Elliot Abrams
The Wall Street Journal
12.1.2012
La semana pasada, israelíes y palestinos mantuvieron conversaciones entre sí, por primera vez, desde septiembre de 2010. El mismo 2010, el Primer Ministro israelí, Binyamin Netanyahu y el presidente palestino, Mahmmud Abbas, se reunieron en la Casa Blanca, con grandes expectativas, junto al rey Abdullah de Jordania y el presidente egipcio, Hosni Mubarak. Las conversaciones fracasaron en pocas semanas y, el propio Mubarak, no sobrevivió demasiado tiempo.
¿Por qué deberíamos esperar algo distinto ésta vez?
Estas conversaciones, que se llevan a cabo en Ammán con la mediación del gobierno jordano, ni pueden denominarse “negociaciones”. Los palestinos aclararon que se trata de conversaciones destinadas a aclarar si la negociación es posible. Lo máximo que puede esperarse es que se prolonguen algunos meses o lleven en alguna etapa a un encuentro entre Netanyahu y Abbas. Es una especie de postergación pero, también, la vía exacta de describir el “proceso de paz” de modo general.
No importan cuáles sean las esperanzas de Washington o de las capitales europeas, israelíes y palestina no avanzan hacia un gran salto. En cambio, van hacia tres campañas electorales: la norteamericana (que seguro se llevará a cabo); la de la Autoridad Palestina, prevista para el 4 de mayo y la israelí, que Netanyahu anticiparía a fin del presente año. Desde el punto de vista de Netanyahu, la pregunta es si la re-elección de Barack Obama afectará sus propias probabilidades. La capacidad de arreglarse con Washington representa un bien importante para la política israelí y, los israelíes, deberán ocuparse de otros cuatro años de la tensión norteamericana-israelí. Todos saben que, Netanyahu y Obama, no se llevan bien. Eso puede conducir al Primer Ministro israelí a adelantar las elecciones para el otoño, antes de la norteamericana, a pesar que, también, la decisión de atacar las instalaciones nucleares de Irán, puede influir sobre la coyuntura. En cualquier caso, grandes concesiones a los palestinos no ocupan el orden del día. ¿Por qué estaría Netanyahu dispuesto a ponerse en riesgo con la destrucción de su coalición en el año en el que es probable se realicen las elecciones, cuando anteriores propuestas israelíes –en especial en 2000 y en 2008- fueron rechazadas y cuando está convencido que, la Casa Blanca, no lo respaldará? Y ¿por qué tomar riesgos cuando Abbas se encuentra a punto de invitar a Hamas a incorporarse a la OLP, lo que de todos modos conducirá a un punto muerto? Entonces, en 2012, Netanyahu intercambiará con los palestinos, calculará lo que queda para sus elecciones, esperará que otro gane en Washington y tomará una importante decisión: Si atacar (o no) a Irán.
Desde el punto de vista de Abbas, las probables elecciones en Israel no le interesan en particular. Tiene la esperanza que surgirá un gobierno más negociador dado que, la derecha, se ve mucho más fuerte que la izquierda. Sabe que, el fortalecimiento de los partidos islámicos en la Primavera Árabe, provocaron a la mayoría de los israelíes un temor mayor ante las concesiones que, quizás, influirían en su seguridad.
Abbas que, en marzo, cumplirá 77 años no quiere, de verdad, elecciones palestinas en el 2012, pero las posibilidades son escasas. Sus esfuerzos, ante la ONU, agonizan dado que fracasó ante el Consejo de Seguridad y se retrajo tras el “triunfo” al conseguir la incorporación en UNESCO que llevó a la quiebra del organismo cuando, Estados Unidos, interrumpió su financiamiento.
Una negociación seria con Israel no lo atrae dado que sabe que, Hamas y otros organismos, se apurarán en definir todo acuerdo como hecho de traición. Entonces, en lugar de dirigirse a los israelíes o a la ONU, mantiene negociaciones con Hamas, a quien desprecia, con total conocimiento que, cualquier acuerdo, es capaz de conducir a elecciones en las que Hamas puede ganar. La lógica indica que se alegrará de ver el trato con Hamas haciéndose pedazos (tal como se hizo trizas el “acuerdo” entre Hamas y Fatah en 2007, para poder, otra vez, rechazar las elecciones que, por el momento, están previstas para el 4 de mayo).
Para Abbas, un año de negociación, que comienza y se interrumpe todo el tiempo con Hamas y los israelíes, parece una opción mucho más atractiva que las elecciones que pueden hacerlo volar de su cargo y, si Hamas gana, registrará una nueva ruina del partido Fatah a manos de las fuerzas islámicas. Conviene, soportar y ver si los miedos de los israelíes son correctos, que Obama sea re-electo y se comporte como escudo del problema palestino.
Para la seguridad de Israel, pero también para la decisión de Netanyahu de atacar a Irán durante la campaña presidencial, el elector verá un hecho difícil y justo y, Obama, se verá obligado a apoyar a Israel y ayudarlo a enfrentarse con las consecuencias. Ese tema puede ayudar al presidente a ser re-electo si hace uso de la fuerza para proteger el Estrecho de Ormuz abierto y a Israel seguro.
¿Y qué hay de Obama en el año de elecciones? Atravesará el 2012 con declaraciones sobre los compromisos “inapelables”. Pero los dos últimos presidentes que gestionaron por doble período, Bill Clinton y George Bush, se zambulleron dentro del proceso de paz en Medio Oriente solo durante su segundo mandato, situación que incentiva a Abbas y provoca pesadillas a Netanyahu. Por el contrario, si Obama perdiera elecciones con el candidato republicano, los israelíes y palestinos se sentarían, cruzados de manos, en 2013 esperando alguna orientación por parte de Washington.
El “proceso de paz” del 2012, no se reanudará alrededor de ninguna mesa de debates en Ammán. Ese es el motivo por el cual, cuando los norteamericanos visitan Medio Oriente, nunca se les pregunta, si habrá paz éste año, sino ¿Quién ganará? ¿Qué hará Obama durante su segundo mandato? Y, sin excepción ¿Qué se proponen hacer con respecto a Irán?
Elliot Abras, es miembro destacado del Consejo de Relaciones Exteriores, responsable de Asuntos de Medio Oriente en el Consejo de Seguridad Nacional entre 2001 y 2009.
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