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| jueves marzo 28, 2024

Boker Tov, Barack Obama


Roxana Levinson

Periodista, comunicadora, conferenciante y editora
Latinoisrael.com

Cuatro funcionarios estadounidenses fueron asesinados en Benghazi, Libia. Aún no se ha establecido quién o quiénes son los responsables, el por qué y en qué medida influyó la ahora famosa película sobre el Profeta Mahoma. Lo que queda claro, ahora más que nunca, es que no alcanza con que un pueblo acuda a las urnas y elija sus mandatarios para que realmente esté viviendo en democracia.

Hace aproximadamente tres meses, un grupo de cristianos coptos en el sur de California, Estados Unidos, subieron a Youtube un tráiler de 14 minutos de una película hecha con muy bajo presupuesto e igual nivel de producción y realización.

Para decirlo sin vueltas: el tráiler – nadie ha visto la versión completa de la película ni es seguro que exista – está tan mal hecho que bien podría ser cómico o patético, si no fuera tan ofensivo.

Uno de los principales productores de la película, Steve Klein, un veterano de Vietnam cuyo hijo fue gravemente herido en Irak, es conocido en todo California por sus campañas y declaraciones en contra de los musulmanes. Klein explicó que la idea original consistía en atraer a los musulmanes a la proyección de una película anunciándoles que se trataba de «un homenaje al Islam». «Cuando llegaban verían la película y se darían cuenta de la verdad, los hechos, la evidencia y la prueba», aseguró Klein.

Como todo es misterio en torno a esta «película», algunos medios en Israel y otros países, aseguran que Klein y el enigmático director de cine Sam Basile – un nombre ficticio de alguien que tampoco es seguro que exista – realmente intentaron engañar al público musulmán del sur de California. Según estos informes, Klein y su gente repartieron unos 200.000 volantes invitando a la proyección de una película llamada «La inocencia de Osama Ben Laden», en una gran sala de cine que alquilaron. Pero la convocatoria – siempre de acuerdo a estos informes – no tuvo éxito y la sala estaba vacía.

Más allá de los detalles y las dudas, el filme no es más que un libelo ofensivo en el que se presenta al Profeta Mahoma como bastardo, mujeriego, homosexual, pederasta y matón sediento de sangre.

«No nos hagan enojar porque saldremos a matar»

La película en cuestión había pasado prácticamente inadvertida hasta que «alguien» la tradujo al árabe – específicamente al árabe egipcio, de lo cual da cuenta no sólo el acento utilizado en el doblaje sino también el uso de expresiones locales – y la difundió ampliamente. Hay versiones que indican que un grupo coptos en el exilio fueron los responsables.

La gente salió a las calles en El Cairo, gritó, clamó y llegó a quitar la bandera que flameaba en el frente de la Embajada de Estados Unidos para luego romperla. «El insulto al Profeta no sólo es una línea roja, sino algo por lo cual hay que derramar sangre y matar personas», decía uno de los manifestantes. Hubo quien exigió que se cancelara la ciudadanía egipcia a los coptos y hasta que se los expulsara.

Otro manifestante, bastante más moderado, aseguraba: «Esta película debería ser considerada un delito internacional. Así como muchos países consideran ciertas manifestaciones como un delito antisemita. Como la negación del Holocausto, así debería ser considerado el insulto al Profeta Mahoma. «

Pero en Libia la situación fue mucho más grave. Durante las violentas protestas que terminaron con la muerte de cuatro personas en la embajada estadounidense, entre ellos el embajador, un portavoz oficioso de los manifestantes decía a cámaras: «No hagan enojar a nuestro pueblo, porque saldremos a matar. Vamos a luchar», para luego explicar que la culpa de todo la tienen los propios norteamericanos y su manía por la libertad de expresión.

Los hechos demostraron que hablaban en serio y – por más ofensiva y despreciable que resulte la película – la Secretaria de Estado norteamericana, Hillary Clinton, lo dijo claramente: «Nada justifica el asesinato, no hay justificación para la violencia».

La panacea de la democracia

Sin embargo, todo parece indicar que la violencia y los asesinatos de Benghazi no tienen nada que ver con la película, ni con la rabia que expresaba la gente en las calles, sino con un grupo islámico poco conocido denominado Ansar Al Sharia. Al parecer, esta agrupación habría aprovechado la confusión generada por las protestas para atacar el Consulado estadounidense con misiles, fusiles de asalto, granadas y ametralladoras, entre otras armas pesadas.

Ansar Al Sharia es uno de varios grupos islamistas que operan en Cirenaica, en la zona este de Libia, surgió de la lucha contra Kaddafi , es responsable de varios ataques perpetrados durante los últimos meses, del asesinato de funcionarios locales, y el año pasado intentó, sin éxito, establecer un estado islámico en la región oriental del país.

Ya sea que se trate de este grupo en particular, de alguna filial local de Al Qaeda o de cualquier otro, lo cierto es que en Libia las cosas se salieron de control porque lo que prevalece y gobierna es el descontrol. Porque en los días de la rebelión los depósitos de armas del ejército de Kadaffi fueron saqueados, y esas armas fueron a parar a manos de delincuentes y extremistas, que hoy en día tienen la libertad y la fuerza necesarias como para atacar – ni más ni menos – a la representación estadounidense en Libia.

Porque – tal como sucediera en Irak y como sucederá en Siria – una vez que cayeron los gobiernos dictatoriales que regían los países protagonistas de la Primavera Árabe, el vacío fue ocupado por el enfrentamiento violento entre tribus, bandas y agrupaciones extremistas, por cierto bien armadas. Nada más lejos de la panacea democrática que anunciaban los funcionarios norteamericanos que apoyaron y alentaron a los revolucionarios en esos países.

Las distintas administraciones cometieron una y otra vez el error de creer que las elecciones son sinónimo de democracia, que el hecho de que el pueblo libio hubiera ido a las urnas – y hasta elegido a los liberales – anunciaba el inmediato, casi mágico y glorioso comienzo de una era de pluralismo y paz, una era en la que los terroristas serían vencidos y desplazados por el torbellino democrático que todo lo soluciona.

Nada más lejos de la realidad. Esta misma semana el Consejo de Directores Ejecutivos de Naciones Unidas emitió un informe en el que establece que «la ayuda que el organismo otorga a los procesos electorales en países en desarrollo no es efectiva, cuando no va acompañada por un plan estratégico más amplio, que asegure al mismo tiempo el desarrollo de los valores y las instituciones democráticas». Es que democracia, además de elecciones, es un sistema de valores que garantiza la libertad de expresión, el respeto a los derechos humanos y civiles, las garantías constitucionales, y muchas otras cosas de las que los libios aún no se han enterado.

En Israel se suele usar la frase «Boker Tov, Eliahu», cuando alguien recién se da cuenta de algo que tenía frente a sus ojos y sólo él no veía, cuando «le cae la ficha». Con los distintos gobiernos en Estados Unidos y su manera de (no) comprender el Medio Oriente, sus procesos y su dinámica, pasa algo similar. Por eso, hoy en día – y lamentablemente a costa de la vida de cuatro personas y mucha sangre derramada – la supuesta democracia que los funcionarios estadounidenses veían destellar en Libia les explota en la cara. Por ello, hoy cabe la frase: «Boker Tov, Barack Obama».

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