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| lunes diciembre 23, 2024

Dos aspectos claves sobre el tema de Jerusalem


Lic. Samuel Leillen

Escrito para el «Semanario Hebreo. Uruguay»

Días atrás, la periodista Ana Jerosolimski publicó una importante nota sobre Jerusalén, que fue citada por varios medios de comunicación.

En ella se tocaron puntos fundamentales que tienen que ver con la historia, geografía, tradición, ritual, política, sociedad, cultura de Jerusalén, afirmando finalmente » que construir en «asentamientos» ya existentes en el entorno inmediato de Jerusalén no es una provocación, ni una ilegalidad, ni nada por el estilo, porque esos enclaves son ya parte de Israel y admitiendo que no se reconoce soberanía como producto de guerra, este caso resulta diferente ya que no había un soberano anterior, dado que los británicos ya habían finalizado su mandato. Asimismo reclamaba Ana que se debe «Conocer la historia antes de juzgar«.

Como siempre, felicitamos su forma de exponer, analizar y conducir al lector en los diversos temas que suele presentar. Destacamos que admiramos también el «coraje» en tratar el complejo tema de Jerusalén y haberlo logrado como se publicó.

Pero sugerimos que en esa amplia presentación, y en las muchas interpretaciones/explicaciones/versiones que circulan permanentemente para destacar los derechos inalienables del Pueblo Judío a su capital ancestral, hay dos temas que no se han considerado:

1 – Jerusalén y el mundo cristiano;

2 – Jerusalén y la «mentalidad» árabe.

Y son dos temas cruciales que también hay que conocerlos pues son parte de todo juicio que se quiera emitir.

 

Jerusalén y el mundo cristiano

 

La fe cristiana, a pesar de que los sucesos relatados en los Evangelios llegan a su máxima expresión en Jerusalén, da más importancia a la Jerusalén «celestial» que a la terrenal. Al organizarse en Patriarcados, se dio jerarquía sólo a tres ciudades, siguiendo la usanza laica romana: a Roma – la sede de Pedro y hoy centro de la Iglesia Católica; a Antioquía honrando a Pablo – centro de la Iglesia Ortodoxa (hoy Atenas y Moscú) y a Alejandría, la ciudad de Marcos, centro de la Iglesia Copta.

Pero no a Jerusalén, a pesar que contiene el Santo Sepulcro y el Vía Crucis. En Jerusalén se designó sólo su primer obispo, Makarios, recalcando su santidad al considerarla «la Madre de todas las Iglesias» pero sin atribuciones jerárquicas. El Obispo Metropolitano residía en Caesarea.  

Algunos consideran por el lamento de Jesús sobre Jerusalén – ver, por ejemplo, San Mateo XXIII, versículo 37: «…Jerusalén, Jerusalén, que matas a los profetas y apedreas a los que te son enviados…», pero en particular el principio del Capítulo XXIV, 2: «…Veis todo esto? De cierto os digo, que no quedará aquí piedra sobre piedra no que no sea derribada», es lo que conduce a la percepción que Jerusalén debe permanecer  en el silencio y la soledad de su destrucción. Y los judíos la reclamamos para reconstruirla! (ver también S. Marcos, XIII, 2; S. Lucas XIX, 44)

Durante todo el Imperio Bizantino, la época en que el Imperio Romano abraza la Cruz, hasta el siglo VII, el Monte del Templo quedó abandonado y convertido en basural (de aquí el nombre actual del acceso cercano, el Portón de los Desperdicios). La profecía de Jesús no debía alterarse.

Si agregamos a ello la educación en la Europa cristiana, que idealiza a los Cruzados, salvadores del Santo Sepulcro y que tras haber sido derrotados por  Saladino, le piden que no permita el retorno de los judíos a Jerusalén – acuerdo firmado el 2 de septiembre de 1192 entre Saladino y Ricardo Corazón de León, tal vez podamos entender la escasa disposición europea de apoyar a las reclamaciones de los judíos – a pesar de todos los argumentos que los judíos presentamos repetidamente procurando convencer con nuestra verdad.

Jerusalén y la «mentalidad» árabe

 

En cuanto a los musulmanes, el tema es muy complejo. Pero hay una razón vital por la cual no podemos renunciar a Jerusalén. Los árabes y los musulmanes conocen muy bien la relación del Pueblo de Israel y la Ciudad de Jerusalén. Por eso tratan de impedir la soberanía judía en su capital histórica.

Están dispuestos a «conformarse» con las líneas de armisticio de 1967 – mucho menores a lo que les habían acordado las Naciones Unidas el 29.11.1947 – pues quedarían con 22% de la Palestina según los mapas posteriores a la Primera Guerra Mundial en lugar del 44% acordado por las Naciones Unidas – pero eso incluye lo más importante,  el Monte del Templo, Al-Haram ash-Sharif – el Noble Santuario según su propia terminología.

A menudo se insiste en que hay que conocer la mentalidad de los personajes del escenario del Medio Oriente para poder interpretar los sucesos. Es cierto. Por lo tanto no podemos olvidar que el factor «HONOR» es primordial para los árabes. Y con Jerusalén se juegan el honor de los judíos y la posibilidad de humillarlos.

Si por una razón u otra, los judíos llegáramos a ceder en cuanto a nuestras consideraciones sobre Jerusalén, que es lo único y lo mayor, no seremos dignos de ningún respeto ni consideración – según la interpretación árabe – y como consecuencia, un pueblo que no defiende, lucha, protesta y se enfurece por su honor, es un pueblo que no merece consideración y sólo le  corresponde la suerte de la persecución, el dolor de la espada y el destino de la desaparición.

De aquí que nuestra lucha por Jerusalén no es sólo por razones históricas, sentimentales o tradicionales. Es un tema de supervivencia.

Personalmente, considero que lo que hoy se llama «Jerusalén» (hoy 12.600 mil Has. frente a 3,800 Has. en 1967) sería factible de dividir – 500 mil judíos al oeste y los 250 mil árabes al este.

Pero no es este el problema: el tema central es la Ciudad Vieja, ese corazón urbano de apenas 1 kilómetro cuadrado, incluido en 1981 dentro del Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO, hoy dividido en cuatro zonas, dos cristianas (una griega y la otra armenia), una musulmana y una cuarta judía; ese espacio con 35,000 habitantes que incluye el Santo Sepulcro, El Muro de los Lamentos y las Mezquitas ; esta superficie que resulta más importante por lo que ocultan sus ruinas que por el deslumbre de sus mezquitas, más inquietante por lo que oculta su interior que por la  amplitud de su cielo; esas callejuelas que fueron testigo de miles de episodios a lo largo de sus 3,016 años de historia – ese pequeño punto por algunos venerado como el centro del planeta, ese es el tema. Y este tema es plenamente judío.

Y no serán suficientes los datos históricos, los sentimientos religiosos, las componendas políticas del concierto de las naciones. Es uno de los tanto casos que explican porque  en las abstracciones civiles de la forma de pensar romana, más que en la mitología arcaica, la Justicia está representada como una mujer impasible, con los ojos vendados y llevando una balanza y una cornucopia (cuerno de la abundancia reemplazado posteriormente por una espada), la imagen  «Iustitia», y se  la suele situar sobre un león para señalar que la justicia debe estar acompañada de la fuerza. Y no sólo la fuerza de los argumentos.

Lic. Samuel Leillen

Tel Aviv, Pesaj 5770, 31.3.2010

 
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