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La Guerra de Siria se Derrama en Líbano


Michael J. Totten

30 de agosto de 2012

http://www.gatestoneinstitute.org/3313/syria-war-lebanon

La Hermandad Musulmana apenas consigue algún voto más en Líbano de los que conseguiría en Estados Unidos. Pero los sunitas conservadores sólo están dispuestos a apoyar a moderados como los Hariri, si se sienten seguros. Si se sienten amenazados físicamente por las milicias alauitas, Hezbollah, o cualquier otro, por demasiado tiempo, muchos sentirán que no tienen otra opción que apoyar a los sunitas radicales, si ningún otro los va a proteger.

La guerra civil de Siria estaba condenada, desde el principio, a derramarse en Líbano. Los problemas comenzaron el año pasado, poco después de que las manifestaciones pacíficas contra el régimen de Bashar al-Assad se tornaran violentas, y comenzaron de nuevo, la semana pasada, cuando los enfrentamientos sectarios estallaron en la ciudad norteña de Trípoli, la segunda más grande de Líbano, después de Beirut, y convirtieron a parte de ella en una zona de guerra.

Milicianos sunitas del barrio de Bab al-Tabbaneh, están de nuevo a los puñetazos con militantes de la plaza fuerte alauita adyacente de Jabal Mohsen. Han transformado su rincón del Líbano en un espejo de la guerra siria, en la que los rebeldes sunitas están librando batallas campales con el ejército y el gobierno, dominados por los alauitas. Hasta el miércoles, la cifra de muertos en Trípoli era de doce, y algunos más fueron asesinados ayer. Más de un centenar han resultado heridos.

Las tensiones también están aumentando entre sunitas de Líbano, que apoyan el levantamiento sirio, y chiítas de Líbano, que apoyan al régimen de Assad y a Hezbollah. Recientemente, rebeldes sirios secuestraron a un hombre que dicen que es un miembro de Hezbollah; sus miembros del clan libanés corrieron por el sur de Beirut con fusiles AK-47 y pasamontañas y secuestraron, en Líbano, a casi dos docenas de sunitas sirios e, incluso, a un ciudadano turco.

Algunos periodistas describen la violencia como una de las peores desde la guerra civil que arrasó  Líbano entre 1975 y 1990 – hasta ahora un poco exagerado, con cantidades aún insignificantes en comparación con los miles de muertos, torturados, y mutilados en la vecina Siria. Pero el número podría crecer fácilmente, transformando, para peor, toda la escena política libanesa.

La ocupación del Líbano, por parte de Assad, terminó hace siete años por la Primavera de Beirut, pero los dos países siguen funcionando, hasta cierto punto, como una sola unidad política. Siria ya no tiene bajo directo régimen militar a su vecino más pequeño, pero ha exportado deliberadamente su violencia, disfunción y terrorismo, desde los años 1970. Su hegemonía ahí, fue parcialmente restablecida cuando Hezbollah invadió Beirut en 2008, obligando a los partidos anti-sirios a entregar gran parte de su poder a punta de pistola.

Incluso si Assad no tuviera ningún interés en perder el tiempo en los asuntos internos de Beirut, sin embargo – incluso si Líbano fuera completamente libre de la influencia siria – aún así debería esperar ver derramarse el conflicto. Los libaneses no podrían construir un cortafuego, incluso si los sirios quisieran ayudar – pero absolutamente no, si aterrorizados refugiados sirios están albergándose en su territorio, y no cuando Hezbollah tiene un interés creado en mantener  a su patrón y proveedor de armas en el poder en Damasco, y no con sunitas y alauitas viviendo unos junto a los otros en el norte.

Líbano, a diferencia de la mayoría de los países árabes, tiene un gobierno central débil. Los libaneses lo diseñaron de esa manera a propósito, de modo que fuera casi imposible, para cualquiera, gobernar como hombre fuerte; y como el país está, más o menos, dividido por igual entre cristianos, sunitas y chiítas, ninguna comunidad sectaria podría tomar fácilmente, sola, el control sobre los demás.

El problema, por supuesto, es que el débil gobierno central combinado con la fuerza centrífuga sectaria, amenaza constantemente con hacer jirones del país. Dado que el ejército está tan dividido por el sectarismo político como el resto del país, cuando estalla un conflicto civil, el ejército hace un terrible trabajo. Su liderazgo no se atreve a tomar partido, no sea que los oficiales y soldados bajo su comando se astillen en milicias rivales, como lo hicieron durante la guerra civil. Además, el régimen sirio dejó pedazos de sí mismo detrás, cuando se retiró de Líbano en la primavera de 2005. Muchos de los oficiales superiores del ejército fueron ascendidos y nombrados por Damasco; todavía mantienen sus puestos y sus lealtades, al menos por ahora.

Así, mientras que la violencia en Líbano está actualmente contenida,  lo está apenas. El real peligro aquí, no es que la gente va a ser secuestrada y asesinada por decenas en barrios aislados. El verdadero peligro es que, si la situación no se calma y permanece calma, la normalmente plácida comunidad sunita se convertirá en cada vez más radical.

La Hermandad Musulmana apenas consigue algún voto más en Líbano de los que conseguiría en Estados Unidos. Pero los sunitas conservadores sólo están dispuestos a apoyar a moderados como los Hariri, si se sienten seguros. Si se sienten amenazados físicamente por las milicias alauitas, Hezbollah, o cualquier otro, por demasiado tiempo, muchos sentirán que no tienen otra opción que apoyar a los sunitas radicales, si ningún otro los va a proteger.

Los extremistas sunitas, finalmente, podrían arruinar lo que comenzó como un movimiento pacífico para la reforma y el cambio en la Siria de Assad. Sería aún más trágico si hicieran lo mismo en Líbano después de que la Primavera de Beirut se mostró tan prometedora.

Michael J. Totten es un editor colaborador en World Affairs y City Journal y es autor premiado de Dónde Termina Occidente y El Camino a Fatima Gate.

Traducido para porisrael.org por José Blumenfeld

Difusión: www.porisrael.org

 
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