el resto está experimentando diversos grados de coacción.

Este nuevo panorama político y estratégico, tiene importantes implicaciones para la seguridad nacional de Israel. La agitación regional ha descartado, efectivamente, un muy importante avance en la diplomacia árabe israelí, ha permitido a Ankara y Teherán expandir su influencia, continuó el declive de la influencia de EE.UU. y envalentonó a los extremistas.

Un Barrio Peligroso

 

Aunque económica y militarmente fuerte para su tamaño, Israel es un estado pequeño con modestos recursos, influencia diplomática limitada y pocos amigos en su barrio. Como tal, no puede aspirar a influir en su entorno en Medio Oriente. Incapaz de dar forma al mundo, más allá de sus fronteras, Jerusalén debe estar preparado para enfrentar todas las amenazas de seguridad que podrían, potencialmente, surgir del mundo árabe-islámico que lo rodea. Por tanto, tiene temor a la inestabilidad política, que aporta un grado de incertidumbre al panorama político y estratégico de Medio Oriente.

El público israelí es muy consciente de lo que puede suceder cuando amplios cambios internos envuelven a sus vecinos. En 1979, un Sha pro-occidental y amigo de Israel, fue sustituido por teócratas de línea dura anti-Israel en la Revolución Islámica iraní.

Los israelíes no son ajenos al hecho que la agitación política en Medio Oriente puede tener importantes implicaciones estratégicas. En particular, los cambios internos condujeron a reorientar la política exterior de dos potencias regionales importantes, que alguna vez fueron aliados de Israel. La revolución islámica de 1979 en Irán reemplazó a una monarquía pro-occidental, amistosa con Israel, por una teocracia chiíta militante. En Turquía, una vez importante aliado estratégico de Israel, sucesivos triunfos electorales del Partido Islamista Justicia y Desarrollo (AKP), desde el año 2002, han trasladado a este estado clave al campo anti-Israel.

Resultados Peligroso para Israel

Los países de habla árabe están muy por detrás del resto de la comunidad internacional en libertades civiles, derechos políticos, educación, igualdad de género y productividad económica [1]. Este deplorable estado de cosas es la causa principal del descontento y frustración que alimentó la reciente ola de protestas. En ausencia de una cultura política liberal-democrática, sin embargo, la movilización de masas en pos de un cambio político es impredecible. Numerosos resultados son posibles, pocos de los cuales son un buen augurio para la estabilidad regional.

El resultado más temido es una toma de poder islamista. El primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, ha advertido frecuentemente sobre el peligro de que «Egipto vaya en la dirección de Irán»[2]. Los islamistas radicales son la fuerza de oposición más poderosa y bien organizada en la mayoría de los estados árabes (debido, en parte, a la protección que ofrecen las mezquitas) y los beneficiarios más probables del cambio de régimen, ya sea que llegue pacífica o violentamente. Los regímenes revolucionarios, en todas partes, tienden a mostrar un comportamiento bélico en los años inmediatamente posteriores a la toma del poder [3]; en Medio Oriente, es casi seguro que así ocurra.

El proceso de democratización también puede tener efectos impredecibles, si las fuerzas políticas seculares y liberales son débiles o están divididas. La Revolución de los Cedros de Líbano de 2005, dirigida por fuerzas políticas pro-occidentales, terminó cuatro años más tarde, cuando el gobierno fue asumido por el grupo chiita islamista Hezbollah y sus aliados. La Hermandad Musulmana, cuyo compromiso con la democracia es, en el mejor de los casos, dudoso, es hoy la fuerza de oposición más poderosa de Egipto. Incluso en el caso que un gobierno libremente elegido llegue al poder, el registro histórico muestra que los estados que experimentan una transición democrática son más propensos a la guerra que los regímenes autocráticos.[4]

La agitación política puede conducir al colapso o al grave debilitamiento del estado. En un estado fallido, el gobierno es incapaz de controlar la seguridad en todo su territorio y tiene dificultades para satisfacer las necesidades básicas de la población en términos de salud, educación y otros servicios sociales [5]. Los precursores de este escenario son Libia y Yemen. Cuando los estados pierden su control sobre sus territorios y sus fronteras se vuelven más porosas, los grupos armados y los terroristas tienen mayor libertad de acción. Además, las enormes cantidades de armas convencionales (y no convencionales), generalmente almacenadas por los regímenes autocráticos, pueden caer en las manos equivocadas. Tras la caída del líder libio, Mu’ammar Gadafi, misiles libios antiaéreos SA-7 y granadas antitanques propulsadas por cohetes, habrían llegado a los terroristas de Hamas en Gaza.[6]

Dado que muchos países árabes tienen minorías etno-sectarias, con fuertes lazos transnacionales con potencias extranjeras (chiitas libaneses con Irán, por ejemplo), el estallido de la guerra civil, fácilmente, puede invitar a la intervención externa. Debido a su diversidad, Irak y Siria tienen la mayor posibilidad de conflictos internos, en Medio Oriente, que crezcan hasta conflagraciones regionales.

Incluso aquellos regímenes árabes que logren evitar graves disturbios, es probable que se preocupen en parar, en un futuro próximo, los desafíos nacionales. Las decisiones de política exterior de los debilitados autócratas (ninguno ha salido fortalecido de la crisis) pueden ser casi tan difíciles de predecir, de forma fiable, como las de los nuevos gobiernos democráticos. Enfrentados a crecientes desafíos internos, ambos tienen fuertes incentivos para desviar la atención pública de los problemas internos, enfrentándose a Israel.

Declinante Influencia de EE.UU.

 

A medida que los regímenes árabes pro-U.S. tropiezan y caen, la influencia de Washington en Medio Oriente declina. Esto se debe, en parte, a la deliberada «reducción multilateral… diseñada para reducir los compromisos de Estados Unidos en el extranjero, recuperar su posición en el mundo y desplazar las cargas hacia los socios globales»[7] del gobierno de Obama y, en parte, a su confusa, contradictoria e inconsistente respuesta a la evolución de los acontecimientos en Medio Oriente. La administración fue mucho más rápida en pedir la renuncia del presidente egipcio, Hosni Mubarak – un firme aliado de EE.UU. durante tres décadas – que la del presidente sirio Bashar Assad, cuyo papel en el fomento del terrorismo contra Estados Unidos y sus aliados, sólo rivaliza con el régimen de Irán. El cambio de Washington contra Mubarak fue visto, en toda la región (aprobándolo o no), como una traición a un amigo leal.[8]

La crítica de EE.UU. a la intervención militar de Riad, en apoyo de la dinastía gobernante sunita de al-Khalifa en Bahrein, en marzo de 2011, hizo levantar las cejas en las capitales árabes, que veían a los chiitas del emirato como representantes iraníes[9]. Muchos en la región también estaban desconcertados por el abandono, por parte de EE.UU., de Gadafi, quién había cooperado con occidente renunciando, en 2003, a sus armas de destrucción masiva (ADM). La lección aprendida por los regímenes de Medio Oriente – los mullahs iraníes en particular – es que es mejor aferrarse a los programas de ADM. El destino de Gadafi se ha convertido en una advertencia para los tiranos.

Por el contrario, la brutal represión a la oposición local, por los regímenes anti-EE.UU. de Teherán y Damasco, provocó sólo suaves y muy tardías expresiones críticas de la administración Obama. La decisión de Washington, de julio de 2011, de abrir un diálogo con la Hermandad Musulmana de Egipto, ha erosionado aún más su credibilidad como un actor político astuto y un aliado creíble.

Junto a la retirada de EE.UU. de Irak y Afganistán, la inclinación del gobierno de Obama a traicionar a sus amigos y apaciguar a los enemigos, como Siria e Irán, refuerza la percepción de un gobierno de EE.UU. débil y confundido. Los israelíes se preguntan si Washington es capaz de realizar un sensato juicio estratégico. La animadversión desplegada por el gobierno de Obama hacia el primer ministro israelí Netanyahu, refuerza un creciente consenso, tanto entre amigos como enemigos de EE.UU., que «Obama no lo entiende».

Creciente influencia iraní y turca

 

Los levantamientos árabes han facilitado la creciente influencia de los no árabes Irán y Turquía. La necesidad de centrarse en los problemas internos, probablemente, reducirá la capacidad de los estados árabes para proyectar poder más allá de sus fronteras y combatir la creciente influencia regional de Irán y Turquía.

Tanto Teherán como Ankara, que están alineados con las fuerzas islamistas radicales, han dado la bienvenida a las revueltas árabes y han incitado, abiertamente, a los manifestantes egipcios a derrocar a Mubarak. Un gobierno egipcio, asediado por problemas internos, tiene muy poca energía para concentrarse en contrarrestar las aspiraciones e influencias iraníes y turcas. Ambos rivalizan por la hegemonía regional y están interesados en ganar popularidad entre los estados árabes, criticando en voz alta a Israel. Además, la creciente influencia de la Hermandad Musulmana en Egipto se adapta a las inclinaciones ideológicas de Teherán y Ankara. De hecho, el gobierno militar interino de Egipto, rápidamente, llevó a cabo un acercamiento con Irán.

Ankara también alienta a la oposición sunita al régimen de Assad en Siria, dominado por los alauitas [10], principales aliados de Teherán. La inestabilidad en Siria ha renovado, hasta cierto punto, la histórica rivalidad turco-persa, indicando una vez más, la dilución del poder árabe y la disminución de la influencia occidental. Siria podría convertirse, potencialmente, en un campo de batalla para los aliados turcos e iraníes.

El Fin del «Proceso de Oslo»

 

La disminuida influencia de EE.UU. en la región no es un buen augurio para las perspectivas de un avance diplomático entre el estado judío y sus vecinos, que sólo a regañadientes han llegado a aceptar a Israel como un hecho consumado que no puede ser erradicado por la fuerza. Washington, históricamente, ha desempeñado un papel importante en llevar a los actores árabes a la mesa de negociación, estrechando las diferencias, durante las negociaciones, y reduciendo las ansiedades israelíes al tomar riesgos para la paz.

Sin embargo, la administración Obama está, demostrablemente, menos dispuesta, y menos capaz que su predecesor, a presionar a los líderes árabes a comprometerse con los israelíes, y menos dispuesta a compensar a Jerusalén por concesiones que impliquen riesgos de seguridad. La crisis financiera de EE.UU. limita aún más la capacidad del gobierno para proporcionar incentivos económicos a ambas partes.

Mientras que los extremistas se han envalentonado por la percibida salida de Washington de la región, los líderes árabes pro-EE.UU han llegado a la conclusión que el apoyo de EE.UU. es efímero – no valen la pena los riesgos políticos de reconocer a Israel y alienar a los ciudadanos que han sido alimentados con una dieta constante de propaganda antisionista y antisemita desde la escuela primaria. La democratización no va a cambiar ésto – por el contrario, los recién elegidos líderes preferirán mantener a Israel a distancia, con el fin de ganarse el favor del público. De acuerdo con una encuesta de abril de 2011, el 54 por ciento de los egipcios está a favor de anular del tratado de paz de su país con Israel [11]. Claramente, los tratados de paz de Israel con Egipto y Jordania se encuentran bajo una gran tensión, a medida que las fuerzas interiores anti-Israel se vuelven más influyentes y hablan más alto.[12]

Cualquiera sea el resultado del rampante conflicto en Siria, ningún gobierno, en Damasco, es probable que sea políticamente lo suficientemente fuerte como para hacer la paz con Israel. Es igualmente improbable que la Autoridad Palestina (AP) lo haga. El liderazgo palestino está dividido entre Hamas, que tomó el control de Gaza en junio de 2007, y el liderazgo de la AP en la Margen Occidental. Además, la AP no se ha reconciliado con la idea de la creación del estado judío, como lo demuestran las recientes declaraciones de sus líderes, en particular, el discurso de Mahmoud Abbas ante la ONU. Con las posibilidades de superar las diferencias entre israelíes y palestinos cada vez más remotas[13], la Autoridad Palestina ha desafiado los llamados de EE.UU. a volver a la mesa de negociaciones, optando, en cambio, a presionar con su pedido de condición de estado en la ONU

En cuanto a los israelíes, muchos temen que no necesariamente pueden confiar en el apoyo diplomático, económico o militar de la administración Obama, en el caso que su país sea atacado o se vea obligado a atacar preventivamente, debido a inminentes amenazas a su seguridad. No es sorprendente que pocos estén dispuestos a hacer concesiones que incrementen esas amenazas. A medida que la región parece menos receptiva a propuestas de paz, los israelíes deben prepararse para un mayor aislamiento regional.

El Desafío Nuclear de Teherán

La agitación política árabe ha desviado la atención lejos de la amenaza más sobrecogedora a la seguridad de Israel – un Irán nuclear. A pesar de cuatro rondas de modestas sanciones económicas por parte del Consejo de Seguridad de la ONU y de frecuentes regaños diplomáticos, el régimen continúa desarrollando una capacidad de armas nucleares. La comunidad internacional no está dispuesta a bloquear por la fuerza el que la República Islámica alcance esta meta, que la mayoría de los expertos espera que suceda en un estimado de dos a tres años. A diferencia de su predecesor, la administración Obama no es probable que lance ataques aéreos de EE.UU. para destruir las instalaciones nucleares iraníes y podría ser reacia a apoyar un ataque militar israelí para eliminar la amenaza.

Un Irán nuclear tendría implicancias políticas y estratégicas de gran alcance para la región [14]. Aunque las opiniones difieren en cuanto a si los mullahs que gobiernan el país pueden ser disuadidos por el arsenal nuclear de Israel, pocos dudan de que la posesión de armas nucleares envalentonará a Teherán y a sus aliados palestinos y libaneses, comprometidos con la destrucción de Israel, así como a los movimientos chiitas, apoyados por Irán, en Irak y en los estados del Golfo Pérsico. Situado en el Golfo Pérsico y la cuenca del Caspio, ricos en petróleo, un Irán nuclear estaría idealmente listo para dominar el estratégico sector energético[15], sobre todo si los estados de Asia Central, hasta ahora pro-EE.UU., tienden a acercarse hacia Teherán. Además, la exitosa búsqueda de armas nucleares de Irán, es seguro que alentará ambiciones similares por parte de sus principales rivales regionales – Turquía, Egipto y Arabia Saudita. Un Medio Oriente nuclear multipolar sería una pesadilla estratégica.

Crecientes Amenazas de Seguridad

 

Si bien la declinación de EE.UU. en los asuntos mundiales en general, y en Medio Oriente en particular, podría ser temporal, es muy real para el futuro cercano. Ésto, a su vez, ha tenido un impacto negativo en la disuasión de Israel, que descansa, no sólo en su poderío militar y su capacidad para derrotar a sus vecinos árabes, sino también en la percepción de que Washington acudirá en ayuda de Jerusalén, en caso de necesidad. La cercanía que se percibe entre Jerusalén y Washington, es un componente importante de la postura de disuasión del estado judío, y la administración Obama ha sembrado dudas sobre esta base de larga data. Jerusalén puede, por supuesto, encontrar algo de consuelo en el hecho que los levantamientos en Medio Oriente han puesto de manifiesto, una vez más, su posición como el más fiable aliado regional de Washington, pero la administración Obama siempre ha cortejado ahí, consistentemente, a los enemigos de EE.UU., a expensas de los viejos aliados.

Mientras que las fuerzas militares de los estados árabes vecinos, no serían rivales para las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI), si el levantamiento revolucionario, de alguna manera, los une en una guerra contra el estado judío, la agitación política fuera de las fronteras de Israel ya está empezando a producir una variedad de amenazas de seguridad más difíciles.

Poco después del derrocamiento de Mubarak, el gobierno militar interino de Egipto declaró su intención de cumplir con los compromisos internacionales del país (es decir, el tratado de paz de 1979 con Israel), y la mayoría de los expertos creen que un sucesor elegido hará lo mismo, aunque sólo sea para mantener los actuales niveles de ayuda militar y económica de EE.UU. Sin embargo, la paz fría entre El Cairo y Jerusalén que existía bajo Mubarak, seguramente se convertirá en aún más fría. Con el fin de calmar las protestas en todo el país, el establishment militar de Egipto formó una alianza con la Hermandad Musulmana, la única fuerza política bien organizada fuera del gobierno de turno. El creciente poder político de la Hermandad, en el Egipto post-Mubarak, y una mayor aceptación a nivel internacional, sólo pueden ser de profunda preocupación para Jerusalén.

Bajo la presión de la Hermandad, el gobierno interino de Egipto ha reducido las restricciones sobre el tráfico hacia y desde Gaza, sorteando el bloqueo israelí al enclave gobernado por Hamas. Esto fortalecerá a Hamas, un vástago de la Hermandad egipcia, comprometido a la erradicación de Israel, y lo alentará a adoptar una postura más agresiva hacia el estado judío.

En septiembre de 2011, las autoridades permitieron que una turba enfurecida pusiera sitio a la embajada de Israel en El Cairo, obligando a la evacuación de su embajador. Igualmente inquietante es la renuencia egipcia para mantener la seguridad en el Sinaí, que limita con Israel y Gaza. Desde la caída de Mubarak, el gasoducto egipcio-israelí de gas natural ha sido saboteado en seis ocasiones [16]. Esto obligó a los israelíes a depender de los más caros diesel y fuel oil para generar electricidad, lo que le costó al país un promedio de $2,7 millones diarios durante julio y agosto[17]. Como indicaron los atentados del pasado agosto en Eilat, el Sinaí muy bien podría emerger como una de las principales bases terroristas anti-Israel.[18]

Los militares israelíes consideran que Jordania, con la que Jerusalén, en 1994, firmó un tratado de paz, proporciona profundidad estratégica, y la larga frontera entre los dos países sigue siendo relativamente segura [19]. Hasta ahora, el rey Abdullah ha sido exitoso montando sobre la tormenta política regional, con mínimo daño para su gobierno y sin poner en peligro sus relaciones con Israel. Sin embargo, si Irak o Siria cayeran víctimas de una toma de poder islamista o un colapso del estado, los jordanos podrían encontrar difícil aislarse del contagio. En caso de ser depuesto el rey Abdullah, las fuerzas hostiles podrían controlar el triángulo Tel Aviv-Jerusalén-Haifa, que contiene a la mayoría de la población y de la infraestructura económica de Israel, ya que Jerusalén está a veinte kilómetros de la frontera jordana.

En Siria, el régimen de Assad, dominado por alauitas, lucha tratando de suprimir las fuerzas de oposición, predominantemente sunitas. En mayo de 2011, miles de manifestantes, supuestamente palestinos, fueron transportados en autobús por las autoridades el «Día de la Nakba» – el aniversario de la fundación de Israel -, irrumpieron en los Altos del Golán y atacaron con piedras a los soldados de las FDI. Cuatro murieron y decenas resultaron heridos por el fuego israelí. Los sirios están «intencionalmente tratando de desviar la atención internacional de la brutal represión a sus propios ciudadanos», dijo un portavoz militar israelí[20]. Esta acción sugiere que Assad no es reacio a confrontar a Jerusalén como una forma de reorientar la ira del público fuera de su régimen.

La Margen Occidental y Gaza no han experimentado aún importantes crisis internas. Mientras que una nueva campaña terrorista contra Israel sería muy costosa para los palestinos Abbas, el débil e ilegítimo presidente de la AP (cuyo mandato expiró en enero de 2009), se encuentra bajo una creciente presión de Hamas para que suba la apuesta en la lucha contra el estado judío. Un error de cálculo estratégico palestino, que lleve a una nueva ronda de violencia, es siempre una posibilidad que Jerusalén no puede ignorar.

La agitación política en el mundo árabe es una campana de advertencia para que Israel refuerce sus defensas. Los israelíes tendrán la necesidad de estacionar mayor cantidad de fuerzas a lo largo de sus fronteras, para defenderse de la serie de amenazas de seguridad que puedan surgir de la agitación política en los países vecinos. Jerusalén también debe renovar sus escenarios bélicos y ampliar las FDI para ser capaz de lidiar con una variedad de contingencias, incluida una guerra a gran escala. Dado que la construcción de una fuerza es un proceso largo, se requieren, tan pronto como sea posible, decisiones apropiadas sobre la estructura de la fuerza y las asignaciones presupuestarias.

Jerusalén debe insistir en fronteras defendibles, en cualquier futura negociación de paz con la AP y Siria. Hablar livianamente sobre las tecnologías que favorecen las capacidades defensivas de Israel y la disminución del valor de los activos militares territoriales y topográficos, ignora el hecho que las ventajas tecnológicas actuales son pasajeras. Los estrategas y militares, en todo el mundo, todavía confieren gran importancia a las características topográficas del campo de batalla. La historia de la guerra muestra que la superioridad tecnológica y las mejores armas, no son suficientes para ganar una guerra.[21]

La creciente amenaza de fuego de cohetes y misiles desde «islas de inseguridad» del otro lado de sus fronteras, requerirá que los israelíes mejoren tanto la protección pasiva como la defensa activa. La protección pasiva se refiere a la construcción de refugios en las casas, instituciones educativas y centros comerciales y de entretenimiento. Los sistemas de defensa activa impiden que los cohetes y misiles entrantes impacten o destruyan un objetivo. Las baterías móviles Cúpula de Hierro de Israel, pueden interceptar cohetes de corto alcance, mientras que el sistema Honda de David, en desarrollo, puede interceptar cohetes y misiles de mayor alcance[22].. Jerusalén está trabajando para integrar estos sistemas de misiles de menor nivel de defensa con componentes de misiles de su nivel superior de defensa – las versiones actualizadas de los interceptores Patriot de Capacidad Avanzada y los interceptores Arrow 2 y Arrow 3 – en un único comando y centro de control nacional [23]. Las limitaciones presupuestarias y la falta de visión estratégica, han hecho más lento el desarrollo de este sistema de defensa antimisiles de múltiples niveles.

Conclusión

Afortunadamente, la floreciente economía de Israel puede permitirse mayores gastos de defensa para hacer frente a sus desafíos de seguridad nacional. El liderazgo debería ser lo suficientemente valiente como para explicar a su pueblo que las cambiantes circunstancias requieren algunas medidas de austeridad que podrían congelar el nivel de vida por un tiempo. La sociedad israelí ha demostrado una notable resistencia y temple en el prolongado conflicto, y podría responder positivamente a un llamado, bien elaborado, del liderazgo político. Dicho discurso debe ir acompañado de esfuerzos para reducir la creciente brecha entre ricos y pobres en la sociedad israelí, con el fin de mantener la cohesión social.

Ya sea que los actuales regímenes árabes, aferrados al poder, colapsen, sean sustituidos por nuevas dictaduras, o se democraticen, el exterior cercano a Israel es probable que siga en proceso de cambio político en los próximos años, con importantes implicaciones estratégicas y de seguridad. Con la influencia de Washington en declive y dos potencias regionales en aumento, Irán y Turquía, dispuestas a desafiar a Jerusalén, el nuevo Medio Oriente promete ser considerablemente más desafiante que el anterior para la seguridad israelí.

Efraim Inbar es profesor de estudios políticos en la Universidad Bar-Ilan y director del Centro de Estudios Estratégicos Begin-Sadat (BESA). El Fondo Tikva apoyó generosamente esta investigación.

[1] Informes de Desarrollo Humano Árabe, Programa para el Desarrollo de la ONU, Nueva York, consultado el 7 de octubre de 2011, R. Stephen Humphreys, Entre Memoria y Deseo. Medio Oriente en una Problemática Época (Berkeley: University of California Press, 1999).

[2] The Jerusalem Post, 8 de febrero de 2011.

[3] Stephen M. Walt, «Revolución y Guerra», World Politics, abril de 1992, pp 321-68.

[4] Edward D. Mansfield y Jack Snyder, «La Democratización y el Peligro de Guerra», la International Security, verano de 1995, pp 5-38.

[5] Para un análisis de este fenómeno, véase Robert I. Rothberg, ed, Cuando los Estados Fracasan:. Causas y Consecuencias (Princeton: Princeton University Press, 2004).

[6] Reuters, 29 de agosto de 2011.

[7] Daniel W. Drezner, «¿Tiene Obama una Gran Estrategia? ¿Por Qué Necesitamos Doctrinas En Tiempos de Incertidumbre», Foreign Affairs, julio/agosto de 2011, p. 58.

[8] Reuters, 31 de enero de 2011, Ari Shavit, «La Traición De Obama: Como le Va a Mubarak, Así Podría irle a EE.UU.», Ha’aretz, 10 de agosto de 2011.

[9] The New York Times, 14 de marzo de 2011.

[10] Ibid, 4 de mayo de 2011;. The Jerusalem Post, 8 de mayo de 2011.

[11] «Los Egipcios Abrazan a los Líderes de la Revuelta, a los Partidos Religiosos y También a los Militares» Pew Global Attitudes Project, Washington, DC, 25 de abril de 2011.

[12] The Washington Times, 3 de febrero de 2011, The Jerusalem Post, 10 de agosto de 2011.

[13] Efraim Inbar, «El Auge y Desaparición del Paradigma De Dos Estados», Orbis, primavera de 2009, pp 265-83.

[14] James M. Lindsay y Ray Takeyh, «Después que Irán Obtenga la Bomba», Foreign Affairs, marzo/abril de 2010.

[15] Geoffrey Kemp y Robert E. Harkavy, Geografía Estratégica y el Cambiante Medio Oriente (Washington: Carnegie Endowment for International Peace, 1997), p. 113.

[16] Al-Ahram Online (El Cairo), 3 de octubre de 2011.

[17] Globes (Rishon Le-Zion), 2 de octubre de 2011.

[18] The Jerusalem Post, 18 de agosto de 2011.

[19] Amos Gilad, director de asuntos políticos y político-militares en el Ministerio de Defensa de Israel, CNN, 22 de septiembre de 2011.

[20] The Daily Mail (Londres), 16 de mayo de 2011.

[21] Martin Van Creveld, Tecnología y Guerra. Desde el año 2000 AC hasta el Presente (Nueva York: The Free Press, 1989), pp 311-20, Keir A. Lieber, La Guerra y los Ingenieros. La Primacía de la Política sobre la Tecnología (Ithaca: Cornell University Press, 2005), pp 155-8.

[22] The Washington Post, 12 de mayo de 2011.

[23] Defense News (Springfield, Virginia), 20 de junio de 2011.

Traducido para porisrael.org por José Blumenfeld

Difusión: www.porisrael.org

 
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