Alan M. Dershowitz
6 de septiembre de 2012
http://www.gatestoneinstitute.org/3331/germany-circumcision-ban
¿Por qué los países con una larga historia de antisemitismo y otras formas de intolerancia, parecen preocuparse más acerca de los llamados derechos de los niños pequeños a no ser circuncidados, que otros países del mundo con historias mucho mejores de preocupación por los derechos humanos? La misma pregunta retórica puede hacérsele a países, como Noruega, que se preocupan tanto acerca de los derechos a que los animales no sean sacrificados según el ritual judío. Estas preguntas son totalmente retóricas, porque toda persona pensante sabe la respuesta. No es porque los alemanes o los noruegos son mejores personas y se preocupan más por los niños y animales de lo que lo hacen los estadounidenses. Es porque se preocupan menos acerca de judíos. O, más precisamente, se preocupan mucho acerca de los judíos. Simplemente no les gustan mucho y no les importa si se ven obligados a abandonar el país debido a que allí no pueden practicar su religión.
Así que nadie alabe a una nación que asesinó a un millón de bebés y niños judíos y que derrama lágrimas de cocodrilo por la situación del pobre niño varón que, siguiendo una tradición de muchos miles de años, es circuncidado 8 días después del nacimiento. Toda buena persona debe condenar a Alemania por la razón que, realmente, se encuentra en el centro de los esfuerzos para prohibir la circuncisión – el anticuado anti-semitismo, un término acuñado por alemanes para alemanes y contra los judíos.
La historia no es irrelevante para la evaluación de las actuales políticas. La historia de Alemania (y de Noruega) de prohibir a los judíos practicar sus rituales tradicionales, se remonta a una época en que el manifiesto antisemitismo no sólo era aceptable, sino que era de rigor. Hoy en día, nuevas palabras reemplazan a las desacreditadas viejas palabras. Antisionismo en lugar de antisemitismo. Bienestar de los niños en lugar de prohibición de rituales religiosos. Pero todo es lo mismo. Cualquiera que se enamore de las nuevas tonterías pseudo-científicas acerca de los males de la circuncisión o de la matanza ritual, es tan ingenuo o intolerante como los que cayeron en las viejas afirmaciones pseudocientíficas raciales del nazismo.
En realidad, hay un feo tufillo de «superioridad racial» en el implícito supuesto que subyace en estas intolerantes leyes: A saber, que los alemanes y los noruegos son, de alguna manera, moralmente (si no racialmente) superiores a los de otros países que permiten tales «bárbaras» prácticas.
Así que vamos a llamar a las cosas por su nombre y llamemos al antisemitismo por su verdadero nombre.
Entonces, ¿cómo debería responder la gente razonable a estos irrazonables esfuerzos para que sea difícil practicar el judaísmo tradicional? Algunos han llamado a una respuesta legal. Tal vez. Pero luchar contra estas prácticas intolerantes ante los tribunales es hacerles el juego a aquellos que las están proponiendo. En la Alemania nazi, respetados juristas fueron capaces de utilizar la ley para justificar las formas más primitivas de racismo. De hecho, el nazismo operó a través de las leyes de Nüremberg y otras promulgadas medidas legales antisemitas como esas leyes, que fueron declaradas totalmente ilegales por tribunales alemanes. Los esfuerzos para utilizar la ley contra estas manifestaciones, tuvieron efecto contrario, legitimando las empresas legalistas nazis. Así que dejemos que los que buscan desafiar estas leyes lo hagan, pero no sin comprender los aspectos negativos de dicha acción.
Algunos podrían sugerir que la supuesta ciencia que pretende apoyar estas prohibiciones sea impugnada sobre la base de la verdad científica. Tal vez. Pero éso también puede jugar a favor de aquellos que las sostienen, porque reconoce una posible base científica para estas intolerantes propuestas, dándoles cierta legitimidad. «Ciencia» también fue utilizada para apoyar los estudios raciales nazis. ¿Los científicos alemanes deberían ahora realizar «estudios de gemelos» sobre hermanos circuncidados y no circuncidados? ¿Por qué Alemania no está dispuesta a aceptar la conclusión alcanzada por la Academia Estadounidense de Pediatría, después de reseñar de cinco años de la mejor investigación, que «los beneficios para la salud» de la circuncisión – incluyendo la reducción de la transmisión del VIH y el virus del papiloma – «superan a los riesgos”?
La mejor respuesta es avergonzar a los alemanes para que rechacen esta nueva forma de anti-semitismo de izquierda, mostrándoles cuán similar es al nazismo, que ahora dicen aborrecer. Este enfoque no funcionará en Noruega, porque los noruegos han olvidado su historia y siguen creyendo que fueron víctimas del nazismo en lugar de colaboradores. Las leyes antisemitas de Noruega que impiden la matanza kosher de animales se remonta a la época pre-nazi y ha permanecido en vigor desde entonces. Noruega parece no tener vergüenza ni es capaz de estar avergonzada. Muchos alemanes, por otra parte, parecen estar dispuestos a recordar el pasado, al menos hasta cierto punto. Deben enfrentarse a ese pasado y mirarse en el espejo histórico antes de que, una vez más, desciendan por la senda de tratar a sus ciudadanos judíos como de segunda clase o peor.
Vergüenza sobre aquellos alemanes que prohibirían la circuncisión. Vergüenza sobre aquellos alemanes a los que no les importa lo suficiente como para alzarse iracundos contra los intolerantes pseudos-científicos que, falsamente, afirman estar interesados en la sensibilidad de los niños. Elogios para los alemanes que se alían en contra de la intolerancia de sus compatriotas.
Déjese que otros países, con manos más limpias, tomen la iniciativa en la realización de verdadera investigación científica y en tratar de proteger los derechos de los niños y animales. Las manos sucias y el mugriento pasado de Alemania descalifican, para siempre, a ese país para encabezar los esfuerzos para prohibir los rituales judíos. ¡Qué vergüenza!
Traducido para porisrael.org por José Blumenfeld
Difusión: www.porisrael.org
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